Nosotros, los que amamos el arte y la pintura también amamos recrear estos momentos, incluso podemos seguir las huellas dejadas por la Pascua en el arte porque puede ser una manera más de prepararse para celebrar hoy esta festividad tan única y preciosa tanto para todos los fieles católicos como para toda la humanidad porque quién no desea recibir un huevo de Pascuas, ese símbolo de la fertilidad.
Revivir los últimos días de la vida mortal de Jesús, su inevitable y doloroso camino hacia el último sacrificio, la Última Cena, la meditación en el huerto de Getsemaní, la Pasión, hasta la Muerte en Cruz y la Resurrección. Cada acto de esta tragedia fue contemplado por los grandes artistas como nos lo demuestra la recurrente presencia de obras de arte inspiradas en el período pascual. Podemos decir que la propia historia del arte occidental se puede resumir en una serie de hitos entre los que los temas relacionados con la Pascua se repiten con una frecuencia impresionante.
En referencia a esas huellas del arte que va dejando cada año algo ¿sabían que en un popular barrio del sur de Roma, las vidrieras de una pastelería exhibieron suntuosos huevos de Pascua multicolores, alineados como obras de arte, todo un homenaje al arte y a la repostería?
Cada huevo de chocolate está esculpido en homenaje a un conocido artista por Walter Musco, un romano de 47 años, apasionado de arte moderno y pastelero experto en decorar una de las tradiciones gastronómicas de la fiesta del domingo de Pascua. Además quiero compartir esta leyenda que no conocía y la pueden compartir con sus familiares y los niños de la familia o con amigos.
La leyenda cuenta que, cuando ingresaron el cuerpo de Jesús en el sepulcro, que les había dado José de Arimatea, había dentro de la cueva un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto.
El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada y lo veía y lo veía preguntándose quien sería ese Señor a quien querían tanto todas las personas.
Así pasó mucho rato viéndolo; pasó todo el día y toda una noche, cuando de repente el conejito vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló las sábanas con las que lo habían envuelto. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡más vivo que nunca!
El conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar a todo el mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado.
Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría, y así lo hizo.
Desde entonces, cuenta la leyenda que, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordar al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegres.