En 1976 se había jugado en la ciudad de Corrientes el primer Campeonato Argentino de Selecciones Varones Mayores de Fútbol de Salón, en el que Misiones se consagró Campeón Argentino. En diciembre de 1977 se realizó en Montecarlo el segundo torneo nacional en la misma categoría, con la participación de cuatro selecciones -entre ellas la de Tierra del Fuego, obteniendo el segundo título de Campeón, Misiones. Para organizar el tercer nacional se había postulado Tierra del Fuego, para el mes de diciembre de 1978, por el gran auge y entusiasmo de ese deporte en las provincias del Sur, y en las del Noreste. Para defender el máximo título, la Federación Misionera de Futbol de Salón, fundada en 1977, decidió encarar con seriedad su preparación, integrando la selección con los mejores jugadores de todas las entidades afiliadas, con un plantel de excelencia. Para ello desde principios de ese año se empezó a trabajar bajo la dirección técnica de Lorenzo Vital Díaz, de la ciudad de Eldorado, director técnico del último campeón provincial.
El 14 de febrero de 1978 el gobierno militar resolvió rechazar el laudo de la reina Isabel II de Inglaterra, a pesar de que Argentina había aceptado hacía años los arbitrajes internacionales. El motivo del arbitraje con Chile era la soberanía de Lenox, Isla Nueva y Picton, islas situadas en el Canal de Beagle, un paso marítimo estrecho localizado al sur de la provincia de Tierra del Fuego, que conecta los océanos Atlántico y Pacífico. Una corte arbitral de especialistas, integrada por cinco países -de Estados Unidos, por América; de Nigeria por África; de Suecia, Francia e Inglaterra, por Europa-, debía emitir su fallo y entregarlo a la reina británica, quien “sólo podía aceptar o rechazar el fallo: carecía de facultades para modificarlo”. Isabel aceptó las sugerencias de la corte arbitral de que las tres islas correspondían a Chile. Esto creó un clima bélico en el país, y el traslado de tropas militares hacia el Sur y la frontera, tanto que estuvo a punto de iniciarse una guerra con Chile.
Quien escribe –Juan Plocher– era presidente de la Federación Misionera de Fútbol de Salón. En forma conjunta con los delegados de las distintas asociaciones, se fueron planificando y cumpliendo todas las competencias provinciales correspondientes a las distintas categorías anuales. El gran esfuerzo económico que significaba para las asociaciones y sus integrantes el viaje al Sur: traslado en bus a Buenos Aires y desde allí en avión a Río Grande, en Tierra del Fuego, requería especial atención. Para cubrir parte de este último gasto se obtuvo un subsidio del Gobierno provincial.
La selección quedó integrada por tres jugadores de Eldorado: Darío Giménez, Rubén Ernesto Díaz y Amado Brahin; uno de Puerto Piray, Juan Carlos Bouix; tres de Montecarlo: Ernesto “Tito” Krausemann, y los arqueros Ricardo König y Héctor Witzke; dos de Posadas, Raúl Frete y Jorge “Pata” Vicenty, y uno de Leandro N. Alem, Hugo Aguila. El director técnico era de Eldorado, Lorenzo Vital Díaz, y como árbitro, Ernesto Niederberger, de Montecarlo. Se sumaron dos dirigentes de Posadas, Ricardo Aguayo y Fernando Burek. Con los pasajes a cargo de su padre, Juan -como acompañante juvenil-, fue Manfredo Plocher (15), que estudiaba en Buenos Aires.
La Federación adquirió para el plantel de jugadores juegos completos de pantalones y buzos de color rojo, que resaltaban desde lejos y daban una excelente presentación. En el ambiente nacional había para muchos un clima bélico. Se hablaba de tener que cubrir las ventanas para oscurecer todo, de que se hacían movilizaciones militares…En ese estado se decidió a viajar en los últimos días de noviembre, porque no se habían recibido noticias de suspensión oficial del torneo nacional.
En los últimos días de 1978, el papa Juan Pablo II ofreció su mediación entre Argentina y Chile. El cardenal Antonio Samoré fue enviado especial para la misión conciliatoria en el conflicto austral. Las negociaciones tardaron seis años.
Juan Plocher, entonces presidente de la Federación Misionera de Fútbol de Salón, decidió sacar tierra colorada que se encontraba junto al busto del General San Martín, de la plaza central de Montecarlo, y una botella de agua del río Paraná, con el objetivo de acercarse con toda la delegación -en Ushuaia-, a las costas del Canal de Beagle, para lanzar la tierra y el agua “y rogar que se mantenga la paz entre los países vecinos de Argentina y Chile”. Fueron momentos simbólicos, de mucha emoción para toda la delegación, los que nunca serán olvidados, registrados en fotos.
