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El fútbol ya no es el mismo. Y nunca lo será. Para muchos, todavía es difícil admitirlo. Pero es la realidad. Diego Armando Maradona ya no está físicamente, pero queda su recuerdo y su legado dentro de una cancha, allí donde hizo explotar a todo un país a pura gambeta y gol. Y también al planeta: por su magia y por contexto histórico, Maradona fue el primer ídolo mundial.
Hoy se cumple un año de su partida. Lejos quedaron aquellas placas de TV que anunciaban lo peor, lo que nadie quería creer. También lejos están ya las imágenes de aquella multitudinaria despedida. Pero la pasión sigue viva. Por eso, a un año de la partida física del Diez ,EL DEPORTIVO recorrió las canchas y entrevistó a varios personajes del mundo maradoniano para saber cómo, un año después, sigue presente el recuerdo de Diego.
El pintor de Maradona
Matías Barrios (41) se ganó, con mérito, el especial mote de “Pintor de Diego en Misiones”. Su primera obra de arte fue el mural que pintó en cancha de Guaraní Antonio Franco, que recorrió las redes sociales de uno a otro rincón de la provincia. Y enseguida le llegaron más pedidos. Ya van dos trabajos de Diego terminados, pero la cola de pendientes es larguísima.
“Hasta hora pinté dos, el de Guaraní y el del Complejo El Potrero. En pocos días tengo que empezar con otro en cancha del Club San Francisco, donde se juega el Torneo Kiricocho. Ahí va a ir una imagen de Diego y Bilardo. Y el cuarto será en mi casa. Pero pedidos hay un montón”, le cuenta Matías a EL DEPORTIVO.
Tras el mural en Villa Sarita, los maradonianos misioneros descubrieron a Matías. “Me llovieron pedidos, pero por cuestiones de tiempo, no pude con todos. Además, al poco tiempo se me perdieron todos los contactos del celu, así que se complicó”, recordó Barrios, quien tuvo pedidos de todo Posadas e incluso de San Ignacio y otras localidades del interior.
Y es que el Diego de Guaraní tuvo una repercusión inusitada. “Mi hijo está en Instagram y me contó que todo el mundo iba hasta la cancha y subía su foto con la pintura. Eso me genera mucho orgullo, mucha alegría. Diego es nuestro ídolo, nuestro héroe”, recordó el pintor, quien agregó que su segundo Diego “también tuvo mucha repercusión, aunque como es puertas adentro, no se ve tanto desde la calle”.
Sin dudas, el mote del “pintor de Diego” está más que ganado. Y Matías lo asume con orgullo. “Sí, olvidate, me encanta. Soy la mano de Dios acá en Misiones, el pintor oficial”, se ríe.
Y enseguida recuerda una de las tantas anécdotas de Maradona en Nápoles, capturada en uno de los millones de videos que inundan la web: “alguna vez le preguntaron a Diego en Italia si le molestaba que hubiera gente que lucrara con su imagen. Y él respondió que nunca le iba a molestar que el pobre, el laburante, lleve el pan a su mesa. Imaginate que un año después, Diego me sigue dando laburo”.
¿Cómo será hoy el día para Matías? Sin dudas, muy especial. “Sé que algún lagrimón se me va a piantar. Y será un día para recordar todo lo que Diego nos dejó, eso de llevar la camiseta argentina a lo más alto y con orgullo, sin creernos menos que nadie, con toda la entrega que dio siempre que entró a una cancha“.
“Ojalá podamos juntarnos todos los maradonianos y prenderle una vela. Se lo extraña mucho. Lo que Diego logró es algo único: sin conocerlo personalmente, siento aún que es como la muerte de un amigo, de un familiar, de un hermano”, se emociona.
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Un recuerdo imborrable
Sin dudas, uno de los puntos de inflexión en la historia de Diego y Misiones fue el partido a beneficio que el crack jugó el 9 de mayo de 1992 en cancha de Guaraní. En aquella jornada, ante unas 12 mil personas, Maradona marcó ese histórico gol de mitad de cancha aún recordado por toda la provincia.
Testigo privilegiado desde adentro de la cancha fue Dante Pigerl (55), quien por entonces jugaba en Tigre de Santo Pipó y fue convocado a ese partido a beneficio del Hospital de Pediatría. Para él, aquel día será difícil de olvidar.
“Llegamos a la cancha y había gente por todos lados, era algo impresionante. Entré al vestuario, nos dieron la ropa y ahí dijeron que estaba llegando Diego. Verlo entrar fue algo imponente. Él llegó y nos saludó uno por uno. Hasta hoy me da escalofríos al recordar ese momento. Después salimos a la cancha y fue todo disfrute“.
“Para mí no hay amistosos, quiero ganar siempre, no existen hermanos, primos, nada, pero ese día fue diferente. Ni me importaba el resultado, era estar ahí y verlo jugar”, rememoró.
