La Escuela 876 es la única primaria del Paraje Juanita, sobre la ruta 17. Nació en 1998 como aula satélite y funcionaba en la iglesia católica del paraje, ubicado cerca de Pozo Azul. En 2006, pasó a ser escuela y el Estado le construyó el edificio de madera donde funciona desde hace 16 años.
Con los años, la escuela no sólo aumentó su matrícula (en la actualidad, asisten 112 alumnos desde el Nivel Inicial hasta séptimo grado) sino que se deterioró su precario edificio sin que desde el Estado llegara la propuesta de uno de material, con espacios adecuados para las actuales necesidades.
Hoy, las paredes de madera de la Escuela 876 están tan podridas que los pilares se desclavan, hace tiempo que el edificio no impide el ingreso del agua cuando llueve, ni del viento frío durante el invierno.
Según pudo confirmar este Diario, la escuela debió poner maderas de refuerzos en varias paredes por temor a que éstas se caigan sobre los alumnos.
Decisión de los padres
Recientemente, los padres resolvieron en una reunión que no mandarían a clases a sus hijos los días de lluvia ni de frío y pidieron a los docentes que, como lo hicieron durante el primer año de pandemia, manden actividades por WhatsApp.
Así lo confirmó a PRIMERA EDICIÓN la abuela de un alumno e integrante de la cooperadora escolar, Claudia Ortellado.
“En esa reunión decidimos que si no recibimos respuesta a nuestro pedido en corto plazo vamos a tomar la escuela, cortar la ruta o cualquier otra medida que obligue a las autoridades a escucharnos porque ya presentamos nota tanto en el municipio de Irigoyen como de Pozo Azul, ambas sin respuestas; el año pasado nos visitaron el ministro de Educación Miguel Sedoff y el presidente del Consejo General de Educación Alberto Galarza, escuchamos promesas, pero seguimos con el mismo problema”, remarcó Ortellado.
Escuela rancho
La 876 es a simple vista un rancho. Eso sí, hace un par de años, se logró reemplazar las letrinas por sanitarios de material. En esa oportunidad, también recibieron fondos para construir una cocina de material pero quedó como quincho con unas rejas muy finas, porque el dinero no alcanzó para las paredes.
Este año, con los fondos del Sistema Nacional de Transferencia a Escuela (SITRARED) pudieron levantar una de las paredes de la cocina y en la otra pusieron rejas reforzadas, lo que les permitió tener una heladera y garrafas a salvo de ladrones.
También pudieron reparar los sanitarios, reponer las canillas y un inodoro que les habían robado.
La falta de una estructura edilicia adecuada afecta no sólo el día a día de esta escuelita rural sino que también la deja en una situación vulnerable ante los equipamientos e insumos que pueden recibir para mejorar el proceso de enseñanza. Es tan frágil el edificio y tan fácil ingresar que los docentes saben que no pueden dejar nada de valor, ni siquiera un ventilador o una estufa.
Este año, cuando los padres salieron a exponer las condiciones lamentables en la que van a clases sus hijos y ante un nuevo pedido desde la dirección de la escuela, las autoridades de Arquitectura del Ministerio incluyeron el proyecto de construcción de la escuela en categoría “urgente”.
Pero nadie sabe cuándo podrán iniciar la obra ni su fecha de finalización. Mientras, la comunidad educativa teme que el precario edificio se venga abajo sobre la cabeza de chicos y docentes.
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