Cuando el avión de la delegación misionera arribó a la ciudad de Río Grande, en Tierra del Fuego, apenas descendieron, “me ubica el director de deportes, un señor de apellido Domínguez, que me lleva a un lado, y me dice: ‘Río Grande tiene 8.000 habitantes, ahora somos 16.000. Todo el resto son soldados… comprenda la gravedad’. Miré hacia el avión que nos trajo: rápidamente se embarcaban mujeres y niños, familiares de las fuerzas allí residentes”.
Según Plocher, los alojaron en un muy buen albergue deportivo. El único de otra provincia era el árbitro nacional de Corrientes, de apellido Maidana. “Nos informan que se suspendía el torneo nacional, que nos tenían preparada una programación de partidos amistosos en Río Grande y Ushuaia, y nos sirvieron una rica cena. En la calle, cada 30-40 metros, patrullando, soldados con fusiles. Afortunadamente el plantel de Misiones con sus hermosos equipos era reconocido fácilmente y no hubo problemas. Algo llamativo: el árbitro Maidana que a nuestro regreso estaba leyendo un libro, manifestó que no fue a cenar porque “estoy esperando que oscurezca” ¡¡¡ oscurecía a las 11 de la noche!!!
Por la tarde del día siguiente se jugó el primer partido: selección de Misiones vs. selección de Río Grande, en un hermoso gimnasio con muchos hinchas. Fue un excelente triunfo de Misiones por 4 a 3. Sorprendió la rapidez y habilidad con que se desplazaban los fueguinos por los laterales. Algo llamativo de esa ciudad, el fuerte viento frío que soplaba, constante”, narró.
Al tercer día los llevaron en bus a Ushuaia, previa travesía por paso Garibaldi, cubierto con nieve en pleno mes de diciembre. En esa “preciosa ciudad nos recibió el director de Deportes, profesor Jorge Milstan. Nos alojaron en un buen albergue. Todo estaba programado para una gran jornada deportiva, en tres actividades. Nos pidieron que formemos equipos de papi fútbol, de básquet y de fondo la selección de Misiones vs. Ushuaia. El papi fútbol lo conformamos en el arco con nuestro árbitro, Ernesto Niederberger -quien tuvo una gran actuación, nunca lo vi revolcarse tanto sobre el parquet-, y nos dio el triunfo. En la defensa, Juan Plocher con Ricardo Aguayo, en el medio el gran Maidana, complementado con Fernando Burek. El equipo de básquet lo conformaron Frete, Vicenty, Bouix, Héctor Witzke, Manfredo Plocher y otros. También fue triunfo de Misiones”.
Llegó el momento del plato fuerte del fútbol de salón, con tribunas altas repletas y un enorme entusiasmo. “Cuando entró la selección de Misiones, un aliento impresionante de las partes altas de las tribunas, al grito de Misiones, Misiones, … eran todos soldados de Misiones, Corrientes, Chaco y Formosa. Todos tenían la piel de gallina. En un hermoso encuentro Misiones se impuso al local por 8 a 7. Con lágrimas, los soldados abrazaban a los atletas de la tierra colorada, diciendo ‘soy de tal localidad’”.
Plocher tuvo la oportunidad de charlar con el soldado “-dragoneante, creo- César González -hijo de Antonio, con residencia en Montecarlo, que estaba viviendo en Dos de Mayo. Para hacer carrera universitaria pidió prórroga para el servicio militar. Al obtener el título de ingeniero agrónomo, se presentó y fue destinado a Goya, en Corrientes. Todo su regimiento fue llevado a Tierra del Fuego. Tuvimos una inquietud ¿Con qué palabras motivan a los soldados para ir a la guerra?… “que, en esa zona de las tres islas en discordia, en todo el mar hay muchas riquezas: plancton, conjunto de organismos, principalmente microscópicos, que flotan en aguas saladas o dulces, fundamentales para toda vida”.
Al día siguiente los llevaron a pasear “al hermoso Lapataia. Hasta ahí llegaban las vías del famoso y triste tren de la cárcel del Fin del Mundo. Era para relajarse, la serenidad. Se me acercó, creo, el Ministro de Gobierno de Tierra del Fuego: “¿Cree que habrá guerra?” Sinceramente -le digo- creo que no, por lo visto en Buenos Aires y Misiones”.
Ese día, la delegación de Misiones se acercó al Canal de Beagle, lanzó la tierra colorada traída desde la plaza San Martín de Montecarlo, y también agua del río Paraná, con el “Ruego de la Paz” entre los pueblos de Argentina y Chile. Un No a la guerra. Las fotos registradas en ese instante “son testimonio real de momentos que tocaron los corazones de todos”.
A la noche se jugó la revancha con Ushuaia, con nuevo triunfo de Misiones, por 4 a 3, gracias a jugadas bien coordinadas y una extraordinaria actuación del arquero Ricardo König -en ese escenario cumplió 23 años, el 2 de diciembre-, ya que el otro arquero, Héctor Witzke, estaba lesionado.
