Panadería “Graciela” lleva 45 años comercializando exquisiteces a los vecinos de Leandro N. Alem, y ese es el mejor motivo para celebrar.
La empresa familiar nació de la mano de Nahuel y María Rosa Giordano, quienes junto a sus hijos: Sebastián y Nahuel, y un dedicado equipo de colaboradores, hacen que en la mesa diaria no falten los productos y las especialidades de la casa. Como familia que ama lo que hace, siempre están a la vanguardia, innovando, e incorporando variedad.
El matrimonio contó que en enero de 1977 “nos casamos en un pequeño pueblo de la provincia de Santa Fe, y decidimos venir a Misiones para pasar nuestra luna de miel”. Después de recorrer buena parte de la provincia, llegaron hasta Leandro N. Alem. “Nos gustó tanto la fisonomía del pueblo y, en especial su gente, que decidimos quedarnos aquí”. Después de seis meses de trabajo y “de algunas peripecias que pasamos, abrimos la panadería y confitería ‘Graciela’, aquí sobre la avenida San Martín, donde hoy cumplimos 45 años”, contó María Rosa.
Después, llegaron los dos hijos, que “trabajan con nosotros en la panadería, por eso en este día tan especial, todos juntos, queremos agradecer profundamente a todo el municipio, a la comunidad, a los amigos, por haber confiado y posibilitado que lográramos este éxito. También hacemos extensivo el reconocimiento al personal de la panadería que trabaja hace 30 años”, indicó.
Al referirse a las especialidades más requeridas por los clientes, aseguró que las chipas de almidón y la variedad de tortas, “son muy solicitadas”.
Sebastián es quien se dedica en buena medida, a elaborar las tortas, las cosas dulces, los panes, pero “mi dedicación, lo que más me gusta, lo que más disfruto, es la repostería. Es una pasión que heredé de mi abuelo Fortunato, y de mi padre. Hacía algunas cosas y atendía el negocio hasta que, hace unos diez años, papá tuvo un accidente y no podía trabajar. En dos o tres días me enseñó todo y me largué. Ahora me encargo yo, y él es mi ayudante”, dijo, entre risas.
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Los Giordano son santafesinos. Cuando María Rosa y Nahuel vinieron de luna de miel, “les encantó la provincia, se sintieron tan a gusto, que se volvieron a buscar sus cosas, cargaron lo que tenían en la panadería, y se instalaron acá, siempre en Leandro N. Alem”, dijo Sebastián, quien desde pequeño quería ser panadero.
Acotó que “ellos vinieron a la zona a buscar un lugar, pero sin saber adónde quedarse. Habían estado en Posadas, en Puerto Iguazú, y se iban hacia San Javier para ver cómo era el pueblo, a averiguar un poco, cuando entraron a esta ciudad para ver cuántos habitantes tenía y a cargar agua para el mate. La señora que les facilitó el agua fue tan amable con mamá, y una persona que se cruzó con papá y le dijo buen día sin conocerlo, fueron el detonante. Eso los atrajo, la amabilidad de la gente”.
Hace 45 años que la familia atiende la panadería en el mismo lugar y todos los miembros trabajan en ella. Además, “tenemos empleados que prestan servicios hace más de 30 años, con todo lo que ello implica. Así que somos como una familia grande”.