El hombre ha caminado siempre fuera de la Ley
sin saber que él es un rey.
Los esenios llamaban La Ley a Dios
pues sabían que con él eran Uno y no dos,
sabían también que Dios estaba en ellos, en todos y en todo
y cuán felices y en armonía vivían de este modo.
Ya que Dios es mente y mente tienes tú,
¿qué más pruebas quieres para dejar de esconder la cabeza cual avestruz?
¡Yérguete, oh hombre!, y camina tu divinidad
pues los ciclos de ignorancia han culminado ya,
la veraz información es la clave que de ellos te han de sacar,
discierne cuál es ella por como a ti te haga vibrar
pues bueno y malo son extremos de una misma vara,
esta es la verdad que debes enfrentar cara a cara.
Elige vibrar en la consciencia del Bien
pues eso ubicará en el Reino a cada quien.
3er principio de vibración: “Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra”. Las diferencias entre las diversas manifestaciones de la materia es el resultado de los distintos grados vibratorios, desde el TODO-DIOS, espíritu de la más alta vibración que puede considerarse que está en reposo, hasta la más débil vibración de la materia densa que también parece estar en reposo y entre ambos polos hay infinitos grados de intensidad vibratoria.
Desde el electrón hasta el astro y los Universos, todo vibra. La energía es un determinado estado vibratorio al igual que los planos mentales y espirituales. Por esto, quien controla sus propias vibraciones mentales puede alcanzar a controlar las de los demás y los fenómenos naturales; quién comprenda este principio ha alcanzado el cetro del poder.
El 3ero nos llevó al 4to de polaridad: “Todo es doble, todo tiene 2 polos, todo, su par de opuestos; los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grados; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse”.
Frío-calor como bien-mal son polos de lo mismo. Dominar el arte de polarizar el estado mental es lo que se conoce como alquimia mental, que al lograrlo en uno, puede lograrse en los demás.