En el calendario mesoamericano, el de primavera era más que un cambio de estación; para los mayas este evento astronómico significaba la planeación de la siembra.
“Lo relacionaban con el renacimiento porque marcaba el inicio de la temporada de crecimiento y reverdecer de la naturaleza; mientras que el de otoño indicaba el momento de la cosecha”, según el antropólogo Ernesto Vargas Pacheco, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.
La cosmovisión es la visión estructurada en la que los antiguos mesoamericanos combinaban de manera coherente sus nociones sobre el medio ambiente en que vivían, y sobre el cosmos en que situaban la vida del hombre.
Así, la astronomía y los calendarios mayas son resultado de la observación constante y repetida de la naturaleza, acción que les permitió predecir y orientarse en ciertas situaciones, como en el caso de la siembra.
En Argentina
Si bien celebraremos el 21 como el Día de inicio de la Primavera, en realidad, en el hemisferio sur se produce entre el 22 y 23 de septiembre y serán tres meses para disfrutar de esta estación en la que el amor es el tema central. Es la etapa en que la naturaleza prácticamente se conecta con nosotros, llamando nuestra atención con sus flores y colores. La Tierra en ese momento tiene la misma distancia con respecto al sol en ambos hemisferios, el norte y el sur. Esa es la causa de que dure lo mismo tanto el día como la noche.
La raíz etimológica de equinoccio proviene del latín “aequinoctium” (aequus nocte) que significa “noche igual”. Cuando llega la primavera tenemos más horas de sol. Amanece más temprano y oscurece más tarde. Ver la luz y sentir que es más que un cambio de estación.