
Guillermo Monsú (65) es especialista en ginecología y obstetricia. Nació en la capital cordobesa, y después de graduarse en la Universidad Nacional de esa provincia, se abrió paso como médico rural en la localidad de Colonia Alberdi. De eso pasaron casi 39 años.
Contó que, una vez recibido, le quedaban dos lugares para empezar a ejercer la profesión. “Era viajar a Neuquén o a Misiones, pero elegí la tierra colorada que me gustaba más que el sur del país”. Además, aquí ya había estado en compañía de su padre, que era ingeniero y que se ocupó de construir varias obras en la ciudad de Posadas.
Durante cinco años estuvo trabajando como médico rural en Colonia Alberdi, haciendo las cuatro especialidades: pediatría, ginecología, obstetricia y cirugías menores.
Fue en el año 1983, con la ilusión del momento. “Venir al interior era como devolverle a la Argentina que nos había formado en las grandes provincias formadoras de médicos”, dijo.
Se emocionó al recordar ese momento “porque fue un tiempo muy especial de la Argentina, la llegada de la democracia. Como estudiante viví la época del proceso, donde sufrí mucho, y tuve a varios compañeros desaparecidos. Pero la vida va dando oportunidades de poder realizarse, como me ha dado, de ejercer la medicina en esta parte. Y estoy muy complacido de haber quedado en Misiones y de no haber vuelto a Córdoba. Me gustó la provincia, la gente, y aquí estoy cumpliendo 39 años de médico”.
Sostuvo que en esa tarea inicial en Colonia Alberdi se sentía raro. “Es que la gente desconfiaba al principio, decía qué hace un médico metido en medio del monte. Creían que era algún sospechoso o extremista que se había venido de Córdoba a esconderse. Vivía en el pueblo, que era pequeño, no llegaba a 800 habitantes. Eran caminos de tierra, y para salir de ahí, tenías que tener una camioneta”.
Contó que en ese momento “hacía de todo, suturas, ofidismo. Uno era médico generalista. Cuando a las 4 de la mañana escuchaba el ruido de un tractor y sabía que era difícil que a esa hora estuviera trabajando. Era un paciente que venía por algún proceso febril, macheteado, y cosas así. Ya me ponía en alerta y prendía la luz. Uno hacía medicina de guerra, o sea, hacía de todo desde un yeso, un parto en una chata, muy pocas veces con la ayuda de una enfermera”.
A modo de graficar la situación, indicó que, en ocasiones, “tenías que hacer el parto, y atender al bebé recién nacido. Y cuando podías tener una ambulancia para mandarla a un centro de mayor complejidad que era el hospital, lo podías hacer, pero mientras tanto, uno había hecho la emergencia allá. No había teléfono entonces usábamos una radio de comunicaciones como tenía Gendarmería Nacional e interferíamos con la fuerza para que viniera a buscar a algún accidentado con tractor, y esas cosas. Era difícil la comunicación, eran otros tiempos”.
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Reseñó que, en una habitación pequeña, que hacía de puesto de salud, se organizaba todo. Después, con el tiempo, “mandaron a una enfermera para que trabajáramos juntos. Era un referente, no sólo de la zona, ya que también venía gente desde San Francisco, Pastoreo, e incluso de San Ignacio. Era una zona muy linda. Había producción de té, de yerba, eso hacía que la gente pudiera vivir en esas chacras, todas de 25 hectáreas. Uno conocía a los abuelos, a los hijos, era el médico familiar. Viví muchas cosas hermosas. Me emociona mucho pensar en es zona porque fue uno de los momentos más felices de mi vida”.
Comentó que en la colonia hubo ocasiones en las que “tuve que hacerme de los idiomas porque venían y te hablaban en su idioma, mezclado con el castellano. Trataban de comunicar y uno tenía que llegar directa o indirectamente a ellos para tener una comunicación médico-paciente. Los primeros colonos eran difíciles de entender”.
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En sus momentos libres, junto a su esposa, Eva, trabajan con el Club de Leones del Talar, Buenos Aires. Desde allí les envían mercaderías que luego el matrimonio reparte a las comunidades Mbya Guaraní que residen en la zona del Valle del Cuña Pirú, sobre la ruta provincial 7. “Ellos recolectan y efectúan el envío en camiones, nosotros empaquetamos y acercamos a las comunidades”.
Durante su permanencia en Colonia Alberdi se inauguró el primer colegio secundario “del que fui partícipe para que los chicos tuvieran alternancia a fin que pudieran ayudar a sus padres en la colonia durante quince días y los quince restantes pudieran ir a estudiar. Era en la época de Sábato Esteban Romano, que era un colega que fue intendente de Oberá y ministro de Educación. El propósito era que los chicos no abandonaran la chacra pero que pudieran seguir estudiando. Eso hizo que esas chacras y la producción crecieran mucho”.
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Más de tres mil nacimientos
La vida transcurrió así hasta que sus hijos mayores debían iniciar el colegio, por lo que se mudó a Oberá.
Ya en la Capital del Monte, trabajaba en el Hospital SAMIC como ginecólogo y obstetra, y en una clínica materno-infantil que fundó junto a colegas suyos (los hermanos Carreras y Monsú, ginecólogos; Malczewski, Lilian Godoy, pediatras; y las nutricionistas Patricia Triuciuzzi y Leticia Holssy). Se nominaba SMANIB (sanatorio madre niño bebe). En ambos lugares firmó numerosos nacimientos por lo que, a pesar de no haber llevado una estadística, estima que son más de tres mil.
