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“Hay en las cercanías de San Javier, en la Provincia de Misiones, un lugar único tal vez por su historia, historia que ya es leyenda, porque hechos y fantasías se confunden en el tiempo.
Se trata del llamado Cerro Monje o Cerro del Monje, un lugar a donde acuden centenares de peregrinos que llegan allí para pagar sus promesas o para beber el agua milagrosa que surge de una fuente natural, o lavar con ella sus males.
Cuentan que hace casi dos siglos peregrinaba por el mundo un gran pecador buscando una señal de Dios que le indicara que sus pecados habían sido perdonados. Después de mucho ambular y de haber andado Uruguay arriba, naufragó frente a San Javier su barca.
Así llegó hasta el cerro, verdadero peñasco sin vegetación, salvo gramíneas escasas, al cual escaló. En su cima se apoyó cansado en el cayado que llevaba, y donde éste marcó la peña, surgió un manantial de agua pura.
Viendo en ello la señal divina que esperaba, comenzó una vida austera, de sacrificios, ayuda al prójimo desde aquel lugar que adoptó como morada.
Llegaban allí de todas partes indios, portugueses y españoles a hacerse curar por aquel penitente, verdadero asceta que con sus manos y el agua del manantial curaba todos los males.
Un día desapareció como había llegado; nadie supo de dónde vino y adónde fue, pero el agua siguió manando de la fuente, y es dicho que todo aquel que está exento de pecados y que pide un favor especial, encuentra agua en la fuente. Mas aquellos que están en pecado no la encuentran, debiendo reincidir en sus peregrinaciones hasta haber saldado sus deudas con Dios. Entonces, se les otorga la petición.
La gente del pueblo explica que las aguas de la peña del Cerro Monje son milagrosas y tienen extraños efectos curativos, tal como en los tiempos del penitente”.
(Extraído del libro “Misiones y sus leyendas”, de Elsa Leonor Pasternik, publicado en 1996)