Nunca es una buena noticia que el Estado tenga que invertir más recursos en sostener los bolsillos de sus ciudadanos porque éstos no pueden vivir dignamente de la fuerza de su trabajo. Y sólo en el ejemplar del diario que usted tiene hoy en sus manos se reflejan hasta tres tristes síntomas de la cruda realidad que atraviesa Argentina.
Un informe del Instituto CIAS y la Fundación Fundar revela cómo en apenas 18 años se pasó de menos de 200 mil beneficiarios de pensiones no contributivas a más de 5 millones, es decir, 25 veces más.
Cierto es que hubo una pandemia de por medio, pero la incapacidad (o la falta de ganas) de generar las condiciones para que crezca el empleo genuino en el país salta a la vista cuando, ya cerrada la etapa crítica del coronavirus, con su correspondiente paralización socioeconómica, la recuperación de la masa trabajadora en blanco sigue siendo muy dispar y por debajo de lo esperado.
Y mientras, la inflación se “devora” los salarios, que una y otra vez vuelven a perder contra la inflación, consolidando el fenómeno inédito de que muchos trabajadores con sueldo fijo son considerados pobres por su nivel de ingresos frente a los gastos necesarios para vivir.
Nunca puede ser una buena noticia que el Estado tenga que invertir más recursos en tapar o disimular las carencias de sus ciudadanos, por más que algunos (en el pasado y en el presente) intenten enarbolarlo como éxito de gestión. Pero, por lo general, esos algunos son los mismos que se distraen en chicanas y discursos tribuneros, cada vez más alejados de la gente a la que dicen representar.