Casi una mujer por día muere en Argentina a manos de hombres, por motivos de género. Así lo reveló en las últimas horas el informe de la asociación La Casa del Encuentro correspondiente al primer cuatrimestre de 2022.
No es una fría estadística, sino 110 mujeres de carne y hueso a las que se arrebató la vida de forma violenta y sin sentido. Porque no es posible encontrarle sentido ni motivación a este tipo de crímenes.
Tal vez lo más desasosegante sea comprobar cómo no se logra disminuir la cantidad de femicidios que se registra en el país año tras año, por más herramientas legales y políticas que se van sumando, por más campañas de sensibilización que se generan y difunden, por más primeros planos que cobren estos hechos para visibilizarlos y que la sociedad entienda de una vez por todas que ese no es el camino.
A pesar de todo ello, cientos de mujeres siguen muriendo y ni Argentina ni los otros países del mundo que padecen este flagelo le encuentran la vuelta para erradicarlo, minimizarlo ni siquiera disminuirlo.
Los cambios culturales cuestan, es cierto, pero no sólo demandan tiempo: también una actitud proactiva, desde la educación (la formal y la de la propia casa), el uso responsable de las redes sociales (todavía empleadas como usina de viejos preconceptos y “chistes” de mal gusto y sin gracia), y sobre todo, cada uno desde su lugar, fomentar y cultivar el respeto. Sólo involucrando a las nuevas generaciones e inculcándoles los buenos ejemplos se podrá soñar con un mundo mejor.
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