“No trates a los demás según su maldad sino según la bondad que hay en ti. No hay nada como devolver bien por mal”.
Qué podríamos decir para explicar esta frase, qué difícil es devolver ¡bien por mal!
¿Cómo hacerlo?, cuando nuestro instinto es lastimar al que nos lastimó.
Todas las escrituras antiguas nos dicen “no hacer el mal”. Es un mandamiento, una premisa para la vida, sin embargo pareciera que no lo podemos cumplir.
Vemos nuestro mundo donde cada uno está viendo cómo salvarse, cada uno se separa del otro pensando en si mismo, alejándonos de lo que nos une como hermanos, ¡tratarnos bien!
Si tan sólo pudiéramos vernos como una creación divina y no como un enemigo podríamos comprendernos, disculpar, aceptar que el otro no me ataca sino que ataca porque está lastimado.
Hacer el bien nos hace bien, nos salva, limpia nuestro corazón, nos devuelve la integridad, nos hace sentir dignos, después de todo como dice Lucas en la Biblia: “¿qué mérito tiene amar a los que te aman?”.
Todo corazón necesita ser amado, todo corazón necesita ser restaurado, hoy pensemos ¿cómo está el nuestro? ¿Qué dolores hemos guardado que no nos permiten confiar y amar?
Amar es verbo, requiere acción, es una decisión. Podemos observamos, ver qué necesitamos, qué nos den y eso damos a otro, es un ejercicio para sanarnos. Eso que necesitamos lo regalamos a quien necesite, a quien pasa por nuestra vida, ya que nada es fortuito. Cada persona que llega a nuestra vida es para algo y quizás hoy podemos recordar que todo lo que damos ¡vuelve multiplicado!
Que Dios los bendiga.