Hablamos de esta generación y vimos algunos aspectos no tan positivos, aunque cabe resaltar que no todo tiene una connotación negativa, por así decirlo, “la generación de cristal”, (tengo 2 de mis hijos nacidos en esos años), gracias a ellos, los padres, ya no nos escandalizamos viendo un médico con tatuajes, una mujer que no quiere ser mamá, una pareja atea o dos hombres o mujeres tomados de la mano.
Nuestros hijos o los que los representan en las redes han visto algo que nosotros, desde nuestra “normalidad”, no vimos porque crecieron soportando las adversidades en un entorno donde las diferencias eran fortísimas desde varios segmentos sociales; el racismo, los rubios lindos; la idea de inteligencia solo para el que sacaba 10 en el colegio; entre otras cosas. Pero ya no son esos tiempos: el racismo ha perdido desde varios flancos, el machismo se está viendo amenazado, el abuso laboral también es observado desde miradores de derechos humanos; las familias modelos y los estándares que sirvieron de estandarte en generaciones anteriores.
Estos verdaderos “nativos digitales” son “autodidactas” (aprenden por tutoriales, “creativos” (incorporan rápido nuevos conocimientos) y sobreinformados, y han dejado de ver a las carreras de grado como algo a aspirar, mal que nos pese a los padres.
Algunos referentes de ellos, en la red Instagram por ejemplo, han logrado que la sociedad los vea de diferente manera, sorprendidos vemos que algunos de ellos logran recaudar miles y miles de Dólares para una causa de salud o una determinada necesidad que eligen al azar y les cae bien. Algo que jamás se había visto ni logrado por algún famoso.
En contraste, atento con esto, también veo que muestran una mayor sensibilidad y aumento en los síntomas de depresión o ansiedad, porque estos jóvenes tienen dificultad para canalizar los problemas, por pequeños o cotidianos que sean, ya que se deben a sus seguidores o amigos que ven en él un modelo a imitar. Una carga a veces, demasiado pesada.
En la tecnología y lo que podemos hacer con ella, sin lugar a dudas, está en clave promover un mundo más justo y más visible para las próximas generaciones. Sin embargo es necesario un énfasis educativo para detectar lo real de lo que se llama “fake news” porque sin inocencia, pueden incidir en lo que luego decidimos como admiradores, clientes, ciudadanos o padres.
Como madre y profesional creo que es sumamente grave, ya que me ha pasado varias veces, por ejemplo, el que no sepa distinguir una noticia falsa de una verdadera. Es como un nuevo analfabetismo.
Estas preocupaciones representan algunos de los puntos más importantes que les toca resolver a los millennials. Sencillamente porque aún están a tiempo, porque todo está en construcción aún y porque nuestra idiosincrasia, a pesar de ser los seres humanos ególatras y un poco flojos, es profundamente solidaria y tenemos como objetivo principal hacer de este planeta un lugar mejor para vivir.