Aunque a algunos funcionarios les guste enojarse con los pronósticos privados, para 2022 los números parecen categóricos: más inflación y menor actividad económica que este año.
Días atrás, el vicepresidente del Banco Central, Jorge Carrera, cuestionó el “sesgo” de las estimaciones privadas y dio a entender que podrían haber influido sobre la marcha de la economía.
El funcionario no habló sin embargo de lo lejos de la realidad que quedaron los cálculos formulados por el propio Gobierno para 2021, ya que se preveía una inflación del 29% y un crecimiento del PBI del 4%. Es decir, hubo una fuerte subestimación -que se repitió cuando se presentó el Presupuesto 2022- tanto de la inflación como del crecimiento económico, una maniobra habitual para poder utilizar en forma discrecional los recursos tributarios con un mayor ritmo de aumento de los precios.
De todos modos, no todos en la coalición oficialista pensaban igual: los datos del Frente Renovador que conduce el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, marcaban que el crecimiento económico sería del 10% y la inflación del 46% en 2021; para 2022, prevé un rebote del 6,5% y una suba de los precios del 48 por ciento.
Las consultoras, que cumplieron un rol clave para informar a la sociedad mientras se manipulaban las estadísticas públicas entre 2007 y 2015 y que fueron llevadas a la justicia penal por difundir datos alternativos al INDEC, anticipan que en 2022 la inflación rondará el 60%, y el PBI el 4%.
En este sentido, Abeceb sostienen que “al construir escenarios para la economía, en la Argentina es difícil evitar la sensación de déjà vu: la sensación de que las situaciones se repiten año tras año”.
En este sentido, advierten que este año “no será la excepción, en particular porque va a tener un comienzo similar al de los últimos años en dos dimensiones clave: un déficit fiscal que no se puede financiar sin emitir, lo que consolida la inercia inflacionaria; y vencimientos inabordables, fundamentalmente con el FMI, al continuar cerrado el acceso al crédito externo”.
Por otro lado, los especialistas afirman que regirá un panorama de “alta inflación y desorden de precios relativos que difícilmente se pueda corregir sin que la inflación se acelere” y un “elevado exceso potencial de oferta monetaria que se refleja en presión sobre los dólares libres y caída de las reservas líquidas hasta un mínimo”.
Todos estos factores configuran “sustanciales riesgos de enfrentar una crisis, porque además de los factores ya mencionados, el horizonte global es desafiante. Por la elevada inflación, la Reserva Federal prevé adelantar la suba de tasas y aumentarlas probablemente tres veces en 2022”.
“Esto podría apreciar el dólar y presionar a la baja los precios internacionales de las materias prima. La demanda de Brasil tampoco será dinámica con la economía creciendo 1% y enredada en un año político”, analizan desde Abeceb.
Para adelante, “los instrumentos disponibles para procrastinar ya se usaron: no hay reservas para perder; no hay margen para emitir con una inflación que apunta al 60% y conseguir la modesta meta de déficit primario del Presupuesto supone un fuerte aumento en tarifas”.
“La evidencia de que el margen se acabó es que mientras no se confirma el acuerdo con el Fondo la brecha escala, el riesgo país registra récord y el precio de los activos argentinos habita los sótanos del mercado de valores. El ‘siga, siga’ reinó en 2021 y se actuó en función del cálculo electoral”, expresaron desde la consultora.
Y si bien 2022 no será un año electoral, “las presiones en favor del ‘siga, siga’ no van a desaparecer por dos razones: en el Frente de Todos conviven posiciones encontradas sobre el acuerdo con el FMI, y que actualmente después de la derrota política en el Congreso por el Presupuesto, está en duda”.
Un pronóstico poco alentador
El director de LCG, Guido Lorenzo, brindó a Infobae sus pronósticos sobre las principales variables macroeconómicas:
• Dólar $165: “Esperamos que el tipo de cambio se empiece a mover al ritmo de los precios. No en forma lineal pero sí que al final del año no se atrase ni se adelante. No vemos ni un salto discreto ni una unificación”.
• Inflación 60%: “Al soltar las dos principales anclas (tipo de cambio y tarifas) la inflación se va a instalar en un nivel más elevado. Nuestra proyección actualmente es del 60%. Mientras más claro sea que habrá una aceleración respecto de 2021 menor será el costo de esa tasa más alta”. “La coordinación de expectativas pasa a veces por dar malas noticias y el Gobierno se hace el distraído en este punto”, aclaró.
• Crecimiento 3%: “El país se está recuperando del nivel de caída de actividad de la pandemia, pero no cambió en nada a la economía que está estancada hace 10 años. Dudo que se pueda sostener un crecimiento de la actividad. Por arrastre estadístico puede ser un número positivo, pero no se sentirá”.
• Desempleo 11%: “Parte del estancamiento de estos años tiene que ver con la incapacidad de generar oportunidades de inversión, sin esa inversión el empleo no crece. La falta de previsibilidad de nuestra economía evita salir de ese círculo, a lo que se le suman políticas que tampoco colaboran, como la represión financiera”.
“El trabajador no puede ser empleado donde el capital no tiene productividad y donde el horizonte de planificación no pasa de unos meses”, agregó Lorenzo.
• Pobreza 40%: “La combinación de bajo dinamismo del empleo con inflación acelerada da como resultado un aumento de la pobreza. A esto se le suman fuerzas estructurales como la transmisión intergeneracional de la misma”.
A su vez, Sebastián Menescaldi, director asociado de ECO GO, dijo a Infobae que “para el próximo año, salvo algún factor externo que impulse las exportaciones (como la sequía) o una recomposición de la cuenta capital (mayor endeudamiento externo privado o público), el crecimiento económico va a estar determinado por las condiciones del acuerdo con el FMI y la disponibilidad de dólares, que en parte se contraponen”.
“Con las reservas internacionales netas en niveles bajos, prevemos que el FMI abogue una mayor acumulación para estar mejor preparados ante shocks externos y reasegurar el pago futuro de la deuda externa. El excedente de divisas para las reservas probablemente provenga del flujo de las exportaciones de bienes y de los posibles aportes que realicen a los organismos internacionales, tras el acuerdo con el FMI”, resaltó el economista .
Dado que “las exportaciones tienen importantes desafíos para superar los valores actuales, es factible que la disminución del ingreso de divisas deba ser cubierta con un menor uso para el pago de importaciones, determinando una reducción de la absorción interna”.