
Cada vez son más las voces de analistas que advierten sobre las potenciales consecuencias políticas de la ola inflacionaria que recorre el mundo.
Especialmente en América Latina, la región donde subió más rápidamente el costo de la vida y los gobiernos enfrentan serias dificultades para frenar la inflación, luego que la pandemia dejara las arcas públicas en situación complicada.
Recientemente en Perú estallaron protestas contra el gobierno de Pedro Castillo que comenzaron con un paro de los transportistas por el alto precio de los combustibles.
Con la guerra en Ucrania, además de la escalada en el precio del petróleo, el costo de los alimentos también se disparó y la ola inflacionaria expuso el debate sobre los efectos políticos que puede tener la subida de precios en la región.
Aunque el común denominador es la inflación, también es cierto que cada país tiene sus propios conflictos internos y que no todos están expuestos de la misma manera a que una crisis económica provoque un estallido social como los que ocurrieron a fines de 2019, justo antes de que llegara la pandemia de COVID-19.
Para Daniel Kerner, director para América Latina de Eurasia Group, una consultora internacional de análisis político y económico, “el malestar social en Perú tiene mucho tiempo, ya estaba antes de la pandemia, particularmente con la clase política”.
“La pandemia a Perú le pegó muy fuerte, es uno de los países con más muertos, con un impacto económico muy fuerte y eso llevó a la victoria del presidente Pedro Castillo pero sin que él pudiera hacer mucho para contener ahora ese descontento”, analiza.
Perú tiene una particularidad, a diferencia de otros países de América Latina, y es que en general los presidentes en Perú “tienen niveles de aprobación muy bajos, incluso cuando la economía crece muy bien”, dice y agrega: “eso está influido por dos cuestiones: un sistema de partidos muy fragmentado y un Estado con poca capacidad de respuesta a los problemas de la gente”.
“Incluso cuando el país crecía económicamente a tasas muy elevadas, había mucho descontento”, destaca.
Malestar social
Para el analista político y económico la inflación estaba disparada en Latinoamérica el año pasado y ahora con la guerra en Ucrania el costo de la vida se fue a las nubes.
“Hay dos cuestiones importantes actualmente en América Latina desde el punto de vista político y económico: uno es el descontento social, que ya era fuerte antes de la pandemia, pero que se agravó aún más con la ella. Y después los países comienzan a recuperarse, pero con poco crecimiento y muy alta inflación”.
“Con la guerra se produce otro golpe inflacionario y esto se empieza a sentir muy fuertemente. El problema es que estás viendo gobiernos con pocos recursos para enfrentar la inflación”, dice y no descarta protestas en otros países de la región detonadas, en parte, por la inflación como pasa en Perú.
“Con esta inflación hay un alto riesgo de que las protestas en Perú puedan repetirse en otros países de América Latina. Lo que vemos actualmente es que la discusión sobre qué hacer con el precio de los combustibles está en todos lados.
Está en Argentina, en Brasil, en México, en Perú y mientras siga el conflicto en Ucrania, que pareciera que va a continuar, la presión inflacionaria va a seguir. Y en ese contexto yo no veo que los gobiernos tengan mucho dinero para ayudar. No lo veo”, opina Kerner.
“Más leña al fuego”
“En 2019 ya veíamos el descontento en muchos lugares, es cierto que al principio la pandemia le pone una tapa al problema. Pero es que al mismo tiempo le pone la tapa y le echa más leña al fuego”, opina.
“La economía regional cayó, murió mucha gente, se hizo más evidente la desigualdad y los malos servicios públicos. Creo que ahora tenemos ese descontento agravado por la pandemia y por la inflación.
Y por mucho que los bancos centrales suban las tasas de interés tampoco son muy efectivas. En general la mayor parte de los gobiernos de la región están en un contexto de reducir el gasto público”, dice.
Además, “no están los recursos disponibles como para subir los subsidios a los combustibles. Y a la gente no le importa si es por Ucrania o Rusia. Lo que sienten es que los combustibles están caros”, sostiene.
“Mientras que para las familias con menores ingresos una inflación más alta puede hacer la diferencia entre comer y no comer, el efecto político más importante de una inflación alta es que aumenta el descontento social”, dice.
Y agrega: “Puede ser que algunos gobiernos lancen algunos programas sociales para ayudar a los más pobres pero las clases medias no van a recibir ninguna ayuda. Entonces yo creo que esto enoja a todo el mundo. Eso hace que en las elecciones los candidatos que se presenten como representantes del cambio, o los llamados ‘outsiders’, sean más competitivos”.
Por otro lado, los gobiernos no van a querer hacer ajustes fiscales, se van a debilitar y “todo esto genera incertidumbre en el clima de negocios, afecta la inversión y también la recuperación económica”.
Para Kerner, las próximas elecciones presidenciales en Colombia y en Brasil podrían beneficiar a los candidatos de la izquierda porque van a subir el gasto en esos países.
Más deuda y más impuestos
“La inflación tiene un impacto muy directo sobre la gente, sobre el electorado, y los gobiernos no pueden hacer mucho para contenerla y para dar soluciones”, dice Daniel Kerner al tiempo que no descarta que Perú pueda ser el primer caso de una eventual “segunda ola del estallido social en la región”.
“Creo que por la impopularidad del Gobierno y la disfuncionalidad del sistema político a lo mejor puede canalizar menos el descontento. Quizás otros gobiernos pueden canalizarlo mejor, pero como vimos en 2019, pasó en Chile, pasó en Colombia, pasó en Brasil”, agrega.
“El riesgo de que estas protestas surjan está en toda la región y también en otros países fuera de América Latina, donde también el alza de los precios de los alimentos y los combustibles tienden a generar estas protestas, como en Medio Oriente o en algunos lugares de Asia”, dice.
Finalmente, el analista político y económico señaló que “las presiones de los transportistas van a ser muy altas en toda la región porque el descontento en América Latina va en aumento. Puede impactar por el lado de elecciones, por el lado de los gobiernos que no pueden hacer mucho y por el lado de las protestas. O las tres cosas juntas”.