La vida pasa como un calendario que sus hojas van llegando al suelo. Y un día la vida te sorprende cuando ya creías haber vivido todo. Unos ojos de miradas profundas y una sonrisa amplia hacen latir nuevamente al corazón, que demuestra el destino que no hay edad para volver a amar.
A veces sentimos miedo por ver que con el tiempo han pasado varios inviernos y primaveras, pero sí se puede volver a sentir sin creer “hacer el ridículo” porque a los adultos el miedo los paraliza creyendo que su tiempo ya fue.
Sin embargo Dios les vuelve a dar una nueva oportunidad, hoy ríen, sueñan, aman con intensidad diferente.
Volver a amar en la madurez es sentirse vivo.