Es el gran interrogante que quedó flotando en el ambiente económico después del último discurso de Cristina Fernández de Kirchner: ¿Qué es lo que la vicepresidente espera que haga el Fondo Monetario Internacional para ayudar a la Argentina a recuperar los dólares de la evasión fiscal? Y en todo caso, ¿Qué tan lejos está dispuesto a llegar el Gobierno para combatir la “economía bimonetaria”?
El mercado se está llenando de especulaciones en ese sentido, pero lo cierto es que el atesoramiento de dólares por parte de los ahorristas y la tendencia a llevarlos al exterior y se transformó oficialmente en la nueva obsesión del Gobierno.
Prueba de ello es que en las últimas horas Alberto Fernández recogió el guante de la preocupación que había expresado Cristina y dijo: “Hay que impulsar a los que tienen la plata afuera a que la traigan y la pongan en Argentina a producir, dando trabajo y crecimiento”.
El mandatario no dejó en claro con qué medidas concretas piensa impulsar ese regreso de los capitales, pero resultó sugestivo que pronunciara esa frase justo cuando el Congreso está en pleno análisis del presupuesto 2022, donde uno de los temas más controversiales es si se permitirá al Poder Ejecutivo que tenga margen para seguir aumentando la alícuota del impuesto a los Bienes Personales para quienes tienen bienes fuera del país.
En todo caso, es un punto para la polémica porque, si bien por un lado la mayor imposición puede entenderse como un estímulo para la repatriación de los capitales, por otra parte este año se ha visto un “éxodo fiscal” de grandes contribuyentes hacia Uruguay y otros países de legislación tributaria más benigna.
De todas maneras, esos casos refieren a contribuyentes que llevaron su dinero fuera de fronteras de manera legal y la declararon debidamente a la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). Pero lo que reclamó Cristina del Fondo Monetario Internacional refiere además a la “fuga de capitales” que está fuera del registro de los organismos recaudadores.
Según la estimación del presidente del Banco Central, Miguel Pesce, hay unos 100.000 millones de dólares el ahorro “bajo el colchón” en dinero físico, lo que convierte a Argentina en uno de los países con más circulación de billetes verdes.
Y agregó que, si se suman las cuentas bancarias e inversiones fuera de fronteras, el ahorro dolarizado de los argentinos llega a 400.000 millones de dólares. Esto es, diez veces las reservas brutas del Banco Central.
Un diagnóstico obsesivo
En realidad, Cristina Fernández de Kirchner viene hablando desde hace tiempo sobre las consecuencias de ese problema.
Ya en una carta publicada en octubre del 2020 -que es recordada sobre todo por la frase “funcionarios que no funcionan”- había dejado en claro su diagnóstico y hasta había pedido un acuerdo nacional al respecto.
“La Argentina es el único país con una economía bimonetaria: se utiliza el peso argentino que el país emite para las transacciones cotidianas y el dólar estadounidense que el país -obviamente- no emite, como moneda de ahorro y para determinadas transacciones como las que tienen lugar en el mercado inmobiliario. ¿Alguien puede pensar seriamente que la economía de un país pueda funcionar con normalidad de esa manera?”, se preguntaba en aquella oportunidad.
Y admitía que el problema trascendía las diferencias partidarias porque les había ocurrido a gobiernos de distinto signo. Por lo tanto, reclamaba una búsqueda estructural: “El problema de la economía bimonetaria que es, sin dudas, el más grave que tiene nuestro país, es de imposible solución sin un acuerdo que abarque al conjunto de los sectores políticos, económicos, mediáticos y sociales de la República Argentina. Nos guste o no nos guste, esa es la realidad y con ella se puede hacer cualquier cosa menos ignorarla”, reclamaba la vice.
Eran días que coincidían con un endurecimiento del cepo cambiario que prácticamente prohibían la compra del cupo de 200 dólares a la cotización oficial, un goteo de divisas que llegó a significar 900 millones de dólares mensuales y que erosionaban la posición del Banco Central de la República Argentina.
En aquel momento, como forma de justificar las nuevas medidas, el presidente Alberto Fernández dejaba una frase polémica: “Los dólares son para producir y no para guardar”.
Un público hipersensible interpretó que eso podía ser el preludio de una medida compulsiva y por eso entre septiembre y octubre del 2020 se produjo una mini corrida en la que salieron del sistema bancario ahorros por 2.500 millones de dólares.
Los funcionarios repetían frases del tipo “los argentinos van a tener que amigarse con el cepo, porque va a durar mucho tiempo”.
Y el presidente del Banco Central de la República Argentina le ponía una cifra: recién se podrían aflojar las restricciones cambiarias cuando las exportaciones llegaran a un nivel de 90.000 millones de dólares, es decir casi un 30% por encima de lo que será la exportación de este año, que fue excepcional por el precio de la “super soja”.
La admisión de una crisis de reservas
Lo cierto es que el acuerdo que reclamaba Cristina Fernández de Kirchner para cambiar la naturaleza bimonetaria nunca se dio, aunque sí se produjo lo que todos los economistas preanunciaban: una represión a las importaciones, mayores restricciones para el acceso a los dólares por parte del sector privado y más intervencionismo de la economía.
De todas formas, eso se reveló insuficiente a medida que avanzaban las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional. Por eso otra vez, Cristina Kirchner, en marzo volvió a referirse al tema, al afirmar: “No podemos pagar la deuda porque no tenemos la plata”.
Y lanzó una dura advertencia, tanto a la oposición como a la propia coalición gubernamental: “Si desde los partidos políticos no somos capaces de articular un acuerdo mínimo frente a cuestiones estructurales como es el endeudamiento externo y la economía bimonetaria, va a ser muy difícil gobernar la Argentina, sino imposible tal vez”.
Los hechos parecen darle la razón, dada la forma en que se erosionaron las reservas del Banco Central de la República Argentina, aun en un año de ingresos excepcionales de divisas por la exportación agrícola.
Los economistas calculan que, cuando a los 42.000 millones de dólares de las reservas brutas se les descuentan los encajes, los swaps, los créditos y las tenencias en oro, ya está en terreno negativo.
Una confirmación tácita de la gravedad de la situación fue la restricción a la financiación al turismo externo, un rubro por el cual el Banco Central temía una fuga mayor a los 5.000 millones de dólares mensuales.
Es por eso que el mensaje de Cristina en el sentido de que “no es cierto que a Argentina le faltan dólares” adquiere una relevancia especial.
La líder del kirchnerismo dejó en claro que ese punto debe ser prioritario en la agenda nacional, y que un posible acuerdo con el Fondo Monetario Internacional debe tener, como punto de partida, un reconocimiento de esa realidad.
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