Mediante un proceso de años en los que diferentes gobiernos fueron sumando a la desgracia, el país se fue arrinconando hasta recortar sus chances de manera drástica. La monumental deuda fue el golpe de gracia y la irregular gestión del Gobierno actual, sumadas a la pandemia, hicieron de esta realidad algo de a ratos insoportable.
Argentina hoy es víctima de su encerrona al no poder recurrir al financiamiento externo con lo que está “condenada” a producir y vivir de lo suyo. Y lo suyo, en estos tiempos, pareciera ser más que nada la impresión de billetes de distintos colores y con distintas figuras, pero con el mismo caudal de crisis creciente. Vivir de lo suyo podría ser, tranquilamente, apuntar al desarrollo, a la generación de empleo de calidad que se traduzca en mejores rendimientos y mayor consumo. Pero la trayectoria que fue tomando este rubro de la economía sigue siendo crítica. En los últimos diez años comenzó a ser más notorio que nunca la reducción de asalariados. En contrapartida crecieron fuerte los monotributistas, los autónomos y más que nada el trabajo informal.
Si existe alguna chance de apelar al empleo de calidad como un motor de desarrollo para remar contra la crisis, entonces habrá que rescatarlo cuanto antes.