Esta semana el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) dio a conocer una encuesta que llevó adelante el pasado mes de febrero en supermercados y autoservicios mayoristas del país, en cuanto a las ventas totales a precios corrientes y constantes, y el resultado de dicha publicación arrojó un muestrario de la cruda realidad económica de la Argentina.
Cada vez más gente debe pagar las compras con tarjeta de crédito, puesto que no llega a fin de mes y debe “patear” para más adelante y en cuotas lo que gastó en compras de alimentos.
Esto se debe, en parte, a una abrupta caída del poder adquisitivo a raíz de una inflación galopante, un dólar con una escalada imparable, sumado al irresoluto timón económico en cuanto al rumbo de la economía hacia adentro y fuera del país, que lleva a una incertidumbre monetaria cada vez peor.
Esta medición sobre ventas en supermercados y mayoristas tiene aristas buenas y malas, aunque abundan y son mayoría estas últimas. Por ejemplo, según el informe publicado por el INDEC, una buena es que en febrero pasado las ventas en supermercados aumentaron 6,6 por ciento con respecto al mismo mes de 2021. Sin embargo, la mala es que dichas ventas retrocedieron 6,5 con respecto a enero de 2022, o sea, la suba fue ínfima e imperceptible.
Otra de las buenas en esta medición, es que las ventas por cantidades en los supermercados se registraron ocho meses consecutivos de alza y en los shopping un total de doce meses, mostrando una recuperación sostenida en ambos centros comerciales.
Pero la mala es que, dentro de esta suba sostenida en supermercados y shoppings, es que aumentaron los pagos de dichas ventas con tarjetas de créditos en un nivel superior al 65%. Esto es malo, ya que significa que el consumidor final, el ciudadano común de la Argentina, financió la compra de alimentos, especialmente, a través de este medio de pago.
El panorama se presenta aún más gris en el ámbito de los autoservicios mayoristas y shoppings, donde las compras con tarjetas de crédito en estos últimos meses se elevó hasta un 75% o más.
Un elevado porcentaje de esas compras de alimentos se cuotifican. O sea, el consumidor final no solamente está financiando las compras para llegar fin de mes, sino que lo hace en cuotas.
Esta metodología no se observaba en la Argentina desde hace una década. La última vez fue en 2012-2013 cuando este método tomó relevancia internacional inclusive y medios extranjeros contaban sorprendidos como los argentinos iban en masa a los supermercados o shoppings a comprar y pagar con tarjeta de crédito y en cuotas.
Tres variables que pueden responder a este fenómeno económico se sientan en la escalada inflacionaria, la pérdida del poder adquisitivo y el desempleo. Así, este problema está en franco crecimiento, ya que hay una sociedad más empobrecida y más endeudada, que compra hoy con tarjeta de crédito y a fin de mes ve cómo pagar dicha deuda.
En un país donde casi el 50% de las familias no cubre la canasta básica de 89 mil pesos esto es gravísimo. Este dato es alarmante en sí mismo y describe la matriz económica de las familias argentinas.
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