En el Centro de Conservación Aguará, cerca de la ciudad de Corrientes, veterinarios, biólogos y un ejército de voluntarios dedican día y noche a recuperar decenas de animales que les derivan con graves quemaduras, deshidratados o con heridas que sufren en su desesperada fuga de los incendios que convirtieron en ceniza más del 10 % de la provincia.
Algunos volverán muy pronto a deambular por los campos y montes correntinos, pero los menos, aquellos que quedan con secuelas permanentes y ya no tienen posibilidades de conseguir su alimento o defenderse de los peligros que representa la vida salvaje, terminarán sus días en enormes jaulas, con cuidados especiales, pero lejos de esa extensa llanura, sólo interrumpida por montes y esteros casi secos.
Un promedio de diez animales ingresa al Centro Aguará todos los días. Llegan desde diferentes puntos de la provincia derivados por los municipios, rescatistas, bomberos o la misma Policía. Carpinchos, comadrejas, ciervos, tortugas, cuises, aguarás popés, venados, diferentes aves, monos y otras especies encuentran alivio a sus heridas en ese lugar. Veterinarios y biólogos buscan que la interacción con los animales sea la menor posible para que no pierdan el temor a los humanos, quizás su peor enemigo.
En Corrientes nadie se anima a calcular la cantidad de animales que no lograron escapar de las llamas en los dos últimos meses. Quizás porque prefieren volcar el esfuerzo en la atención de los lastimados y sofocar las llamas para que el estrago no sea aún mayor.
Catalina Mancedo, la responsable de educación ambiental y difusión del Centro Aguará, contó: “Teníamos en promedio el ingreso de unos ocho animales por semana, en su mayoría atropellados por vehículos. Eso empezó a cambiar en septiembre pasado porque la sequía se hizo más evidente y los animales comenzaron a desplazarse en busca de cuerpos de agua para poder sobrevivir”.
La situación cambió totalmente en los dos últimos meses, cuando los incendios quedaron fuera de control y por día arrasaban un promedio de 25.000 hectáreas de campos, forestaciones y esteros. “De repente nos vimos desbordados porque empezaron a llegar en promedio ocho o diez animales. Y si no empieza a llover, cada vez va a ser peor porque los animales empiezan a emigrar, a buscar lugares donde cuenten con agua. Entonces aumentan los atropellamientos o el ataque de los perros cuando se acercan a las casas”, explicó.
En las últimas semanas, atendieron a muchos carpinchos con las patas y los hocicos quemados, algunos en muy mal estado, pero también tuvieron ciervos de los pantanos con lesiones por fuego y chocados. Y tres ositos meleros que todavía están bajo cuidado veterinario.
“Acá buscamos que los animales mantengan el miedo al hombre, que no pierdan la capacidad de reconocer a sus depredadores naturales, que sepan conseguir su alimento más allá de que circunstancialmente están en cautiverio. Porque el objetivo principal es que vuelvan lo antes posible a su hábitat”, sostiene Sara Arbuello, estudiante de biología y voluntaria de Aguará.
“Los animales suelen llegar muy estresados. Eso obliga muchas veces a dejarlos en un recinto para que se tranquilicen y recién después iniciar el proceso de cura de las heridas”, explicó.
No se apagó del todo
Según el último reporte diario del Servicio Nacional del Manejo del Fuego, en la provincia de Corrientes, el fuego sigue en los departamentos de Ituzaingó, Santo Tomé, Curuzú Cuatía, Corrientes y Alvear.
Precipitaciones
Según los últimos relevamientos, los especialistas advierten que en el largo plazo habrá lluvias abundantes pero, durante las próximas semanas la provincia se enfrentará a grandes temperaturas producto del calentamiento de suelo.