El género, la sexualidad, los valores y todo lo que alguna vez fue considerado como normal se encuentra actualmente en pleno proceso de deconstrucción. Si bien, esto comenzó hace tiempo, con pequeños pasos, ahora cobra más visibilidad al chocar con pensamientos hegemónicos de generaciones anteriores. Es aquí donde surge una nueva problemática en la interacción social.
Los herederos de la llamada “generación X”, niños nacidos con la tecnología, los nativos digitales, criados bajo la idea de que jamás pasarán una necesidad e incentivados a que pueden lograr lo que se propongan, ahora chocan con quienes los educaron. El término “generación de cristal” en sí tiene una connotación peyorativa al referirse a jóvenes -y ni tan jóvenes- que transitan en una vorágine de lo fugaz, el uso de las redes sociales y una capacidad de discutir sobre cualquier tema, con un aparente cuestionamiento innato.
Es en esta problematización de los contenidos donde aparece otra arista: la libertad de expresión. Sucede que incluso este concepto se encuentra en discusión, algo impensado hasta hace poco. En lo social, algunos sectores apuntan a que “estamos al borde de la intolerancia” y que “todo lo dicho puede ser usado en nuestra contra”. Esto se da en referencia a las acusaciones constantes de discriminación, machismo o agresión en comentarios y acciones que antes jamás serían considerados como tales.
Sobre este tema, ENFOQUE realizó una encuesta para conocer si la gente piensa que vivimos en una sociedad “hipersensible”, donde todo puede ser considerado como agresivo o sólo es una sensación. Entre el material recopilado, hay diversas miradas, pero sin duda todas apuntan a un proceso de cambio constante. Cabe resaltar que, entre las personas consultadas, el promedio de edad fue de 18 a 40 años, justamente parte de este sector apuntado como protagonistas de esta “nueva generación”.
A continuación, algunas de las respuestas: “Los jóvenes de este tiempo creen que tienen todo el derecho de establecer las normas y conductas en la sociedad imponiendo qué decir o qué no se puede decir. Esta no es la generación más liberal que existe, sino más bien conservadora. Son tiempos donde hay que cuidar lo que uno dice, cómo se pronuncia una letra, si el chiste tiene una connotación supuestamente misógina, xenófoba o sexual. Es una generación que se victimiza por sus propios actos y donde los privilegios son enemigos”.
El ofenderse: “Actualmente la gente es propensa a ofenderse con mucha más facilidad con respecto a otros tiempos. La intolerancia hacía la crítica siempre existió, pero antes uno trataba de tener un poco más de ética. Hoy en día cualquiera puede señalar al otro, contestarle, sin miedo a quedar como desubicados o mal educados”.
Dos miradas: “Considero que están presente dos factores: por un lado, está el paso del tiempo y los cambios culturales. No creo que esta generación tenga las mismas percepciones que las generaciones de hace unos años. Más que nada por los tiempos liberales en los que nos desarrollamos en donde es concebido como válido el espíritu de protesta por todo. Por otro lado, también creo que esta generación es un poco más susceptible hasta en las más mínimas cuestiones, ofendidos por asuntos no necesariamente son ofensivas”.
La normalidad: “No hay tolerancia, ni empatía, porque los patrones de normalidad fueron cambiando con el correr de los años”.
Muchas palabras, poca acción: “La gente se ofende fácilmente de manera exagerada, por cosas que no son tan importantes. Sin embargo, en los hechos no hacen mucho para cambiar la injusticia que hay en la vida cotidiana”.
Un actor importante: “Gracias a Internet todos tenemos voz y opinión, esto hace que muchas personas que no podían dar su opinión en contra de algo en otra época, ahora puedan ser escuchados. Además, al haber más información existe un mayor cuestionamiento y más ideas que terminan chocando entre sí. Así que creo que la ‘generación de cristal’ es sólo una falacia ocupada por personas que no soportan las críticas hacia ellos o algo que les incumbe”.
La ofensa: “Las personas siempre fueron susceptibles a ofenderse, sólo que hoy en día está más visibilizado en las redes sociales. Al sentirnos más seguros detrás de una pantalla insultando a una persona que no conocemos y tenemos el poder de hacerlo sin consecuencias. Entonces, al trasladarnos a la vida real, nos sentimos con derecho a insultar todo lo que no nos guste, por más pequeño que sea”.
Pensar lo social
El suplemento ENFOQUE también buscó una visión acerca de esta “generación de cristal” desde un pensamiento más social. Por ello, entrevistó al profesor en Filosofía y difusor cultural Emilio Salvador para indagar acerca de la crítica, el cambio y las crisis que vienen con ellas.
