Las reservas brutas del Banco Central (BCRA) finalizaron el 2021 en u$s 39.500 millones, apenas u$s 113 millones por encima del valor que ostentaban al comenzar el año.
Este casi nulo incremento de las reservas se dio a pesar de que a lo largo del año hubo varios factores que jugaron a favor de la acumulación: por ejemplo, los precios de los commodities permitieran que el campo liquide una cifra récord de más de u$s 30.000 millones en los primeros 11 meses del 2021, que haya poco turismo emisivo o que el Fondo Monetario Internacional (FMI) envíe u$s 4.300 millones en concepto de Derechos Especiales de Giro.
Y el dato más preocupante es que las reservas netas atraviesan un momento crítico. El número varía dependiendo qué aspectos se incluyan como libres de pasivos, pero las estimaciones privadas pueden ir desde u$s 4.100 millones (en el caso de la consultora LCG) a u$s 2.180 (en los números de la consultora 1816, que excluye operaciones de repos del Central con Seguro de Depósitos S.A).
En tanto, el director de la consultora GRA, Pablo Repetto, las ubica en torno a los u$s 1.300 millones y advierte que el BCRA estaría realizando operaciones de alquiler o swap con sus posiciones en oro, de manera tal de fortalecer las reservas líquidas.
Pagos con reservas
Más allá de las diferencias entre uno y otro estudio, lo concreto es que en el primer trimestre de este año el Estado deberá afrontar pagos de deuda por u$s 3.900 millones, lo cual debilitará su capacidad para defender el tipo de cambio.
Aún arreglando un refinanciamiento con el FMI que aminore la carga de desembolsos, la situación sigue siendo frágil. Para tener una referencia, en 2014, durante el Gobierno de Cristina Fernández, el BCRA tenía entre u$s 17.000 y u$s 18.000 millones de reservas netas y aún así se vio obligado a aceptar un salto discreto del tipo de cambio.
Resulta difícil, por tanto, pensar de qué manera el Central puede lograr el objetivo de acelerar el crawling peg, pero sin dar lugar a una devaluación.
Sin embargo, existen también algunos factores que pueden llegar a jugar a favor del BCRA y permitirle atravesar el año sin una disparada en el tipo de cambio oficial.
Entre ellos, el economista de LCG Matías de Luca marcó: “Si bien se espera cierta normalización en los precios de los commodities, siguen estando en valores elevados. Esto junto con una mayor inflación en el resto del mundo es lo que está ayudando a salvar el tipo de cambio real”.
En segundo término, agregó De Luca, “se acerca el período en el que el agro comienza a liquidar la cosecha, dándole cierto ‘veranito’ al Gobierno”.
Además, el economista recordó que en las últimas semanas el BCRA aceleró la tasa de depreciación: “Durante el año la mantuvo en el orden del 17% de TNA y ahora la duplicó”.
Asimismo, el jefe de research de una importante ALyC consideró que “va a ser muy difícil que el Gobierno zafe de una devaluación”, aunque reconoció que hay algunos elementos que pueden evitar el salto en 2022.
“El primero es que tanto trigo como maíz y soja continúan en buenos precios. El segundo es la decisión de este Gobierno de aumentar el cepo en caso de necesidad. El tercero, el nivel de tipo de cambio real multilateral que hoy es más competitivo que en 2014”, recalcó. Por último, afirmó que es clave que, además de los precios, “la lluvia acompañe”.
Por su parte, el director de la consultora Anker Latinoamérica, Federico Furiase marcó que si bien el nivel de reservas netas es más bajo, “el tipo de cambio real es más competitivo que el de diciembre de 2013”.
También sopesó que el nivel de brecha ahora está por encima, que la inercia inflacionaria es más “complicada” y que el balance del BCRA está más comprometido.
Sin embargo, recordó: “Lo que pasó con la devaluación de 2014 es que veníamos de 6 meses de un crawling que iba por arriba de la tasa de interés y eso generaba incentivos a posponer la liquidación y a adelantar importaciones”.
La consultora Seido, por su parte, plantea dos escenarios posibles: en el más optimista de ellos, Argentina sellaría un acuerdo light con el FMI que incluiría ajustes acotados. Habría una reducción del déficit primario (desde 3,3% hasta 2,8% del PIB) y una aceleración del ritmo devaluatorio oficial (cerca de 60% en todo el año).
El escenario pesimista, en cambio, plantea mayores dilaciones en los ajustes de la economía hasta un punto en el cual el salto cambiario podría llegar a 80%.