Se trata de una fecha propuesta por Naciones Unidas para promover el acceso y la participación plena y equitativa de las mujeres de cualquier edad en la ciencia, y un recordatorio de que las mujeres desempeñan un papel fundamental en el desarrollo científico y tecnológico, aunque su presencia sin duda debe fortalecerse.
La realidad de la presencia de la mujer en la historia de la ciencia, aunque en gran medida no apoyada, reconocida y recordada como debiera, no se le escapa a nadie. Desde los tiempos antiguos y hasta hoy en día surgen nombres de mujeres que han contribuido con solvencia a la ciencia y la tecnología y a un mundo mejor, como Hildergarda de Bingen, Wang Zhenyi y Marie-Anne Pierrette Paulze, entre otras.
Gracias a estas pioneras las mujeres han tenido referentes y han descubierto su vocación. Por su tesón y en algunos casos con el apoyo de sus familias y mentores, las mujeres han podido formarse y desarrollar una carrera científica.
Su trabajo excelente, a menudo con gran sacrificio personal y contra los convencionalismos del momento, ha hecho posible su contribución significativa al desarrollo del conocimiento y la técnica. Es de agradecer también la labor de las asociaciones que promueven y sustentan el desarrollo profesional y dan visibilidad al trabajo de las mujeres. Así, cada vez son más las niñas que no dudan en desarrollar su vocación científica.
Aunque en los países desarrollados la incorporación profesional de la mujer al desarrollo científico y tecnológico está en parte encauzada, cabe preguntarnos cómo continuar con esta labor tan importante.
Por un lado, en las familias y en las escuelas debemos permanecer atentos para descubrir y potenciar el desarrollo de vocaciones científicas. Es esencial que las niñas y los niños tengan referentes que les permitan decir “yo de mayor quiero ser…”, y por eso es inestimable el papel de los científicos no sólo haciendo ciencia, sino también comunicando ciencia y dando visibilidad a su vocación.
Por otro lado, los gobiernos e instituciones han de mejorar sustancialmente en el apoyo al desarrollo científico y tecnológico con planes que sustenten de manera suficiente y continuada el desarrollo profesional, especialmente de las mujeres.
La conciliación sigue siendo una asignatura pendiente, pues para las mujeres supone una barrera a la hora de elegir y desarrollar su carrera profesional, particularmente en puestos de responsabilidad y decisión.
Finalmente, sólo si como sociedad visibilizamos y valoramos el esfuerzo y tesón de los científicos, y el gran beneficio -de conocimiento, sanitario, ecológico, industrial, económico y social- que supone su trabajo, dispondremos de voluntad de proteger y promover la ciencia.
No hemos de olvidar, sin embargo, que en gran parte de nuestro planeta la escolarización, especialmente de las niñas, es una tarea pendiente. Donde no hay qué comer, donde la supervivencia es el modo de vivir, difícilmente hay ilusión y oportunidad de pensar en una vocación profesional, sea científica o de otro tipo, lo que perpetúa el círculo vicioso de la pobreza, personal y social.