Aun cuando se alcance un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional antes de marzo, tal como aseguró durante el fin de semana el ministro de Economía, Martín Guzmán, el Gobierno deberá atravesar el desierto antes de llegar a esa instancia.
La sequía de dólares que se hace sentir con fuerza por estos días podría ceder algo en las próximas semanas con el ingreso de las divisas provenientes de la cosecha fina pero las mayores necesidades que se enfrentarán durante el verano dejarán, otra vez, las reservas del Banco Central al borde del vacío.
Más allá del vencimiento de capital de FMI a fines de diciembre por más de USD 1.890 millones, el calendario de pagos se mantiene exigente en los meses siguientes.
En el mejor de los escenarios, es decir, aquel en que las negociaciones con el organismo avanzan sin dificultades tras el resultado electoral del próximo domingo, el Banco Central perdería más de las mitad de las reservas netas con que las cuenta hoy a disposición.
Se trataría de unos USD 4.300 millones, equivalente a 54% de los aproximadamente USD 8.000 millones que computa actualmente según estimaciones privadas, entre divisas, oro y DEG. Esa cifra desaparecería casi en su totalidad si el entendimiento con el Fondo se dilata más allá de abril.
Más allá del pago que Guzmán ya confirmó se realizará el mes próximo, el balance cambiario hasta marzo luce desafiante, de acuerdo a los cálculos de la consultora financiera Delphos Investments.
En enero hay que pagar al organismo otros USD 731 millones y un monto menor de USD 372 millones en febrero. A esas cifras se suman los pagos de capital e intereses de deuda de títulos públicos y privados y el costo de la venta de dólares para atesoramiento. La cuenta será compleja de sostener con el ingreso de los dólares comerciales.
Este resultado apretado para el Banco Central tendrá, previsiblemente, una implicancia directa sobre el mercado cambiario.
La escasez de divisas determinará el margen de maniobra del Gobierno para acelerar el ritmo de ajuste del precio del dólar oficial sin arriesgar un salto abrupto. En cualquier caso, estas cifras confirman lo que el mercado da por descontado: una mayor devaluación a partir de la semana próxima. En qué medida se acelerará esa devaluación es una incógnita que depende en gran medida de las negociaciones que hasta ahora lleva adelante Guzmán.
“En un escenario en el que el Gobierno debe cubrir los vencimientos con reservas, el mercado descuenta una aceleración del ritmo devaluatorio a partir del 15 de noviembre, visión que también compartimos. Sin embargo, subsisten dos preguntas importantes. En primer lugar, ¿cuál es el margen de maniobra financiero que podría tener el Gobierno para posponer el acuerdo con el FMI más allá de marzo de 2022? Y relacionado con esto, ¿podrá el Gobierno acelerar el ritmo devaluatorio sin enfrentar un salto discreto del tipo de cambio como en enero de 2014?”, pregunta el último informe semanal de Delphos.
Tras analizar las proyecciones del balance cambiario, las respuestas son bastante previsibles: las chances de dilatar un acuerdo con el FMI que despeje los vencimientos tanto con el propio organismo como con el Club de París, al que aún se le debe el capital de la última cuota que venció en julio último, sin arriesgar una devaluación de magnitud son mínimas. En este sentido, el Banco Central podría perder hasta USD 7.000 millones (94% de las reservas netas actuales) si el acuerdo pasa de abril, con lo cual las presiones cambiarias garantizarían un otoño por demás turbulento.
En contexto inverso, un acuerdo antes del fin del primer trimestre generaría una situación algo más cómoda. Aun así, habría que atravesar enero y febrero.
La salida de divisas que se produzca en ese período puede deparar un nuevo menú de medidas por parte del BCRA con miras a “aguantar” el tipo de cambio hasta tanto el directorio del Fondo apruebe un nuevo entendimiento. “Pasar el verano con escasez creciente de divisas y una aceleración del ritmo de devaluación”, concluye Delphos.
Un poco de aire para el Gobierno
El ingreso de dólares proveniente de la próxima cosecha una vez más podría salvar al Gobierno de una devaluación brusca. Esas divisas comenzarán a entrar en diciembre por las exportaciones de trigo, pero el grueso ingresará a partir de abril. La proyección del economista Fernando Marull es que podría llegarse a los USD 33.000 millones, superando por casi USD 1.000 millones la de este año.
Se trata de un escenario excepcional, ya que incluso superaría los valores de este año, aún cuando la soja ya no cotiza con un pico de USD 600 sino que apenas supera los USD 450 por tonelada. Pero el volumen sembrado es histórico y se espera una cosecha total de 125 millones de toneladas entre soja, maíz y trigo, que estaría 9% por encima de la registrada en 2021.
Mientras que este año todo el aumento del volumen de producción se explicó por “factor precio”, con valores excepcionales para el principal producto de exportación argentino, ahora cobrarían mucha mayor importancia las cantidades.
En caso de cumplirse con esta proyección, los dólares que ingresarán por la actividad agropecuaria deberían alcanzar para otro año de gran superávit comercial y también para llevar cierto equilibrio al mercado cambiario. Este escenario relativamente optimista incluye además un mantenimiento del cepo cambiario bastante estricto, incluyendo la regulación para el acceso al mismo de los importadores.
El titular del BCRA, Miguel Pesce, señaló en medio de la fuerte suba de los dólares financieros y el regreso de la brecha cambiaria al 100% que en diciembre el mercado debería estar más equilibrado. El mes próximo deberían ingresar más de USD 3.000 millones de la cosecha fina, un valor récord para las exportaciones de trigo. Y eso debería ayudar a calmar la presión alcista sobre las cotizaciones.
Fuente: Medios Digitales