Pigerl, toda una leyenda del fútbol misionero, jugó el primer tiempo junto a Diego y, como el astro se cambió de equipo para el complemento, tocó marcarlo en el ST. “Yo estaba en mi plenitud física. Y siempre recuerdo una jugada, él viene con pelota dominada y la tira larga. Ahí yo dije ‘listo, lo como por lejos’, pero no sé cómo hizo, llegó antes, tocó para un costado y se me fue. Fue increíble. Y quedaba muy mal si lo partía”, se ríe hoy el player.
Aquel día, Dante tuvo la fortuna de hacer dos goles. El primero fue de penal. Y el segundo, tras un zurdazo tremendo que terminó en un ángulo. “Cuando volvía de hacer el gol, viene Diego, me pasa la mano y me dice ‘¡Buena, Mouzo!’, porque yo ya estaba pelado, pero tenía una melenita, como el jugador de Boca”, recordó Pigerl.
E inmediatamente después de eso, Diego tomó la pelota, la levantó y marcó ese inolvidable gol de mitad de cancha. “Fue un golazo increíble. No lo hacés siquiera si lo preparás. Ahí explotó el estadio, fue el broche de oro. Fue una belleza”.
Esa fue la primera y única vez que Dante estuvo con Maradona. El recuerdo sobrevive en las fotos con Diego que cuelgan de una pared de la casa de su madre y en la camiseta de ese partido, que aún conserva, cual si fuera un tesoro. “Fue un orgullo haber jugado con él, es un recuerdo imborrable. Mucho tiempo después fui a jugar con los veteranos a Brasil, les mostraba esas fotos y ellos no podían creer. Diego es admirado en todos lados”, se emocionó.
Hoy, un año después, Pigerl recuerda con tristeza aquella noticia. “Fue muy triste todo, incluso el final de su vida, no merecía irse así. Uno cree que los ídolos nunca mueren, pero todos somos humanos. Hoy va a ser para mí un día de reflexión”, cerró Dante
Labaroni y una tarjeta muy especial
Darío Labaroni (62) es una de las glorias de Guaraní. Fue jugador del club en su etapa dorada y también fue entrenador. Sin dudas, debería haber estado en ese partido, que nucleó a las figuras del fútbol misionero de la época. Sin embargo, un desgarro lo privó de aquella fiesta. Pero la vida lo hizo vivir la calidad de Diego mucho antes, cuando “Pelusa” tenía recién 16 años.
“Yo tenía 17 años cuando debuté en Gimnasia y Esgrima de La Plata. Y nos tocó ir a jugar a La Paternal contra Argentinos. Diego tenía 16, pero en la cancha solo se hablaba del ‘pibito’, de ‘Dieguito’. Ya pintaba para ser un fenómeno. Ese día fue la primera vez que lo vi en vivo, en una cancha”, rememora junto a EL DEPOR Laba, que jugó el partido preliminar de Reserva.
¿Qué sensaciones le quedaron a Darío tras verlo jugar? “Era un crack, infernal. Tenía una gambeta en velocidad increíble, los pasaba como postes a todos. Pero te lo digo de verdad, verlo era una locura. Y ese día, él se agarró con Tutino (jugador del Lobo) y los terminaron expulsando a los dos. Después no podíamos salir del vestuario, nos querían matar a todos. Ya era el mimado del club. Tuvimos que esperar en el vestuario como cinco horas y salir con la Policía”, se ríe Labaroni.
Darío no volvió a cruzarse con Maradona en una cancha, pero sí con varios de sus compañeros, quienes le dejaron ricas anécdotas. “El día que Diego debuta en Primera, en Argentinos, entra en reemplazo de Rubén Giordano, quien después jugó con nosotros acá en Guaraní. Y Rubén siempre nos contaba que ese día, tras ver a Maradona, dijo ‘acá no juego más’. Y así fue”, se ríe hoy Laba.
El actual entrenador incluso compartió equipo en Huracán con Carlos “Cachito” Córdoba, lateral izquierdo en el Boca de 1981, donde jugó con Maradona. “Me hice muy amigo de ‘Cachito’ y él siempre me decía que era un fenómeno, que varias veces fue a la casa y que Diego le abría el placard y le decía ‘Cachito, llevate lo que quieras, dale, no seas boludo’. Era terriblemente generoso”.
Eso sí, Labaroni vivió esa generosidad en primera persona. Previo a las fiestas de 1986, ya como campeón del mundo, Maradona tuvo un gesto: “nos llegó un sobre de Diego a todos los jugadores de Primera. Yo en ese momento estaba en Huracán. Era una tarjeta navideña con su firma en la que nos deseaba feliz Navidad y feliz Año Nuevo”.
Hasta hoy, Darío se arrepiente: la tarjeta se perdió en una de sus tantas mudanzas.
Como futbolero y maradoniano, para Labaroni hoy también será un día especial. “Hace un año, cuando me enteré, me sentí muy triste. Siempre lo quise a Diego, como jugador y como ídolo. Me dolió muchísimo, porque le tenía y le tengo mucho cariño. Y hoy seguramente se me caerá una lágrima. El recuerdo que me queda es el de su cara en el último cumpleaños, cuando era DT de Gimnasia. Ese día lo vi muy mal. Creo que lo abandonaron. No merecía morirse de esa manera”, cerró el exjugador.