Un mes de inflación en Argentina equivale a un año de suba de precios en cualquier país de la región. Ese solo dato debería bastar para frenar la parafernalia que representa la economía nacional y reordenar todo.
Pero no… la estructura económica argentina está repleta de problemas que echaron profundas raíces en casi todos sus rubros y la política no deja de sumar capítulos que alientan a la debacle.
Por estas semanas y tras la derrota en las Primarias, por ejemplo, el Gobierno dio luz verde a la impresión de millones de pesos con el objetivo de dar vuelta esa caída, pero es conducta compromete enormemente las chances del país y sus habitantes.
No es otra cosa más que un paliativo para unos días, una solución coyuntural que no resuelve ninguno de los problemas de raíz y que, además, asegura nuevos dramas en el mediano y corto plazo. Porque a partir de las sucesivas emisiones monetarias desfasadas comprendimos que la impresión monetaria hoy es inflación después.
Mucho de ese dinero que circula en las calles desde las PASO va directamente al mercado cambiario presionándolo y asegurando subas inflacionarias en el futuro no muy lejano.
El Índice de Precios al Consumidor se volvió a disparar en septiembre igualando a la inflación anual de cualquier país de la región. Y para octubre, congelamiento incluido, las proyecciones no son para nada alentadoras.
Si nuestros gobernantes entienden, como dicen entender, que los precios son la variable con mayor peso específico en las economías familiares, entonces deberían trabajar verdaderamente en cuestiones de fondo.