¿Dios volverá a ser argentino en 2022? Es la gran apuesta del Gobierno, que espera los beneficios de una combinación aparentemente perfecta: alta demanda global por alimentos, recorte en la previsión de la producción en otros países exportadores, excelentes cifras de producción en el campo argentino y precios otra vez al alza.
Sin embargo, el humor entre los productores no se condice con ese panorama aparentemente ideal, y cada vez se escucha con más fuerza el malhumor de las consecuencias negativas que tendrá la política agropecuaria del Gobierno. En definitiva, señalan la paradoja de un año con números récords pero riesgo de caída en las rentabilidades.
Lo cierto es que los últimos reportes trajeron uno de los pocos motivos de alegría para los funcionarios del área económica, preocupados por la escasez de divisas. En la estimación de los expertos, la campaña agrícola del año próximo se ubicará por encima de las 100 millones de toneladas exportadas, lo que implicaría una liquidación de divisas superior a la de este año, que cerrará en torno de US$33.000 millones.
Y la mejor parte, desde el punto de vista financiero, es que en los críticos meses de verano -cuando suele darse la peligrosa combinación de caída en la demanda de pesos y, además, un bajón en el ingreso de dólares- es que habrá un “puente” de divisas que ayudaría a transitar esta época del año sin temor a una presión cambiaria excesiva.
Por lo pronto, en diciembre el campo lleva liquidados US$1.300 millones y se proyecta que termine el mes en torno de los US$2.000 millones, una cifra absolutamente inusual para esta época del año, con un crecimiento interanual del orden del 60%.
Y, para el futuro inmediato, el mayor motivo de alivio está dado por la excepcional cosecha de trigo -con la mejor campaña en una década en la zona núcleo de Santa Fe-. Concretamente, las autoridades de la Cámara de la Industria Aceitera (Ciara) se da como altamente probable que las exportaciones puedan dejar unosUS$5.000 millones hasta marzo.
Para completar el marco positivo, el clima, que en un momento había representado un motivo de preocupación, finalmente no concretó sus amenazas. Es cierto que las lluvias son inferiores a las normales por causa del evento “La Niña”, sin embargo en la zona maicera las lluvias llegaron en el momento justo de la floración, y en otras áreas de cultivo todavía falta un alto porcentaje de la siembra, a diferencia de lo ocurrido en otros países, que han sido impactados más fuertemente por la sequía.
Un reporte de Marianela de Emilio, investigadora del INTA, afirma que en Argentina “no se proyectan recortes de rendimiento, dado que aún falta más de 60% de área por sembrar y se sostiene la superficie proyectada a inicios de campaña”. En cambio, señala recortes de las proyecciones para países como Brasil, Australia y Estados Unidos, lo cual implicará que en el mercado global sigan prevaleciendo las presiones alcistas de los precios.
Subiéndose al “Delorean”
Pero lo que para el Gobierno es motivo de alivio, del otro lado del mostrador está generando desconfianza por lo que vendrá. Esa cosecha de trigo, que podría ubicarse en 22 millones de toneladas, implicaría un volumen que triplica el nivel del consumo del mercado interno. El ministro Julián Domínguez, luego de felicitar a los productores, estableció un “cupo de exportación” mayor al de hace un año, que llega hasta 12,5 millones de toneladas.
Su explicación es que, de esa forma, logrará satisfacer a todos los sectores, porque mantendrá un buen nivel de exportación pero, al mismo tiempo, lograr el ansiado “desacople” entre los precios locales y los internacionales.
Pero, lejos de mostrarse conformes, los productores dejaron entrever su malestar por la actitud oficial. “Este tipo de medidas erosiona la confianza entre los eslabones de la cadena”, fue la definición de las entidades nucleadas en la Mesa de enlace.
La idea de Domínguez es replicar el convenio logrado a mediados de año en el sector del aceite, en el que se llegó a un acuerdo de subsidios cruzados, por los cuales la exportación le transfiere recursos a la industria abastecedora del mercado doméstico. De hecho, la generalización voluntaria de ese esquema había sido un pedido constante a lo largo del año por parte del presidente Alberto Fernández para los productores agrícolas, pero ese reclamo nunca tuvo respuesta favorable, por lo que se llegó a la instancia de la medida compulsiva
Así, se prevé crear fideicomisos con aportes de los exportadores de trigo y maíz, cuyo fin será subsidiar el precio interno para sectores como la industria panificadora, harinera y la de fideos, así como para los criadores de pollo que usan estos granos como insumo alimentario. Hablando en plata, se estima que el aporte de los exportadores se ubicará en 150 millones de dólares.
Las críticas no tardaron en llegar: en la Mesa de Enlace se habló de pérdidas de rentabilidad para los productores sin que ni siquiera haya una certeza de eficacia en cuanto a la contención de los precios del mercado interno. “Es una herramienta que trae incertidumbre“, sintetizó Carlos Achetoni, presidente de la Federación Agraria.
La argumentación es que, a diferencia de lo que ocurre en el aceite -donde la incidencia del grano sobre el precio del producto embotellado es muy alta- no ocurre lo mismo en productos como el pan, cuyo precio apenas se ve impactado en un 10% por la incidencia del trigo.
Fuente: iProfesional