Estamos viviendo tiempos donde vemos violencia a diario, desde ataques a personas, robos, peleas, siguen sucediendo guerras en nombre de Dios y a pesar de que hay mucha gente que trabaja para la paz seguimos sufriendo el dolor de ver cómo el hombre lastima al hombre.
¿Qué nos sucede a los seres humanos? Me pregunto ¿qué nos pasa que en pleno siglo XXI nos seguimos matando entre los de nuestra misma especie?
Pienso que el mal así como el bien habitan en nosotros, todos los días elegimos qué vamos a alimentar en nosotros. Cuando vemos violencia y guerra nos sorprendemos y no podemos creer tanta crueldad, sin embargo nosotros también de alguna forma lo hacemos cuando hablamos mal de alguien que no está presente, lo criticamos o no le damos la mano cuando necesita, a veces no es necesaria un arma para matar a alguien, muchas veces lo hacen nuestras palabras o nuestros silencios.
Dijo León Tolstoi: “No hagas el mal y no existirá”.
A veces sin querer no solamente lastimamos sino nos lastimamos, en nuestra propia familia juzgamos cuando nos sentimos atacados, no buscamos la paz sino que el otro pida perdón, que se arrepienta y así continúan las peleas hasta que se convierten en guerras.
Naturalmente cuando nos lastiman queremos lastimar y es ahí donde solamente nosotros podemos elegir hacer el bien o el mal.
Hacer el bien no significa tener que estar con esa persona que me dañó sino bendecirla.
Aunque nos duela y nuestros más bajos instintos quieran salir a dañar al otro podemos aceptar que todos tenemos eso dentro nuestro y capaz eso nos puede ayudar a no tomarlo como personal y dejar ir. Bendecir todo, aun al que me dañó.
La bendición es como un boomerang, vuelve a nosotros, recordemos que todo lo que pensamos y decimos es energía que se mueve, hacer el bien nos vuelve, desear el mal ¡también!
Hoy podemos observarnos y ver qué reacciones tenemos cuando nos sentimos lastimados y recordar que cada uno de nosotros elige en todo momento, y que lo que alimentamos dentro nuestro es lo que ¡crece! Que Dios los bendiga.