Ningún funcionario que lleve un par de años en esta zona de la frontera puede desconocer que a fin de año se intensifica el tránsito fronterizo entre Posadas y Encarnación. ¡Qué decir cuando las fronteras estuvieron cerradas 19 meses y muchos quieren volver a ver a sus seres querido en Paraguay o en Argentina!
Las inhumanas colas de muchas horas para trasponer el puente internacional San Roque González de Santa Cruz solamente se pueden explicar por inexpertos funcionarios a cargo de habilitar más casillas de Migraciones. O de quienes no tienen intenciones de generar un tránsito fluido en esta zona del país, buscando tal vez que la gente se “piche” y desista de cruzar (algo insólito por cierto).
El corredor entre la capital misionera y su “espejo” itapuense tomó más relevancia todavía porque (junto a Formosa) son los únicos habilitados para el cruce entre ambos países. Si antes de la pandemia, con decenas de opciones “legales” para pasar de un lado al otro, las colas eran interminables, ¿pensaron que ahora iba a ser diferente?
Decenas de familias con sus vehículos, llegados de diferentes puntos del país, fueron sometidos a un trato inhumano durante varios días. Altas temperaturas, detenidos sobre el Acceso Sur, debieron armarse de paciencia y rezar que los autos resistieran al impacto del contexto para llegar a destino en Paraguay.
Todo porque algún funcionario de Migraciones en Buenos Aires no organiza de manera eficiente la atención en la cabecera argentina, donde sobran casillas para agilizar el paso.
De ponerse mayor cantidad de recursos humanos, hasta el propio personal no se vería agotado de hacerse cargo del lento tránsito. Incluso les evitarían ser blanco de las críticas, cuando no son ellos los que toman las decisiones finales. Ya que no funciona el sentido común, tal vez con las estadísticas podrían decidir medidas que hagan un corredor más humano para argentinos y extranjeros.