En ocasiones, debemos admitir que necesitamos asistencia para obtenerla en el lugar adecuado. Te invito a considerar a continuación cuatro rasgos de alguien que se cree omnipotente:
1. Alguien omnipotente no se conoce en profundidad
Nunca realiza una mirada introspectiva, por lo que no se conoce ni se respeta a sí mismo. Como consecuencia, tampoco lo hace con los demás. Pero, en el fondo, es una persona que siente una gran impotencia e intenta disfrazarla con una ilusión de omnipotencia. Solo cuando reconocemos nuestra humanidad, nuestras debilidades, podemos descubrir nuestras fortalezas que siempre nos conducen a la autonomía.
2. Alguien omnipotente intenta “vender” su seguridad
Como está únicamente centrado en su persona, trata de “venderles” a otros que es alguien seguro, decidido, fuerte. Pero, si en el camino aparece alguien que puede más que él o ella, surgen los conflictos. A veces, ocurre que quienes están cerca, con el paso del tiempo, se dan cuenta de que no se trata de alguien tan especial como pretende hacerles creer. Por lo general, autopromocionarse solo genera el efecto contrario en los demás. Las virtudes no se demuestran, se accionan.
3. Alguien omnipotente regaña a otros
La queja es una actitud habitual en él o ella y suele hacer uso de la amenaza para impresionar a otros. “Vos no tenés idea de quién soy yo”, dice, por ejemplo. Pero a ninguno de nosotros nos gusta que nos regañen, nos juzguen o nos condenen. Esta actitud es típica de aquel que se cree superior a los demás y nunca deberíamos tolerarla.
4. Alguien omnipotente no tiene capacidad de liderazgo
No es un buen líder, pues tiene la creencia de que lo sabe y lo puede todo y no permite que nadie le aporte nada. Como resultado, no valora a quienes están a su alrededor, sean superiores, pares o subalternos. Si arma un equipo, expresa: “Mi equipo es el mejor”, pero esto está lejos de ser cierto. Cuanto más omnipotente sea un líder, más ineficiente será porque nunca se cuestionará nada. Para liderar, es fundamental practicar la autocrítica.
¿Cómo podemos salir de la omnipotencia?
Fundamentalmente, admitiendo que no somos perfectos. ¡Nadie lo es! Los errores, cuando los admitimos son una fuente de aprendizaje y crecimiento.
No deberíamos avergonzarnos de ellos. Lo ideal es verlos, aprender la lección y corregir lo que haga falta.
También flexibilizar nuestra mente y practicar el negociar con los demás nos ayuda a ser un poco más humanos.
Lo más importante es estar dispuesto, dispuesta, a aprender de nuestras equivocaciones para no seguir repitiéndolas vez tras vez.
La persona omnipotente las niega o ignora y se enoja. La persona consciente de su humanidad enseguida toma la decisión de corregirlas.