Los personajes menos pensados, realizados con fierros en desuso, decoran el interior de la vivienda y el patio de la casa que habita Nelson Carlos Muñoz (53), un mecánico nacido en Río Grande, Tierra del Fuego, devenido en artista al radicarse en la Tierra Colorada. Pero no fue por casualidad. De joven había sido colaborador del escultor y pintor chubutense Carlos Regazzoni conocido por recuperar piezas en desuso de ferrocarriles y aviones para convertirlas en esculturas. Y la mecha quedó encendida.
Después de haberse acogido a los beneficios de la jubilación, y una vez establecido en Misiones, empezó haciendo motos en miniatura. Pero fue su hijo Matías Emanuel (15) quien lo incentivó a que fuera proyectando obras más grandes. Puso manos a la obra e hizo cosas extraordinarias que cautivan, sobre todo, a los más pequeños.
Un chanchito tipo alcancía, una pantera rosa, un gallo, un minions, un perrito con miles de pelos de alambre, Don Quijote, un mecánico, un soldador, un vendedor de bollos, un carnicero, un albañil, un mate utilizado como tambor de mezcla, un saxo, la Torre Eiffel, un acordeonista, un pingüino, un escarabajo, un pulpo que emula un velador, una cámara de fotos, bonsái, aviones, helicópteros, y una diversidad de guitarras colgadas de las paredes, son sólo algunos de los ingeniosos objetos que Muñoz alberga en su casa, y que pueden servir de souvenirs.
“Es todo de material reciclado”, aclaró, quien en el fondo del terreno improvisó un taller en el que abundan las cadenas de moto y los engranajes, ahora dispuesto a encarar al hombre araña, tan solicitado por los visitantes. “Todo sirve. Discos de sierras, tanques de motos para hacer los pechos de los monstruos, aunque no me animo a amontonar mucho porque debido a la proliferación de mosquitos me veo obligado a fumigar cada cuatro días”, expresó.
Todo empezó acá, en Misiones, “porque no sabía qué hacer, porque los primeros días me aburría mucho. Empecé con motos en miniatura y mi hijo me incentivó a que fuera haciendo obras más grandes. Entonces, me ocupé del alien pero, en general, son casi todos personajes de películas, aunque mi imaginación es muy amplia. También uso de modelo a la gente que cruza por la calle, el que vende chipas o bollos, el que corta el césped, hago de todo. Lo uso de modelos para transformarlos en arte. Y como hay tanto fierro y plástico diseminado por todas partes, aprovecho y contribuyo con el reciclado, transformando en arte para que no haya tanta contaminación”, señaló.
Su próximo proyecto es hacer un hombre araña para que pueda ser apreciado por los chicos. “Son ellos los que me incentivan, pasan por la calle, entran, se sacan fotos, o me traen materiales en desuso como cadenas, tenedores, cucharas, esas cosas que encuentran por ahí y, a cambio, le regalo algún muñequito que me piden. Cuando estoy necesitado, los voy a comprar. Me regala muchas cosas, Roberto, que es propietario de una chatarrería”, contó.
Si bien casi todos los personajes rondan los dos metros, el que sobresale es un Óptimus prime, de 2,80 de altura. Hacerlos le lleva entre tres y cuatro días. El tema es poder juntar los materiales y comprar los electrodos. “Muchas veces vendo una obra para poder comprar electrodos, porque están muy caros. Para un muñeco utilizo entre tres y cuatro kilogramos de electrodos. Y ahora, además, hice un parate por el tema del consumo de energía. A veces mermo un poco el uso de electricidad, y de paso, descanso un poco”, sostuvo.
Hizo una estatua de Andrés Guacurarí que donó a la Municipalidad de Garupá, que la exhibe al público dentro del edificio. “Acá me abren las puertas para que exponga. También sugerí al gobernador Oscar Herrera Ahuad la posibilidad de hacer un parque temático, y él se mostró interesado. Veremos qué sucede”, comentó, quien toma a la actividad como un hobby.
“En ocasiones me tomo dos o tres días de descanso, saco a pasear a mi hijo, a conocer Misiones, porque yo aquí me siento adoptivo. Recién me estoy adaptando al clima, este verano fue muy difícil. Pero más allá de eso, la gente de aquí es muy buena, y ya me hice muchos amigos”.
Celebró porque los fines de semana su patio se llena de chicos. “Vienen familias enteras, les permito que se saquen fotos, que se lleven un recuerdo. A mí me gusta que lo hagan, que aprecien el arte, eso me genera satisfacción. Mis trabajos van trascendiendo por las redes, la misma gente difunde, divulga, y me hace propaganda”.
De esa manera, ya hizo algunas ventas a Corrientes, hacia donde llevaron muñecos de gran tamaño, entre ellos, un terminator gigante. También lo contactaron desde Buenos Aires para que confeccione un dragón gigante de dos cabezas, al parecer, para ser colocado en la fachada de un bar o boliche bailable.
