Alberto Fernández ya empezó a sufrir varios “efectos boomerang” en su guerra contra la inflación. El primero fue el de aumentos de precios preventivos que ocurrieron en la cadena de productos alimenticios -más del 15% en la última semana-, por el temor a medidas intervencionistas.
A esta altura, ya se asume dentro del propio oficialismo que hubo un error de “timing” al preanunciar con cuatro días de anticipación que se vendría un paquete de medidas.
Pero tal vez no sea ese el peor de los problemas. Fue lo que demostró el ministro de la Producción, Matías Kulfas -desde hace tiempo, en la mira del kirchnerismo- que aprovechó su conferencia de prensa post reunión con empresarios para amenazar con aplicar sanciones y, de paso, hacer un recuento de indicadores positivos de su gestión, como que los despachos de bolsas de cemento ya están por encima de los niveles prepandemia.El otro efecto que el Gobierno quiso evitar pero que, hasta ahora, se está verificando con toda intensidad.
En el diseño del plan antiinflacionario se buscó una diferenciación entre los pequeños productores rurales y los grandes grupos exportadores y la agroindustria. Pero, los antecedentes de las peleas con el kirchnerismo pusieron masivamente a la clase media rural en una actitud defensiva.
No por casualidad, el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, se opuso férreamente a los aumentos de retenciones para los granos y, el fin de semana, aclaró que el nuevo fondo compensador para el trigo -fondeado con retenciones a la industria de harina y aceite de soja- no afectaría a los productores. También prometió que los productores no se verían afectados por las nuevas medidas, pero no le creen.
Conductas defensivas
En contraste con ese optimismo, desde el campo se observan señales de retraimiento por parte de los productores, que no sólo no confían en que las nuevas medidas no los afecten, sino que ni siquiera muestran una urgencia por vender sus productos ahora que los precios internacionales están en “pico”.
Los analistas indican que, para una campaña de soja que se espera con un volumen de 40 millones de toneladas, apenas se vendieron en los mercados futuros 2,7 millones, mientras que para el maíz, con una cosecha esperada de 47,7 millones de toneladas, hay ventas en el mercado de futuros por 11,2 millones.
“Asistimos a uno de los acumulados de venta más bajos de los últimos años y esto, a pesar de que los precios estuvieron firmes alcanzando niveles impensables”, apunta un informe del experto Juan Carlos Milanesio, de la firma comercializadora Aipsa. Milanesio recomienda no demorar ventas.
Sin embargo, hay también otros motivos que entran en consideración, como el tener que afrontar los pagos de la campaña a mediados de año. “Argentina no tiene un problema económico, el problema es de confianza. Todos van a demorar la venta hasta tener reglas claras, el tipo de cambio oficial está atrasado y todos esperarán alguna recomposición”, observa el consultor Salvador Di Stefano.
Su conclusión es drástica respecto de los bajos niveles de venta: “El campo difícilmente liquide los dólares al ritmo que estiman las consultoras privadas. El campo retendrá lo que más pueda la soja, primero terminará de vender el trigo (aceleró ventas esta semana) y el maíz. La soja quedará bien guardada en los silos, el malestar del sector con el gobierno es alto”.
Hay, además, factores políticos que agregan combustible a la hoguera. Por ejemplo, no pasó inadvertido que la semana pasada se formalizó el ingreso de un proyecto de ley para que el aporte extraordinario de las grandes fortunas -originalmente pensado para aplicarse por única vez- sea cada 10 años.
Postura oficial
Estas reacciones del campo -tanto las declarativas como las de decisiones de venta e inversión- marcan que el mensaje del ministro Domínguez no ha tenido el eco esperado.
El ministro destaca que la suba de retenciones apenas afectará a 11 empresas, que son las que concentran la industrialización y exportación de harina y aceite de soja pero que los pequeños productores no se verán afectados. Sin embargo, las expectativas del campo es que ocurra exactamente lo contrario.
Desde que se anunció el cierre exportador para esos dos productos, los expertos están advirtiendo que, en última instancia, el costo sería trasladado al productor por parte de la industria.
“Todo lo que pase en algún lugar de la cadena siempre termina pagándolo el productor. De los 50 países que generan el 95% de las exportaciones mundiales, solo 5 imponen tributos a exportaciones y uno es Argentina”, advierte Leonardo Sarquis, ex ministro de Agroindustria de Buenos Aires durante la gestión de María Eugenia Vidal.
La propia Cámara Aceitera, la poderosa Ciara, advirtió en un comunicado que “toda la cadena de la soja se verá severamente afectada al castigar la capacidad de pago del principal comprador de soja del país”.
Además, los industrializadores intentaron pegarle al Gobierno en un punto sensible, al calificar la medida como “primarizante”, un término que equivale a un insulto para una gestión que se jactó de promover el “valor agregado” al agro para que el país no sea un mero productor de materias primas.
Menos inversión
Lo cierto es que, en contra de las declaraciones oficiales, los productores vuelven a sentirse los grandes perdedores del nuevo paquete económico. Su perspectiva es que, por vía indirecta, el aumento de las retenciones al aceite y la harina de soja termine erosionando el precio del poroto de soja.
Y se produce la situación irónica de que, en un momento de precios récord a nivel mundial, los productores teman que su margen de rentabilidad se haga más pequeño.
Esto ocurre porque, después de venderle los dólares al Banco Central al precio oficial y -una vez restado el monto de retenciones- recomprar dólares en el paralelo, lo que queda en el bolsillo del productor es un tercio del valor internacional -en el caso de la soja- o un 45% -en los casos de trigo y maíz-.
El cálculo que hacen en el campo es que en las zonas agrícolas el margen de rentabilidad ronda un 3%, mientras que para la ganadería los números son todavía más finos, con rentabilidades promedio de 1,5%.
Fuente: iprofesional.com