Regresaron a Río Grande para el cuarto partido y revancha. En grupos, pasearon por la costanera. “Soplaba fuerte el viento: para caminar y adelantarse había que agacharse. Visitamos una cancha de fútbol para 11 jugadores: todo el piso de canto rodado -sin pasto- algo increíble. Hablé con un vecino: qué podría pasar si hay guerra… ‘Los chilenos del otro lado podrán estar medio enterrados en la nieve ocho días sin afectarles acostumbrados como están a la nieve, mientras a casi todos los soldados argentinos los trajeron de zonas tropicales’”, recordó.
Esa noche se jugaba el último partido, que se transmitió totalmente por la televisión local. Previamente le hicieron un reportaje a Plocher. “Pude contar, como hijo de colonos pioneros, el proceso de la yerba mate. Era una forma de quitarle a la gente local la tensión de un inminente conflicto bélico. El triunfo en bravo partido fue para los locales 3 a 5. El regreso a Misiones, fue con la alegría de una experiencia única e inolvidable”.
Reflexiones
Manfredo Roberto Plocher viajó a Tierra del Fuego como acompañante de la selección misionera de futsal. Tenía 15 años recién cumplidos. Fui invitado a incorporarme al grupo. Era diciembre de 1978. Acababa de cursar el tercer año del Instituto Ballester, en Buenos Aires, y sonaban tambores de guerra. Con 15 años no se tiene realmente conciencia de lo que eso significa. Como residía en Buenos Aires, me integré al grupo en el Aeroparque de la ciudad. La primera conclusión que saqué de tan variopinto grupo, es que, gracias al deporte, muchos de ellos salían por primera vez de la hermosa provincia de Misiones, para representarla en un torneo nacional de futsal. También que para muchos fue su primer viaje en avión, cosa muy evidente por el nerviosismo, por llamarlo de alguna manera, reinante. Cada año viajaba desde mi Montecarlo natal hasta Buenos Aires en colectivo, trayecto que duraba cerca de 20 horas para completar los 1.200 km hasta el destino. Eso siempre me hizo pensar que nuestro país es muy grande. Pero al enterarme que el vuelo desde Buenos Aires a Ushuaia duraba casi 5.30 hs, para cubrir los 2.400 km que las separan, terminé de asombrarme del enorme país que tenemos.
En nuestro primer día en Río Grande, me pareció irreal que el día no se acabara nunca: eran las 12 de la noche y parecía mediodía. Aprendí que, en el solsticio austral, el sol nunca deja de iluminar completamente, por lo que en los días que pasamos en Tierra del Fuego, nunca fue noche cerrada.
El motivo del viaje era la disputa del tercer campeonato nacional de futbol de salón. Misiones era una auténtica selección, con jugadores de varias localidades. Lamentablemente cuando llegamos a destino, nos enteramos de la suspensión del mismo por motivos bélicos-políticos. Estaba por estallar el conflicto del Beagle entre Argentina y Chile, razón por la que las otras delegaciones no llegaron a viajar. A pesar de ello, se organizaron varios partidos de futsal entre la selección de Misiones, y las de Río Grande y Ushuaia, uno con los dirigentes que acompañaron, e incluso un partido de básquetbol del que tuve la suerte de participar. Al llegar a Río Grande, quedé sorprendido del urbanismo de la ciudad, casas bajas, calles anchas, y nula o escasa vegetación. También se apreciaba gran movimiento de tropas y mi conclusión fue que los habitantes de la zona eran de una pasta especial: es muy difícil vivir con semejantes condiciones climáticas.
Era época prebélica, por lo que se veían también en Ushuaia ingente cantidad de militares por todos lados. Una de las cosas que me llamó poderosamente la atención, fue ver la cantidad de vehículos militares que constantemente iban y venían por las calles de la ciudad y alrededores. Me parecieron tantos, que quedé muy sorprendido. Al cabo de un tiempo, y ya de regreso, un conocido al que vimos en Ushuaia, nos confesó que en realidad no eran tantos, sino que, como estrategia militar, los trasladaban de un sitio a otro, donde les cambiaban la identificación, numeración y algo de pintura, para regresarlos al lugar inicial, donde realizaban la misma operación y así durante días.
De los mejores recuerdos de ese viaje, fue conocer el Parque Nacional Tierra del Fuego, el lago Roca, y la sensacional Bahía Lapataia donde finaliza la ruta 3, a 3.063 km de Buenos Aires o 17.848 de Alaska.
La paz que reinaba ahí contrastaba con los rumores de guerra a pocos kilómetros. Sin duda, el momento más emotivo del viaje fue cuando en símbolo de paz y esperanza, se esparció tierra roja misionera y agua del Paraná en el Canal de Beagle. Tantos años después, podemos estar orgullosos de ese momento. Triunfaron Paz y Sensatez.
Por Juan Plocher [email protected]