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“Fue linda la experiencia, no me arrepiento de haber venido acá, y de haber podido criar a mis hijos: Axel, María Celeste, Gabriel, Rodrigo, Astrid y Maximiliano. Eso es lo lindo de Misiones porque me dio la oportunidad de criar a mis hijos en una zona sana. Estaba todo cerca, por más que hacía guardias o partos nocturnos, siempre volvía a casa y convivía con mi familia”, expresó.
A entender de Monsú, Oberá es una de las ciudades de Misiones que más creció en 30 años. “Es tremendo como se extendió. Lo que más me gustó es aprender a convivir con las distintas colectividades. Me maravillaba ver una ciudad con tantas iglesias distintas en una ciudad tan chica, y a personas venidas de tantos lugares, que convivían armónicamente, sin ningún problema de pensamiento ni religiones. Esa es una cosa que me gustó mucho. Es algo que la distingue a Oberá, ese tipo de población que se unió para convivir y agrandar todo esto. No hubo diferencias y viven juntos, a pesar que en Europa hay guerra, por ejemplo. Es admirable como se formó la ciudad en ese sentido”. Expresó que no formó parte de alguna colectividad pese a que su apellido es de origen italiano. “Siempre ayudé a todas, participé directa o indirectamente, pero nunca me identifiqué con una”.
“Doy gracias a Dios que puedo trabajar tranquilamente. Eso te brinda una ciudad chica donde ya te conocen, uno se hizo un nombre, un prestigio, y los pacientes vienen solos. Profesionalmente es el mejor lugar en el que pude venir a trabajar después de haberme recibido y hecho la especialidad en Córdoba”, celebró el galeno, que está en pareja con la escultora Eva Okulovich.
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Cambios vertiginosos
Rememoró que, cuando vino, en 1983, “teníamos el título de cirujano, entonces aprendes a operar a un paciente a cielo abierto, con tus manos y mirando directamente. A los diez años tuve que aprender a hacerlo a través de un televisor, endoscópicamente, y tu cerebro tiene que coordinar los movimientos de forma distinta, o sea que volvés a aprender, a reaprender, de acuerdo a la tecnología. Ahora tenés que volver a aprender muchas cosas, técnicas de láser, quirúrgicas, y cosas nuevas, si uno quiere estar con la especialidad al día. Creo que entre tres y cuatro veces tuve que recapacitarme”.
Señaló que, a pesar de estar lejos, “uno sigue con los congresos, yendo a Buenos Aires, aunque con la pandemia se volvió online. Pero es una cosa que el médico tiene que hacer continuamente porque, de lo contrario, se va quedando. Y esta es una de las situaciones que me hizo venir desde la colonia, porque te van absorbiendo y te vas quedando con lo elemental. Siempre me gustó la medicina y, por ende, ir evolucionando con lo nuevo, con lo tecnológico”.
“Con cada nuevo instrumento que se incorpora, debemos ir aprendiendo un montón de cosas”, sintetizó.
Insistió con que “tu cerebro se tiene que reacondicionar. Eso es lo que nos pasó a los médicos viejos. No es lo mismo uno que recién se recibe, que tiene otra tecnología y que le ponen en su cerebro otro tipo de materiales y de máquinas para desarrollar la medicina. Ahora ya son muy especialistas. Antes uno tenía que manejar al contexto global del ser humano para poder saber derivar, para poder hacer bien un diagnóstico, no verlo por partes, como hay ocasiones en que hace un especialista -el ojo por un lado, la mama por otro-. Ahora la medicina, con toda esta realidad que hemos vivido, los médicos se manejan ya como especialistas. Te fragmentan como ser humano, veo la piel, un lunar, y nada más. Antes veías la piel, todo el contexto, eras nefrólogo, urólogo, tenías que saber todas las hepatopatías, problemas de hígado, parasitosis, cosas que ahora uno va derivando. Ahora los médicos formados vienen más especialistas, no son tan generalistas como eran antes, no ven un todo”.
Entiende que “todo ha variado mucho, y eso lo ha hecho la tecnología. Ahora haces un diagnóstico por imágenes, antes necesitabas un estetoscopio, necesitabas palpar al paciente, tocarlo, y ahora ya no hace falta. Creo que por una parte se perdió esa relación médico-paciente, lo humano, y a eso nos llevó la tecnología aplicada a la medicina. Es necesario retomarlo, porque si sigue así, el médico va a ir desapareciendo. Es lo que vi en tanto tiempo, que esa relación médico paciente, va desapareciendo”.
Hay pacientes que sorprenden a Monsú. “Ay doctor vine a verlo, porque lo veo y ya estoy bien, me dicen muchos cuando entran a mi consultorio. Y a veces es sólo eso, el contacto, como una excusa. Porque ahora es todo muy rápido, muchos buscan ser escuchados, necesitan hablar, y eso cada vez se pierde más. Yo me siento el médico que fui desde un principio, me gusta mantener eso, porque yo mismo lo siento, y siento que sirvo de esa forma. De lo contrario, sería una cosa muy automática, dejaría de ser médico, me dedicaría a otra cosa. Sigo siendo eso es porque creo que ese tipo de medicina es la que tanto el médico como el paciente necesita todavía en esta época tan automatizada, donde las cosas se hacen de forma rápida. Hay gente que viene de lejos, porque se acuerda como la atendí alguna vez, entonces te das cuenta que eso es lo que está necesitando el paciente. Hay ocasiones en las que no hace falta indicarle ninguna medicación. Es sólo charlar, encauzarlo. Es sólo eso lo que está faltando”, reflexionó.
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