Con la inauguración del puente internacional San Roque González de Santa Cruz, 77 años de historia forjada entre Posadas y Encarnación se fueron por el río durante el último viaje realizado por los ferries Ezequiel Ramos Mejía y Roque Sáenz Peña. Al recuerdo lo trajo el año pasado a PRIMERA EDICIÓN la historiadora posadeña María Alejandra Álvarez Pochetti, al conmemorarse el 9 de marzo un nuevo aniversario de la habilitación del viaducto, aunque, de manera formal, se produjo casi un mes después, el 2 de abril de 1990, con la presencia de los presidentes de Argentina, Carlos Menem, y de Paraguay, Andrés Rodríguez Pedotti.
Al cumplirse 33 años de ese momento, reproducimos aquí la nota publicada en su momento en nuestro suplemento Ko’ape:
“Ese día, debajo del nuevo viaducto, el ferry pasó por última vez. Estaba el capitán Vicente Ángel Arzamendia con su tripulación y el jefe del Departamento del Servicio Fluvial de Ferrocarriles Argentinos, Sixto Ramón Colazo, que tenía injerencia en la zona de Posadas y de Entre Ríos, donde se encontraban los otros siete ferrys que allí funcionaron hasta 1978”, rescató Álvarez Pochetti.
Indicó que, durante ese acto de despedida, había autoridades del lado de Posadas, pero que no ocurrió lo mismo en el puerto de Pacu Cuá, Encarnación. “Si bien ellos sabían previamente lo que iba a pasar, fue un día de mucha nostalgia. Lo que me llamó la atención que en ese momento había una historiadora, sobre la que había encontrado un texto, que preguntaba qué iba a pasar con estas embarcaciones, porque ya se las consideraba patrimonio histórico cultural, y como tal, había que preservarlos y guardarlos. Después esos barcos sufrieron una serie de desmanes porque internamente estaban confeccionadas en cobre y bronce, materiales que fueron profanados con el paso del tiempo”, alegó.
Sostuvo que “ésta era la segunda experiencia que vivía Colazo porque ya había pasado lo mismo en Entre Ríos, con la inauguración del puente Zárate Brazo Largo. En ese lugar habían dejado de funcionar siete ferrobarcos. En Argentina eran nueve en total, en Misiones funcionaban dos y los siete restantes en Entre Ríos”.
Declaró Álvarez Pochetti que el grupo de Ferroaficionados trabajó mucho para poder declararlos Patrimonio Histórico Cultural, primero, en 2003, en el Concejo Deliberante de Posadas, y luego, en la Cámara de Representantes.
“Esa declaración tiene una duración de diez años, por lo que, transcurrido ese tiempo, tenemos que estar atentas para renovarlo. En 2014, con Analía Colazo, nos tocó defenderlos, pero ya como Ferroclub del Nordeste Argentino. En ese momento se comenzó a tramitar a nivel nacional y recién después de siete años, el 9 de diciembre de 2021, fueron declarados como Bien de Patrimonio Histórico Cultural a nivel nacional. El proyecto fue presentado por el diputado nacional Luis Pastori, y para nosotras fue un logro. Con esto hay que saber que se tiene que invertir y se tiene que preservar a nivel nacional, ya no pasa sólo por la responsabilidad de las autoridades provinciales o locales”, aclaró.
Un poco antes, en 2012, conoce a Analía Colazo, termina la tesis de licenciatura en historia en 2019, y en marzo 2020 llegó la publicación del libro “Historias de vidas en los ferries de Posadas”.
Se siente orgullosa, porque el Ferroclub del Nordeste Argentino, que ambas crearon, es la única institución de estas características del país que es dirigida por mujeres. “La mayoría de las ONG que preservan y cuidan a los ferrocarriles, son hombres. En el caso de Colazo, por la vinculación directa con su padre, Sixto, y en el mío, por ser historiadora, pero, además, porque al momento de elaborar mi tesis de licenciatura en historia elegí ese tema para investigarlo, teniendo en cuenta que soy nieta y bisnieta de maquinistas. El primero de la línea San Martín, y el segundo, de la misma, pero cuando aún era inglesa”, manifestó.
Confió que “lo que nunca perdió esta ONG es el espíritu solidario que tuvieron los Ferrys desde su llegada, en octubre de 1913, como colaborar como hospital ambulante en la Guerra del Chaco -1932 a 1935-, además de trasladar armas y alimentos para el mismo conflicto bélico; solidaridad con el barrio El chaquito, de Posadas como también con Rosario, y dar la posibilidad de filmar la película El Mensú”.
“Queremos que el espíritu solidario de los ferroaficionados no se apague y seguir haciendo actividades solidarias. Queremos tener nuestro espacio y explotarlo a nivel de identidad, de ser parte de algo cultural, como lo hacían ellos. Cuando estaba Sixto Colazo, Narciso Aguilar y Vicente Arzamendia, en el subsuelo tenían un museo de maquetas y cuadros, recibían visitas, hacían peñas, comidas, mostrando nuestra cultura”, reseñó.
Como ONG sirven meriendas o copa de leche en los barrios humildes. “El propósito es seguir con esa misión solidaria que tenían los ferroaficionados. Analía tiene un registro de sillas de rueda y medicamentos oncológicos, que distribuye a quienes necesitan, pero en todo el país. Mientras tanto, yo hago entrega de ropas y mercaderías en el barrio Nemesio Parma, Los Patitos, entre otros”.
Últimas reflexiones
Al recordar ese último viaje, Colazo contó que “se encontraba el capitán, la tripulación, y nada más. Era un día lluvioso cuando pasamos debajo del puente. Dimos la vuelta y fuimos a Pacú Cuá. Lamentablemente allí tuve un vacío porque estaban todos los medios, los vecinos, pero ninguna autoridad paraguaya nos recibió”.
Añadió que el servicio de los ferrys, traídos desde Escocia, dejó de funcionar en 1990. “Ya sabíamos que se habían hecho los trabajos de prueba del puente, que de un momento a otro se inauguraba la parte ferroviaria. El 8 de marzo, encendemos los motores normalmente y recibimos una orden de Ferrocarriles Argentinos que el barco terminó su función, que no se atienda. Entonces nos proponemos y alistamos para hacer el viaje inaugural de una formación ferroviaria sobre el puente, con tren, un especial donde en la cabecera del puente argentino suben las autoridades argentinas, y en el medio, suben las autoridades paraguayas, y seguimos el viaje hasta Paraguay”.
Arzamendia contó que “para mí fue un poco desagradable hacer el último viaje. Eramos ilustres desconocidos. Nadie nos esperó del lado paraguayo, ya estaba el puente, y el ferry, ya fuiste ya”.
“Sentí una gran amargura. Después reflexioné los años que estos ferrys prestaron servicio para ambos pueblos, y yo estimo que el más favorecido fue el pueblo paraguayo, y nos dejó, como quien dice, plantados. Eso sentí mucho porque esto hacía un bien uniendo a los pueblos. De buenas a primeras se terminó todo. Por lo menos hubiese venido un chau ferry o gracias. Vi el puente desde el primer pilar hasta los últimos, cómo se hizo, porque íbamos todos los días”, lamentó, en su relato a Álvarez Pochetti.