Este 8 de septiembre celebramos la fiesta de la “Natividad de la Virgen María” y el 11 de este mes elogiamos con un merecido homenaje a centenares de educadores de nuestra patria que celebran su día y que entregan sus vidas para formar a nuestros niños y jóvenes en medio de tantas incertidumbres. Estos dos acontecimientos nos invitan a destacar la alegría de la entrega generosa y tomar a la misma Virgen María como ejemplo para nuestra misión educativa.
La vida sencilla, humilde y comprometida con largos silencios, llena de profundidad en la fe y esperanza, es ejemplo para toda vocación docente en estos tiempos difíciles. Ella nos enseña a adaptarnos a nuevas realidades… con la confianza puesta en Dios. Nos invita a encontrar la alegría en el “SÍ” generoso para el servicio. Desde aquel saludo del ángel “Alégrate, ¡llena de gracia!”, ella nos instruye a vivir la alegría por el llamado, más allá de las dificultades y contratiempos que implica toda misión.
María fue elegida para participar del misterio de la Encarnación: dando vida a Jesús, cuidando, educando y acompañando a su hijo en su formación para la vida. Ella nos enseña a dar gracias a Dios por cada hijo/estudiante que es un regalo de Dios y la oportunidad que tenemos para educar, cuidar y acompañar su formación.
María nos enseña a vivir la alegría de la vida que nos viene de la confianza en Dios. A menudo las dificultades y desafíos diarios, nos hacen perder la alegría cotidiana y la esperanza de una mañana mejor. Las preocupaciones y los problemas que ocasionan los desafíos de la misión, nos hacen perder la serenidad del presente. La verdadera alegría es fruto del Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios, capaces de vivir y gustar su bondad, de dirigirnos a Él con la expresión «Abba», Padre (cf. Rm 8,15). La alegría es signo de su presencia y su acción en nosotros.
María es ejemplo de obediencia a la voluntad de Dios para cada uno de nosotros. El silencio de María nos demuestra que ella educa con su ejemplo, más que con sus palabras. En los evangelios tenemos pocas palabras de María, pero sí podemos observar su presencia y cercanía a su hijo Jesús. Su acompañamiento con el ejemplo y confianza, es un gran valor que sigue formando a nuestros niños y jóvenes.
Ella es atenta y solidaria con las necesidades de los demás: cuando en las bodas en Caná, se da cuenta que quedaron sin vino …actúa. Y así será también su Hijo: percibe las necesidades y actúa, sobre todo atendiendo a los pobres. La misión educativa es un acto de amor y solidaridad al que debemos comprometernos todos.
María, la educadora de perfil bajo pero de altos amores, es modelo y ejemplo para nosotros educadores. Nuestros estudiantes no son Jesús…. pero sí son como Jesús y están llamados a ser como Jesús, por su deseo de seguir profundizando y creciendo cada día para ser lo que son llamados a ser – personas llenas de la fuerza del Espíritu para entregar vidas.
Como comunidad pidamos la intercesión de nuestra Madre María, para que sea nuestro ejemplo de entrega y fortaleza ante tantas adversidades que atravesamos como sociedad. Que Dios bendiga a todos los docentes en esta noble misión de formar a miles de niños y jóvenes para la vida. Que María, signo de nuestra esperanza, interceda por cada uno de nosotros para ser fieles al llamado de Dios en esta vida. Feliz día para todos los educadores.