Juan Ignacio “Juani” Cuhna es un guardaparque nacional que desde hace once meses desempeña sus funciones en el Parque Nacional Baritú, y Reserva Nacional El Nogalar de Los Toldos, en la provincia de Salta, previo paso por el Parque Nacional Iguazú.
Cursó la escuela primaria en la localidad de Montecarlo y la secundaria en Posadas y, más tarde, se recibió de Técnico Universitario Guardaparque, en San Pedro. “En algún momento me di cuenta que me mudaba más que el resto de los chicos.
Al menos de casas y de escuelas. Supongo que eso me habrá predispuesto a elegir una vida de mudanzas. Quizás por eso también me cuesta decir que soy de un lugar o de otro”, manifestó desde su nuevo destino, donde lo acompaña su esposa Cristina y su pequeño Sebastián.
Confió que desde muy chico “tuve cierta pasión por la aventura, por conocer lugares naturales, por observar las cosas, por experimentar, adquirir experiencias, y por la acción, por estar en movimiento. Me cuesta ver que hay cosas para mejorar y no hacer algo al respecto. Eso es algo que tiene mucho este trabajo. Todo el tiempo hay cuestiones que mejorar, o lugares adonde se puede ayudar, cambios por hacer. Es un estilo de vida que se define por el movimiento. Guardaparque es movimiento”.
Recordó que en 2009 los guardaparques provinciales de Misiones, “que son un ejemplo de guardaparques”, ganaron cierta notoriedad por un caso, y fue en ese momento donde Cuhna conoció la carrera. “Ingresé a la página de la Universidad de Misiones (UNaM), que dicta la carrera con el Instituto Superior San Pedro, leí el plan de estudios y era lo mío. Algo hizo click”.
Tenía 19 años cuando se adentró a ese mundo, justo después de haber terminado la carrera de Técnico en Ceremonial y Protocolo. “Fui a San Pedro a estudiar, y desde ahí no paré. Llegar a ser guardaparque nacional fue un proceso mucho más largo. Pasé por estar desempleado, por trabajar en muchas otras cosas, como guía de turismo, camillero, mandadero, e incluso atender la panadería de mis abuelos y hacer el reparto del pan”, graficó.
Ahora trabaja en Salta con un equipo de diez personas que se desempeñan en las dos áreas. “Somos muy pocos para todas las funciones que cumple el área: hay cuatro guardaparques y el resto es personal administrativo, técnico y de mantenimiento. Tengo un compañero de Buenos Aires, una de Jujuy, y los demás son locales. Somos una de las áreas de mayor superficie y bastante compleja por contar con comunidades aborígenes viviendo dentro del parque, por la distancia y también por el tipo de actividades tanto lícitas como ilícitas (pesca con dinamita, caza y pesca convencional, intrusiones) que suceden”, comentó.
Anteriormente, estaba en el Parque Nacional Iguazú, pero aclaró que el cuerpo de guardaparques tiene una rotación permanente.“Tenemos un mínimo de permanencia de dos años y un máximo de cuatro. Me salió el traslado, y mi hijo comenzó acá el jardín de infantes. Fue un cambio hermoso. El lugar es muy pintoresco, lindo, y la gente es muy amable y mantiene la calma. Tienen una forma de vivir muy tranquila, sin los problemas propios de las ciudades. Es un lugar que está acostumbrado a recibir al turismo de distintas partes del mundo”, expresó.
Señaló que “una vez que te acostumbras, no te parece difícil. Es una aventura para alguien que no es de
acá. Pero si uno le encuentra el encanto al lugar, vale la pena. Si uno lo toma con calma, se va encontrando la vuelta.Y sobre todo teniendo el ejemplo de la gente local, ellos viven muy tranquilos. Eso te da la pauta para manejarse”.
Sostuvo que el Parque Nacional Baritú, al límite con Bolivia, atesora muchos recursos. “Conserva una muestra de la selva de las yungas. Son selvas de montaña con altura de hasta 2.000 metros. Y entre la reserva y el parque conservan todo el gradiente de las yungas. En las zonas más bajas hay una selva bastante parecida, en composición de flora y de fauna, a lo que es la selva misionera. Podes encontrar especies muy parecidas. Hay yaguaretés -de hecho, el emblema del parque muestra a un yaguareté-, pecaríes, corzuelas. Es una selva rocosa, quebrada y muy húmeda. A medida que vas subiendo en altura, en el gradiente altitudinal se va volviendo más frío, un poco más seco”, explicó.
Añadió que “van despareciendo ciertas especies y te vas topando con el bosque pedemontano, que tiene
menos especies; el bosque montano, que es lo que protege a la reserva, donde la composición es mucho
menos compleja. Un bosque tiene una, dos o tres especies predominantes. Se ven nogales -de ahí proviene el nombre-, cedros, y a medida que vas subiendo van cambiando las especies, se va haciendo un bosque más achaparrado, con menos variedad a medida que vas subiendo y llegando a los pastizales de altura, llegando a los cerros. Se vuelve interesante para recorrer. Podes comenzar en medio de una selva bien cerrada y se va haciendo cada vez menos espesa, y terminas en el bosque y en el pastizal”.
Es por eso que Cuhna entiende que los visitantes que llegan hasta allí “lo hacen buscando aventuras o lo autóctono, no es un turismo masivo. Es una población muy particular, con mucha personalidad”.
El parque y la reserva son la zona núcleo de la Reserva de Biosfera de las Yungas que es una categoría de protección internacional que abarca grandes superficies y se c o m p o ne por distintas categorías de manejo y distintos tipos de uso, agregó.