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De los cinco testimonios que se oyeron ayer ante los camaristas del Tribunal Penal 2, dos centraron mayor tensión. El relato de la esposa de Carlos Antonio Amarilla (61), taxista asesinado el 31 de marzo de 2017 en un intento de asalto en el barrio Giovinnazo de Posadas, y el de uno de los presuntos coautores del crimen, declarado no punible porque tenía 15 años al momento del ataque.
A Wilson Maximiliano Alvez De Souza (20) le correspondió el relato como testigo y se basó en que el intento de robo “terminó mal”. Buscó con su coartada apuntalar las chances del acusado de “homicidio calificado criminis causa” Fernando Axel Pensotti (23). “Somos Amigos y esa noche no teníamos para pagar el remís y el colectivo tardaba. Entonces quisimos hacer una moneda extra pero el taxista se dio cuenta y trabó las puertas del automóvil y nos dijo ‘van a tener que pagar’. En ese momento Fernando le apuntó con el arma y el remisero tiró un manotazo para atrás, comenzó el forcejeo y se escapó el disparo”.
“Nos bajamos y corrimos hacia el monte y al barrio, nos fuimos a la casa de mi madre, eran las 22.30 o 23 más o menos, busqué a mi novia y le conté que Fernando se había mandado una macana”, aseguró De Souza.
Sobre las horas posteriores al crimen y hasta su detención resumió: “A las 5.30 del otro día me levanté y me fui a trabajar (como sereno en Itaembé Guazú presuntamente) hasta que me llamó mi madre y me dice que la policía me estaba buscando. Al rato me vuelve a llamar y ya me dice que estaba esposada en una camioneta ella, mi novia y mi padre. Ahí decidí entregarme a la brigada (de Investigaciones UR-X), me hicieron la prueba de parafina y me metieron a una celda de la Decimoprimera. Me llevaron después a una entrevista con un psicólogo y luego ante la jueza (de Menores 1, Marcela Leiva) me preguntaron qué pasó y yo les relaté lo mismo pero les dije que no me lo podían preguntar sin tener un abogado”. “Con Fernando salimos a hacer una moneda, no queríamos matar a nadie”, insistió.
“No pude volver a trabajar”
La declaración de Delia Rodríguez (55), agente retirada del Servicio Penitenciario Provincial y viuda de Amarilla giró en torno al dolor “que no termina más desde ese día”, remarcó.
“Carlos se fue a trabajar a las 21.30 a su base en la terminal de colectivos, cuando me estaba por acostar a dormir le mandé un mensaje y luego lo llamé pero ya no me contestó. Él tenía un celular Nokia de los viejos y yo insistí con comunicarme y no respondía. A las 1.30 me llama un familiar y me dice que lo mataron. Ahí entré en pánico porque pocas horas antes estábamos contentos tomando mate”.
“Lo desperté a mi hijo, me temblaba todo, no podía manejar, entonces le pedí que lo hiciera él. Cuando llegamos a la calle 210 y Cocomarola, donde nos indicó la policía ya no nos dejaron pasar porque estaban trabajando en las pericias”.
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“Desde esa noche no puedo creer lo que pasó. Todo se transformó en terror, me cambió la vida, ya no pude volver a trabajar, no pude seguir mi carrera (en el SPP), me tuve que retirar porque se tornó todo traumático, no se puede explicar (…) Con Carlos llevábamos 25 años juntos y criamos a Cristian Alberto Amarilla, nuestro hijo”.
En cuanto al perfil social y de conducta de su pareja agregó: “Carlos era un hombre respetuoso con todos, pero fundamentalmente con nosotros, con su familia. Cuarenta años de taxista había cumplido y nunca le conocí un problema grave. Lo querían todos sus compañeros”.
Consultada por la fiscal subrogante, Adriana Herbociani, sobre si era habitual que llevara mucho dinero consigo Carlos Amarilla cuando trabajaba, Rodríguez respondió: “Tenía una billetera en la guantera del taxi siempre, pero algo de cambio lo ponía en el bolsillo de su camisa. A la hora que le ocurrió eso no tenía dinero de recaudación porque era su primer viaje de la noche”.
Otras dos testigos declararon ayer. Vecinas del barrio Giovinnazo que vieron a Wilson De Souza y a Fernando Pensotti corriendo durante la noche del homicidio. Una de ellas remarcó con crudeza: “Mi hijo estaba detenido en la comisaría Decimoprimera y yo fui a llevarle, antes vi a Wilson corriendo con una bermuda puesta y una remera en el hombro. La policía me preguntó después y yo lo conté, porque él maltrataba a mi hijo, le decía negro sucio porque trabajaba conmigo en la olla buscando entre la basura, él y toda su familia nos discriminaban y los denuncié varias veces”.
En este punto, la testigo siguiente coincidió (además de remarcar que también vio correr a Wilson y Pensotti esa noche) en que “en el barrio, en esa época, las peleas eran constantes, era muy conflictivo, muchos problemas entre vecinos, era violento”.
Más custodios
De los diez guardias del martes que custodiaban a Pensotti, ayer se sumaron al menos cinco más de los equipos especiales del Servicio Penitenciario Provincial.
Efectivos con escudos en la puerta de ingreso al Tribunal de calle San Martín, otros varios en los pasillos y media docena que lo rodearon adentro de la sala de audiencias, marcaron una mañana de mayor tensión. Hoy se esperan los alegatos y el veredicto.