A mediados de agosto, la Reserva Privada Biosfera Larumbe se convirtió en la decimoquinta reserva en integrarse al Sistema Provincial de Áreas Naturales Protegidas de Misiones, aportando 47 hectárea, cuando tras 14 años de “lucha” la familia de Victoria Elena Larumbe Czajkowski pudo firmar el convenio con el Ministerio de Ecología.
“Compramos esa chacra porque en ese momento teníamos el efectivo. Los costos de las propiedades eran muy caras en España y mi esposo, Pedro, español, quería que nuestro hijo, Pedro Junior, mantuviera sus raíces. Por diferencias en el cambio nos resultaba posible la compra”, manifestó la misionera que en España se desempeña como ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.
Fue así que su esposo se empeñó en buscar propiedades en Argentina a través de Internet. Y un sábado por la mañana, “mientras estábamos en casa, me dijo: ‘venden una chacra en Oberá, y como siempre tuve buenos recuerdos de Oberá, miré las fotos, me encantaron, miré el precio, tenía la plata, y le contesté: compremos. Fue en 2006”. Una vez que la adquirieron, quedaba ver el destino que le darían a esa extensión de tierra porque tanto Larumbe Czajkowski como su esposo trabajan y mucho por esas fechas. Cierto día, investigando a través de Internet, le llamó la atención lo de las Reservas Privadas, y buscando información “me enteré que mi antiguo entrenador en Posadas, Eric Barney, tenía una. Así que ya decidimos y pusimos en marcha la Reserva Privada Biosfera Larumbe”. Ernesto Krauchuk, por entonces jefe de inspectores en Ecología, es un familiar lejano que los orientó y “encargamos el Plan de Manejo a un profesional que nos recomendó, llamado Diego Baldo”.
“Desde 2007, estamos trabajando en el tema con la ayuda de mi hermana Alejandra Larumbe, en particular, y la colaboración de muchas otras personas”. Además, en la Reserva de Colonia Alberdi “colaboran dos guardafaunas honoríficas que vivieron en la chacra, y funcionan muy bien. En realidad, cumplen una función moral. Ellas son de la zona, y apoyan lo de proteger el monte. La gente de la zona me ayuda muchísimo y, tal vez por respeto a ellas, no tocan el espacio”.
Según Larumbe Czajkowski, “nuestro proyecto es la conservación, pero me gustaría integrarlo a la educación ambiental. Que los estudiantes vean cómo es la biodiversidad si se le permite actuar; que disfruten lo fresquito que se está en el monte en pleno verano y sin tener que pagar aire acondicionado. Y lo último que quisiera incorporar al proyecto es el tema de la salud. Es que hace más de seis años que en mi familia tuvimos un problema de envenenamiento con mercurio, aluminio y agrotóxicos. En la medicina convencional, salvo un médico, el resto de los profesionales, “no sabe/no contesta”, recordó.
Agregó que superaron esta situación “con el único médico y un biólogo molecular privado que sabían curar a ese tipo de pacientes, nos ofrecieron un tratamiento con alimentación ecológica. Pero sólo con eso, llega un momento que no es suficiente, hay que recurrir a los yuyos. Porque de farmacia no existe y de herbolario, hay de todo y es difícil acertar. Así que terminamos la recuperación con té de yuyos. Fue una prueba de humildad personal, ya que yo creía que sólo curaban los fármacos y me reía de la gente que se trataba con yuyos”.
“Es otro aprendizaje que veo necesario. Conservar y recuperar los conocimientos sobre las propiedades medicinales de las plantas autóctonas, ‘yuyos’. Pero ahí hay otro tema controvertido que creo indispensable, que se pague al propietario por conservar la selva”, analizó. “Creo que debería enseñarse en las escuelas, al menos las del entorno. Y con el tiempo, crear un prototipo de vivero y una enciclopedia de la zona. En cada espacio que se pueda”, analizó.
En la zona de la Reserva se encuentra un establecimiento tealero y secaderos, que reúnen la producción de té y yerba de la zona y permiten que la mayoría de los hombres tengan un sueldo digno y seguro durante unos meses del año.
“Es como una bendición. El resto del tiempo tienen que recurrir a trabajos temporales y cuando no les queda más remedio usan la madera de los montes para cocinar o vender como leña o similar, pero a mí me ayudan, entre otras cosas, vigilando que no se tale mi monte. A lo mejor es que la gente de la zona comprendió que nosotros somos unos locos que no queremos que se toquen los árboles, y no sé por qué razón, pero decidieron respetar nuestra decisión. Pero pienso que la clave para poder proteger la selva es darle un valor económico diferente al de la madera. Y “que se pague a cada propietario por conservar cada árbol”, reflexionó.
A los niños de la zona en la que se encuentra la reserva, “intento mentalizarlos que hay que cuidar el monte y ellos transmiten a los padres que hay que conservar. Mientras podamos, seguiremos cuidando aunque sea un poquito del oxígeno”.
Larumbe Czajkowski entiende que, básicamente, “lo que necesitamos para conservar la biodiversidad es que se pague por hectárea de monte conservado, no sólo al propietario, sino también a la gente del entorno. De lo contrario, eso, tarde o temprano no será viable. Y no hablo de muchísima plata. Sencillamente dar otro nombre a los subsidios que ya se están dando, y asignar el cuidado de los árboles de su patio, de su vereda y del parque o la reserva que le queda más cerca. No se estaría gastando más plata, se estaría pagando por un trabajo productivo”.
Mientras tanto, y siempre, “será útil generar una colaboración desde el ámbito educativo y las Reservas Privadas para que la gente de la zona las visite y disfrute de la selva como en otros países o regiones, donde se disfruta de los museos o los centros comerciales”.