Si las proyecciones se confirman y los índices se ciñen a los datos duros de la realidad, los argentinos habremos pasado en pocos días el primer trimestre más caro desde 1991. Con una inflación acumulada superior al 14%, el primer trimestre de 2022 será uno de los más dañinos para las economías familiares en décadas.
El contexto, en tanto, vuelve a ser complejo porque sostener la dinámica del consumo se torna difícil a partir de las distorsiones que presenta la estructura económica argentina en todos sus aspectos.
Nada de lo hecho hasta el momento por el Gobierno de turno pudo torcer el rumbo y, en cambio, algunas de las maniobras recalentaron a los precios. Haber anunciado una “guerra contra la inflación” mucho antes de ofrecer las mismas medidas de siempre puso en alerta a los formadores de precios, que subieron los valores ante la amenaza oficial.
Las medidas avanzan lentas y no surten efecto y sólo la incertidumbre de los argentinos iguala la rapidez de la inercia inflacionaria.
Hará falta mucho más que un acuerdo con el principal acreedor del país para calmar las tensiones y trabajar la macroeconomía. De hecho, el entendimiento en cuestión nació jaqueado por los propios participantes.
“Los riesgos para el programa son excepcionalmente altos y los efectos secundarios de la guerra en Ucrania ya se están materializando. En este contexto, la recalibración temprana del programa, incluida la identificación y adopción de medidas apropiadas, según sea necesario, será fundamental para lograr los objetivos del programa”, alertó el FMI al cierre de la semana.
Las internas políticas, en tanto, poco ayudan en este caso. Son más bien una muestra cabal de las ambiciones personales trascendiendo el interés de la mayoría. Oficialismo y oposición siguen debatiendo y administrando responsabilidades en pos de asegurarse lugares y mandatos en el futuro sin advertir que, de seguir por este camino, sólo podrá gestionarse miseria.