Tuvo mucha repercusión el mensaje que el cardenal Mario Poli dejó al Gobierno nacional (con Alberto Fernández finalmente presente junto al jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; y el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Sergio Massa en el tedeum).
El máximo representante del papa Francisco en Argentina cuestionó las “tensiones que repiten crueles enfrentamientos”.
Fue un mensaje directo a la dirigencia política tanto del oficialismo (con el “albertismo” y el “cristinismo” en tensión constante) pero también de la oposición, donde emerge fuerte la interna de Juntos por el Cambio y, a su vez, de ese espacio con los “libertarios” de Milei.
Efectivamente, estamos en un país donde los dirigentes dividen en sus mensajes, en sus apariciones mediáticas, en sus redes sociales, en sus reuniones políticas, en las instituciones… en todos lados.
Ocurre en una Argentina cargada de dramas sociales y económicos, donde la inflación genera otra división, la que sí debería encolumnar a la totalidad de las representaciones políticas: pobres y no pobres.
El Cardenal primado de la Argentina, en ese sentido, puso énfasis en que “cuando el pan falta en tantas familias, es cuando más tenemos que pensar en nuestro prójimo y en sus necesidades básicas, educación, salud”.
En esta Argentina de divididos, de “grietas”, no se ven mesas de trabajo en la búsqueda de consensos donde el respeto a las ideologías no se interponga en la solución a los problemas de los más de 47 millones de personas. Pocas son las veces en que los consensos ganan antes que las peleas innecesarias.
Si la misma pasión y esfuerzos que se ponen en generar divisiones, heridas y enfrentamientos se pusieran en sacar a los pobres e indigentes de esa triste situación, viviríamos en una Argentina enfocada en crecer pensando en una sola Patria, la que ayer recordamos por sus orígenes. La que unió referentes para pensar en un país diferente.