El inicio de la novena de Navidad, nos recuerda la cercanía de las fiestas Navideñas e invita a prepararnos para celebrar la alegría de la venida del Señor. En medio de tantas situaciones difíciles que estamos atravesando, la llegada del Salvador nos propone gozar de la presencia de Dios para colmarnos de alegría y esperanza.
Es oportuno que podamos reflexionar sobre la importancia de vibrar, con un corazón alegre, a pesar de las adversidades de nuestra vida. Estos tiempos de crisis económica y pospandemia ha generado tristezas en muchos corazones, llenándolos de dolor por la pérdida de seres queridos, falta de cercanía de los afectos, etc. Todo esto, muchas veces quita la alegría interior, y es por eso que la venida del Señor nos debe animar a conservar un corazón alegre y expectante.
La verdadera alegría Cristiana, nos dice nuestro Papa Emérito Benedicto XVI: “Es sentir que un gran misterio, el misterio del amor de Dios, visita y colma nuestra existencia personal y comunitaria. Para alegrarnos, no sólo necesitamos cosas, sino también amor y verdad: necesitamos al Dios cercano que calienta nuestro corazón y responde a nuestros anhelos más profundos…”. Es la alegría que vivió nuestra Madre María y es lo que nuestra fe nos anima en este tiempo de espera desde la confianza plena en el amor de nuestro Dios.
Es importante tener muy presente, que desde la fe podemos examinar la verdadera alegría cristiana, ya que este sentimiento no es un estado anímico pasajero, sino un verdadero don de Dios que nace de la confianza de su presencia viva en nuestra vida. En la medida que nos abrimos a la acción del Espíritu Santo en nuestra vida, vamos fortaleciendo este don de la alegría que nos llena de amor y se manifiesta en el servicio.
La alegría del adviento, entendida desde nuestra fe, además nos da la certeza de un Dios que nunca nos abandona. Está siempre presente en medio de cada una de nuestras realidades concretas. Que la espera de este tiempo de adviento nos llene de gozo por reconocer el amor de Dios que siempre nos fortalece y sostiene aún en las adversidades y contratiempos. Así entonces como María podremos decir SI a la voluntad de Dios, sin temor alguno; y como Juan el Bautista tendremos la valentía de anunciar las verdades de la fe con la alegría que debe caracterizar a un verdadero cristiano.
Mantener viva la alegría Cristiana en este tiempo de adviento, es un reto que nos toca asumir de manera personal. Porque la vendida del Señor, nos impulsa a salir de la rutina y encontrarnos con la novedad y la sorpresa de Dios que nos desafía, moviliza y compromete. Como la Virgen María, estamos llamados a responder a la misión de Dios. La alegría Cristiana nos facilita abrazar la vida, con la misma confianza y abandono que vivió San José para comprender el gran misterio que “no hay nada imposible para Dios”.
Es un llamado a seguir adelante y recomenzar con la inigualable fortaleza que nos da San Pablo: “Alégrense en la esperanza, muestren paciencia en el sufrimiento, perseveren en la oración.”
Que este adviento sea una nueva oportunidad para comenzar, confiando en la cercanía de un Dios que nunca nos abandona. Que el Emmanuel, Dios con nosotros, nos fortalezca en la alegría y la esperanza!