Al hablar de estos procesos de transformación, señaló que “hay varios puntos interesantes, uno es la cuestión de la tolerancia y otro es el tema de los valores, la crítica social”. En principio, “me parece que todas las sociedades en sus contextos tienden a ver a las nuevas generaciones como menos resistentes a determinadas situaciones que ellos han pasado. En este mecanismo de resiliencia, ve su etapa como la más difícil y con conflictos más duros”, agregó.
A su vez, remarcó también que “las nuevas generaciones ven en las pasadas valores considerados obsoletos, problemáticas pasadas de moda. Por tanto, se genera una tensión entre aquellos que están posicionados en un lugar de superación y aquellos que sienten problemáticas distintas a superar”.
Desde un punto de vista histórico, Salvador recordó que “al hablar de cómo se entendía el mundo en cada cosmovisión, los griegos se consideraban la vanguardia de la antigüedad y que habían descubierto la razón, superando la explicación mítica; para los medievales, los antiguos eran paganos y les faltaba la cuestión teológica; para los modernos, los medievales rezaban demasiado y ellos tenían una nueva razón para pensar herramientas para problemáticas de todos los tiempos, lo cual terminó fracasando en las guerras mundiales”.
De tal forma, aseguró que “en cada etapa aparecen vicisitudes y contingencias”. Teniendo eso en cuenta, indicó que “no me parece que una sea mejor que otra, sino que existen matices propios. Lo que sí es cierto, es que vivimos en un momento donde la tolerancia está en una crisis”.
Al hablar de un análisis social, precisó que “la misma tolerancia, involucra un sufrimiento. En un texto del filósofo contemporáneo Jacques Derrida habla que la tolerancia es estar frente al otro, pero siempre desde mi yo. Es decir, comparto el mundo con los otros porque no me queda otra, pero siempre los veo desde mis categorías. Esto implica un sufrimiento porque soporto la otredad, pero no aceptándolo ni integrándolo bajo las categorías que impongo. En contraparte, él proponía la hospitalidad, es decir, abro la puerta y dejo que el otro ingrese con toda su otredad, comparto un espacio”.
En un plano educativo, “al ser docente y estar en contacto con esta generación tan nueva, creo que se podría revisar las demandas que tienen. Esta hipersensibilidad también pone sobre la mesa algunas problemáticas que sería bueno prestar atención: el cambio climático, el género. En este sentido, hay una generación mucho más contestataria, partícipe de la realidad y las decisiones, no sólo políticas, sino sociológicas en su totalidad”.
Desde una mirada filosófica, indicó que “siempre la incursión de algo nuevo genera una sacudida al estar todo tan naturalizado. Como decía Marx, cuando todo está en calma es porque algo se esconde y es ahí donde hay que prestar más atención. Creo que esta generación toma una posición más protagonista, lo cual tiene su pro y contra, como cualquier fenómeno social”.
En cuanto a transitar un cambio, indagó en que “pone en jaque muchas naturalizaciones de sociedades pasadas. La normalidad, es un problema socio-filosófico muy intenso. En el siglo XX se puso en crítica con filósofos como Michel Foucault, Derrida, quienes se plantearon de construir quiénes definen y qué es lo normal y lo que no”. Además, “existen sectores que ejercen el poder de determinada manera para disparar un criterio, el cual es móvil”.
Entonces ¿qué actitud tomar?: “Lo que hoy es normal, puede no serlo en cinco años y lo que era normal hace 10 años ahora ya no lo es. El primer paso es aceptar que la normalidad es un contexto dialéctico, se mueve y construye con el tiempo. Uno tiene que asimilar esa renuncia y dolor ocasionado en cada cambio en definitiva puede traer algo positivo, como que emerjan voces antes silenciadas que no siempre son las mejores, pero son nuevas”, opinó Emilio Salvador.
Con la aparición de discusiones, como sucede con las personas no binarias, el llamado lenguaje inclusivo, compartió que “siempre se quiere estigmatizar lo nuevo como una patología, porque implica una renuncia a toda una zona de confort, construida con dolor y placer, de ese orden que tenemos en la cabeza”.
En lo que respecta a las posibilidades del futuro, en la disputa entre sectores más conservadores versus los más liberales, manifestó que “nadie se imaginaba en un momento a Trump como presidente o Bolsonaro. Estamos en tiempos donde puede aparecer un líder carismático y ‘facho’ con la misma facilidad. Creo que vivimos una crisis de representatividad a nivel social”.
Emilio Salvador reflexionó que “es difícil saber qué generación estamos armando para el futuro, pero podemos tratar de pensar en cómo manejamos el presente y ver cómo se desenvuelve. El resultado puede ser bastante abierto”.