Después de la tormenta anterior Amado Martínez recibió un llamado, un urutaú se había caído de un árbol en el barrio San Lucas de Posadas y lo fue a buscar, “ese era adulto”, y al día siguiente le avisaron que “un pichón apareció en Chacabuco y Jauretche”, y también lo buscaron. Al adulto, después de alimentarlo con cucarachas y un multivitamínico intentaron liberarlo, “lo dejamos afuera y no voló, probamos la segunda noche y se fue”, cuenta el creador de la asociación Yarará en Acción.
El experto en animales silvestres regionales alimentó al pichón y “me escribe una chica avisando que encontró otro pichón en Villa Sarita, y me lo trajo, lo alimentaba con tenebrios (gusanos de un cascarudo), cucarachas y alimento para perros mojado. Pasó una semana y revoloteaban entonces supe que era hora de liberarlos. Durante este tiempo vinieron varios observadores de aves a sacarles fotos, gente que nunca los vio de cerca. Un sábado fueron liberados y el miércoles aparecieron sobrevolando y posándose en un tronco. Al día siguiente uno durmió todo el día en árbol de pomelo del vecino, al otro día aparecieron los dos, se posaron juntos en un tronco y pude darles alimento”.
Amado reconoció que se sorprendió, “nunca pensé que se pudieran ubicar y comunicarse tan bien”, con la satisfacción de poder preservar una especie exótica, única en peligro de extinción, quizás se suma que en nuestra zona es considerado de “mal agüero”.
Hablamos también con Carol Daniela Campana, quien socorrió al pichón en Villa Sarita, nos contó: “nació en mi barrio, lo cuidábamos entre los vecinos, estaba en su nido hasta que un día no se lo vio más. Cuatro días después, el sereno del lugar me avisó a la media noche que el pichón estaba en una vereda del frente de mi casa. Salí a rescatarlo antes que le agarre un gato, perro o que alguien le haga algo. Al otro día hablé con Amado”.
Carol muy compenetrada en el cuidado de estas hermosas aves advirtió que en su barrio sabe que hay personas que “querían que el pájaro ‘malagüero’ se vaya y le tiraban piedras y agua”.
Amado reconoce que “hay muy poca información respecto a los urutaú, es muy frágil, sus patas son muy cortitas y no da un paso, su cuerpo es chico y sus alas pueden medir más de 40 cm”.
A Carol esa experiencia la cautivó y escribió: “Doy gracias al universo que te pude rescatar yo, es como un gran regalo esta oportunidad. Pensar que te vi desde tu primer día de vida, ahí en tu rama con tu mamá o papá, con esa belleza particular que los caracteriza, esa majestuosidad ¡penetrante! Llegó el día que estarías probando tus primeros vuelos y algo no salió del todo bien que terminaste en el piso esperando que alguien se percatara de tu presencia y que necesitabas ayuda… Pensar en tocarte o tenerte de cerca era un sueño que ni siquiera se me había cruzado por mi mente jamás, quiero verte volar con todo tu encanto y algún día escuchar tu canto querido bebé Urutaú”.