Octubre lo dedicamos de manera muy especial al rezo del Santo Rosario y es oportuno que podamos reflexionar sobre la importancia que tiene la plegaria en nuestra vida. La oración mantiene viva la comunión con Dios en la fe. En octubre, la Iglesia nos invita a elevar una oración muy sencilla y simple como es el Santo Rosario, que también enriquece nuestra vida espiritual.
Sin duda que la oración es una experiencia de encuentro con Dios y que vivimos por la gracia de la fe. Es la confianza que sentimos como seres humanos frente a la inmensidad del amor y la misericordia que Dios tiene para cada uno de nosotros.
Como nos diría el papa Francisco en su catequesis sobre la oración, explicando la experiencia del ciego Bartimeo al que Jesús le abrió la vista; la oración es la voz interior que clama a un Dios que está caminando a nuestro lado “¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!”. En nuestros desalientos y oscuridades de la vida qué bueno que podamos entregar nuestras preocupaciones como un pedido humilde, poniendo toda nuestra esperanza en Dios: “¡Jesús, ten piedad de mí!”
La vida de oración fortalece nuestra confianza en Dios que es amigo y compañero en el camino de la vida. Como a un buen amigo, es bueno que podamos compartir nuestras alegrías, esperanzas y también los momentos de dolor y sufrimiento que transitamos.
Los momentos de silencio interior, meditación de la palabra de Dios, adoración eucarística son ocasiones privilegiadas para experimentar nuestra relación con Dios como amigo. Es una oportunidad para escuchar la voz de Dios y así entregarle los sentimientos más profundos de nuestro corazón. La vida de oración fortalece nuestra amistad con Dios y nos ayuda a vivir confiados en su Misericordia.
El mismo Jesús nos invita y anima a estar en comunión con el Padre a través de la oración como lo hacia Él que ante los momentos importantes de su misión pública, subía al cerro para orar a solas. También en la víspera de su pasión Jesús eleva su oración para cada uno de nosotros pidiendo: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba…Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada.” (Cf. Jn 17, 11-19)
Jesús mismo desea con la fuerza de la oración y la protección del Espíritu Santo seamos fieles a la misión y que gocemos de la alegría de seguir al Señor. También es la certeza que tenemos en la fe que cada vez estamos transitando momentos de cruces y sufrimiento el mismo Jesús reza por nosotros.
Para nuestra vida de oración, el mejor ejemplo lo tenemos en nuestra madre María. Ella nos enseña a decir “SÍ” confiando en el poder de Dios que todo lo puede. Ella intercede por toda la humanidad como una madre fiel que nunca olvida a sus hijos. Por eso también como Iglesia se recomienda esta oración sencilla del Santo Rosario que nos mantiene unidos a Jesús y a María en su intercesión por cada uno de nosotros y por nuestras necesidades.
Esta oración nos permite gozar de la ternura de María que siempre intercede por nosotros. Ante tantas dificultades como a veces experimentamos, ante tanta ayuda que necesitamos, para sacar adelante a la familia y acercarla más a Dios, en las batallas de nuestra vida interior, no podemos olvidar que, el Rosario es un arma poderosa, para vencer en nuestra lucha interior, y para ayudar a todas las almas.
Por encima de todo como nos recomienda nuestro querido papa Francisco, perseveremos en la oración en todo momento, fortalecido por el Espíritu Santo. San Pablo en la Primera Carta a los Tesalonicenses nos recuerda: “Oren sin cesar, den gracias en todo” (5,17-18). Caminemos en la vida con un corazón agradecido y fortalecido por la esperanza en un Dios que nos ama.