Otras costumbres
“Me limita el tema de la siesta porque me encuentro con que acá la gente está acostumbrada a otro estilo de vida. Vengo de Río Gallegos, Santa Cruz, donde era mecánico de equipos de perforación en una planta que procesa el petróleo y se saca el gas, el propano. Me ocupaba de la parte de generación, lo que significaba una tarea de alto riesgo. Se trabaja en turnos de 24 horas, se descansa seis a ocho horas antes de retomar. Hacíamos turnos de quince días por siete. Quince días en el campo y siete de descanso, y en ese tiempo viajaba a Misiones donde tenía a parte de mi familia”, confió.
Una vez jubilado, “vine a vivir acá porque me gustó el trato de la gente, nada que ver con la del sur, allá es muy cerrada, acá uno sale a caminar, te saluda. Aparte esta vegetación es extraordinaria, mucho verde a diferencia de allá que es llano, frío y con mucho viento. Esto es lo más lindo. Me encantó y como mi hijo Matías nació acá, me quedé”, agregó.
Su sueño es que todo este despliegue, deje un aprendizaje, que “los chicos aprendan a soldar. Quería que aprovechen y yo les enseño, que haya un lugar especial para que vengan a soldar, exponer, poder tener un pequeño taller. Para eso quiero vender la camioneta y poder adquirir un terreno, porque estamos alquilando. Digo eso porque veo que los chicos demuestran mucho interés. Me preguntan cómo se suelda, si dibujo, si hago bosquejos previos, pero nada de eso. Sólo miro la película del personaje que me interesa y después mi imaginación se ocupa de lo demás. Cuando me interesa algún personaje me meto en Youtube, me grabo la imagen y la voy plasmando en los fierros”, explicó, quien los fines de semana se ubica sobre la avenida Las Américas, de Garupá, para exponer, mostrar y vender.
En su patio exhibe a Óptimus prime, terminator, omitron, alien, una garza, un gorila, un yacaré, un tucán, un dragón, una boa, y el yaguareté, que se encuentra en extinción. Así, en un espacio acotado, se mezclan los personajes futuristas con los de la selva misionera o la región que, por lo general, siempre reciben una mano de pintura.
Además, “hago guitarras, caballos, todo tipo de personajes”, acotó Muñoz, a quien le gusta trabajar “solo” y se define autodidacta. Cada uno de los trabajos, está hecho con todos los detalles. Por ejemplo, una moto, tiene asientos, amortiguadores, motor, frenos, escape, todo hecho con clavos, y codos para caños de agua. “En mi vida y en mi trabajo, siempre fui detallista. Por eso me gusta trabajar solo. Soy ansioso y si empiezo algo, lo termino, siempre buscando la perfección”, aclaró.
En su cabeza siempre estaba la idea de venir a radicarse en Misiones “pero nunca me imaginé haciendo esto. Evidentemente quedó encendida esa chispa desde que colaboré con Regazzoni. A él lo acompañaba cuando tenía que soldar porque hacía estructuras de cinco o seis metros. Hizo un parque temático sobre dinosaurios gigantes en Las Heras, Neuquén, porque en esa zona se encontraron los primeros dinosaurios de la Patagonia. Recreaba esos mismos animales que alguna vez habitaron allí. Las empresas petroleras donaban todos los materiales para la confección; Regazzoni desplegaba su arte y nosotros acoplábamos las piezas”, narró Muñoz, que por ese entonces tenía 23 años y trabajaba en la misma empresa que le proveía los materiales.
Entiende que “fue él me abrió esa veta de artista que la tuve adormecida durante años y que en Misiones vine a descubrirla”.
Pero aquí siempre hay interesados que se acercan a escuchar y a aprender de su experiencia. “Días atrás vino un señor de Leandro N. Alem y compartimos ideas por un buen rato. De paso, me compró una pistola hecha con engranajes, caños, bujías, bolilleros y la colocó en la palanca de cambios del auto. También se llevó un dinosaurio para el nieto. Cosas como esas pasan de forma seguida”, contó.
Dijo que cuando “voy a pedir cosas en los talleres, me ofrezco para limpiar el local y si tienen algún problema mecánico me ofrezco para ayudar. Sé mucho del tema y tengo herramientas, que en ocasiones las presto. Doy una mano, me gusta ayudar. La gente de Misiones es amigable y mis vecinos son buenísimos, buena parte de ellos tiene alguna artesanía mía en su jardín o en sus paredes. Siempre me compran algo. Me encanta mostrar para que aprendan y que sepan las cosas que se pueden hacer con un fierro viejo. De esta manera te dan ganas de hacer cosas lindas. Y por esa creatividad, esas ganas, me bautizaron el Geppetto de los fierros. Ojalá pueda tener un museo. Nunca hay que perder las esperanzas”.