Hemos iniciado el tiempo de adviento con la sensación de un aparente fin de la pandemia por un lado y con la esperanza de poder celebrar juntos las próximas fiestas navideñas. Sin embargo el temor y la sombra de las nuevas olas de rebrote de la pandemia nos tienen en vilo como sociedad. Este tiempo litúrgico tan particular que estamos viviendo con el inicio del Adviento, es una gran oportunidad para renovar nuestras esperanzas como personas, familias y comunidad.
La misma palabra “Adviento” que viene del latín adventum y quiere decir “venida” es el tiempo en que nosotros los cristianos nos preparamos para la llegada de Jesucristo. Para significar esta venida del Señor, tenemos una hermosa tradición que es la corona de adviento que ya adorna nuestros hogares y templos. El encendido de las velas de esta Corona de Adviento, es una antigua tradición de la Iglesia que nos hace presente estas cuatro semanas de preparación por la venida del Señor. Nos recuerda de la fortaleza y la esperanza de la alegre venida del Jesús en nuestra vida.
Renovamos nuestras esperanzas durante estas cuatro semanas de adviento. Cada vez que encendemos las velas de la Corona de Adviento, reconocemos la necesidad de la luz de Dios en nuestra vida que tanto necesitamos. El follaje verde con que se hace la corona representa la esperanza y la forma circular del follaje nos recuerda que no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno sin principio ni fin. El color verde significa Esperanza y Vida. El color morado de las velas es una invitación a la conversión y profundización espiritual para recibir la venida del Señor y el cirio rojo es signo de gozo por la cercanía de la venida del Señor. Es el amor de Dios que no tarda.
En este tiempo anticipamos la alegre celebración de la Navidad que se aproxima, la gran fiesta del cumpleaños de Cristo, el Emmanuel, “Dios vivo”. Es una gran oportunidad para reconocer la necesidad de la luz de Dios que ilumina nuestro mundo que muchas veces nos llena de tantas oscuridades con las propuestas materialistas. La fiesta de la Navidad nos recuerda que la verdadera felicidad nace del corazón de cada ser humano, y tiene mucho que ver con la presencia viva de Dios en nosotros.
La paz, la reconciliación, la sanación y reconciliación que viene de Dios nos lleva a la alegría del corazón. Y poder compartirlo con nuestros seres queridos multiplica la alegría y la felicidad.
Estos últimos tiempos de crisis sanitaria y económica que hemos vivido como sociedad, nos ha dejado con múltiples preocupaciones que no siempre nos permite vivir y celebrar la alegría de la fe y la esperanza. El miedo al contagio, las restricciones, los protocolos etc. nos siguen preocupando… El Adviento nos ayudará a llenar el corazón de esperanza y fortaleza, renovando nuestra fe en el Salvador que vendrá a nacer en nuestros corazones.
En esta preparación Navideña la que siempre nos da el ejemplo es la misma Madre María, que es el verdadero ejemplo de la pureza, oración, obediencia y rendición total ante la voluntad de Dios. El Sí de María permitió el gran misterio de la Encarnación, y “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. Ella sea nuestro ejemplo en este tiempo para que aprendamos a abrir nuestros corazones a la voluntad de Dios y para que permitamos que Cristo viva en nuestros corazones y en el mundo. Vivamos con alegría la paciente espera de la llegada de Cristo. Como nos pide la Palabra de Dios, “permanezcamos despiertos, mantengámonos vigilantes, y preparémos el camino del Señor”.