Por: Lic. Sergio Dalmau
No podemos negar que desde hace algunos años, el tema ambiental está en el podio de las agendas políticas y legislativas en casi todo el mundo. Impulsado, sostenido y extendido especialmente por personas y organizaciones de la sociedad civil, se ganó un lugar importante en la toma de decisiones, aunque estas terminen -en muchos casos- haciendo oídos sordos a los reclamos.
“Estamos en el comienzo de una extinción masiva. Y de lo único que pueden hablar es de dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno. ¿Cómo se atreven?”, son palabras de Greta Thunberg, la activista medioambiental sueca, pronunciadas hace algunos años en la Cumbre del Clima de Madrid.
Aquel reclamo realizado por Thunberg ante los líderes mundiales, es algo que sin dudas podremos volver a repetir en este 2022. Los políticos y los empresarios mucho dicen, mucho prometen, sin embargo las acciones siempre tardan en llegar y, casi siempre resultan insuficientes ante las urgencias que vive nuestro planeta.
Y lamentablemente, Argentina no está exenta de esto. Es más, como en tantos otros temas, el país afronta una fuerte crisis y hoy por hoy en cuestiones ambientales, también está viviendo de prestado.
Soy de una generación que está acostumbrada a las sucesivas crisis. Términos como hiperinflación, devaluación, deuda externa, ajuste, default y tantos otros, nos resultan completamente familiares y han sido siempre parte de nuestras vidas. También, crecimos viendo como Argentina año tras año gasta más de lo que genera y eso lleva a los gobiernos a tomar deuda o imprimir papel moneda. En este escenario, las iniciativas para achicar el gasto público tampoco han sido exitosas y generalmente afectan principalmente a los más desfavorecidos.
A su vez, cabe destacar que nuestro país siempre se ha logrado recuperar o al menos eso intentó con diferentes parches, de las sucesivas crisis económicas echando mano a lo que más abunda, nuestros recursos naturales, que determinan lo que en la actualidad se conoce cómo biocapacidad.
Pero, como en este mundo nada es para siempre, lamentablemente, desde hace un tiempo, nuestra forma de producir y consumir a nivel global -y en particular en Argentina- ha excedido con creces la biocapacidad global y nacional y nos obliga a todos a conocer y manejar un nuevo término: default ambiental; que se relaciona directamente con el Día del Exceso de la Tierra u Overshoot Day.
Un mes antes de que todos los habitantes del planeta hayamos consumido los recursos que la Tierra generó para este año, la Argentina alcanzó hace poco más de una semana lo que se conoce como “default ambiental”. Este indicador muestra que a partir de este momento todo lo que se consume queda en el “debe” de la cuenta de los recursos naturales que se generan en el país.
Este indicador, desarrollado por la Red Global de la Huella Ecológica (Global Footprint Network), busca generar conciencia y actúa como indicador global de la velocidad en la que estamos “consumiendo el planeta”.
La fecha del calendario no es fija sino que se modifica año a año, basada en el consumo y uso que la humanidad realiza de los bienes y servicios naturales y la capacidad de respuesta que tienen los ecosistemas para reponer esos recursos. En Argentina se estimó para el 24 de junio, un mes antes de la fecha global que será el 28 de julio.
“Es como cuando llegamos a fin de mes y no podemos pagar el total de la tarjeta de crédito, sólo que en este caso los intereses son la pérdida de biodiversidad, los incendios forestales, la desertificación de la Patagonia y la pérdida de producción en la Cuenca Central, que necesita cada vez más aportes externos para obtener los mismos rindes”, señaló a los medios nacionales Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre Argentina.
Comparando con la época en la que se comenzó a elaborar este índice (1970), Jaramillo comentó que por aquellos años la humanidad necesitaba alrededor de un planeta para vivir. Actualmente, se necesitan casi dos: 1,75.
Entre los datos alarmantes del reciente informe, se destaca que las poblaciones mundiales de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces sufrieron una disminución promedio del 68% debido a la destrucción ambiental por las actividades humanas. Sin embargo, dentro de América Latina la reducción, en promedio, fue del 94%. A su vez, los especialistas destacan que las principales amenazas se encuentran en la alteración de bosques, humedales, pastizales y sabanas, la sobreexplotación de especies, el cambio climático y la introducción de especies exóticas.
Asimismo, el demoledor informe señala que cada año en el mundo se deforestan 10 millones de hectáreas de bosques, el equivalente al tamaño de la República de Corea, o el doble de la superficie de Costa Rica. Dentro de este escenario, el Gran Chaco se encuentra entre uno de los 24 frentes de deforestación a escala global, y entre los 9 que están en América Latina.
A su vez, alertan que desde la sanción de la Ley de Bosques Nativos en 2007, se perdieron 3.500.000 hectáreas de bosques nativos en Argentina y con ellos todos los beneficios asociados. Además, mucha de esa deforestación se realizó de forma ilegal.
En las costas bonaerenses, el 80% de los residuos encontrados en las playas bonaerenses fueron plásticos. Una alarma que indica que la contaminación por plástico y el manejo de los residuos derivados, necesita ser parte de las soluciones para proteger los océanos del mundo. En Argentina se descartan al mar más de 110 mil toneladas de merluza en buen estado al año, manifestando un manejo deficiente de los recursos pesqueros. A nivel global el 30% de los recursos pesqueros del planeta se encuentran sobreexplotados.
La matriz energética nacional se basa, principalmente, en el uso de combustibles fósiles, cuya combustión emite gases de efecto invernadero y otros contaminantes a la atmósfera, que son los principales causantes del cambio climático y el calentamiento global.
A nivel global, alrededor de un 40% de los alimentos se desperdicia antes de ser consumidos, lo que implica también se desperdician los recursos naturales que fueron utilizados para producirse. Esto sucede a la par de que más de 800 millones de personas en el mundo padecen hambre y 3.000 millones no pueden permitirse una dieta saludable. Asimismo, en nuestro país, alrededor del 30% de niños, niñas y adolescentes sufre emergencia alimentaria.
Ante estos datos, es indudable que debemos asumir un compromiso y debemos hacerlo de manera inmediata, por nosotros y sobre todo por las generaciones futuras. Parte de la responsabilidad y posibilidad de saldar la deuda que hoy por hoy tienen Argentina y el mundo está en nosotros pero, sin la acción concreta de los políticos y empresarios, nos vamos a quedar a mitad de camino, vamos a poder pagar solamente el mínimo del resumen y seguiremos acumulando déficit.
Esta es una crisis más, como otras tantas que tiene Argentina. Hoy por hoy puede pasar desapercibida ya que sus consecuencias pueden disimularse en el día a día. Pero, hay que tener en cuenta una cosa, ni el actual, ni los futuros gobiernos contarán a futuro con una maquinita para seguir emitiendo recursos. No se trata sólo de imprimir billetes.
Dentro de las acciones diarias, podemos ser responsables con nuestros residuos. Debemos darle una adecuada disposición separando aquellos que son reciclables de los que no. Las colillas también son basura, apagarlas cuidadosamente y descartarlas en la basura, no en la calle. Debemos reducir el desperdicio de alimentos a la mitad. El desperdicio de comida representa el 30% de los alimentos producidos a nivel mundial. Esto significa que, entre otras cosas, nos estamos sirviendo comida que no vamos a comer. Cambiar esto empieza en actos tan sencillos como servirte sólo la porción que vas a comer. Además, podemos implementar mecanismos para utilizar con moderación los recursos naturales, como el agua y la energía, porque son bienes escasos.
Todo suma, cada granito de arena cuenta y quizás con esas acciones comencemos a generar el ruido necesario para que los de arriba escuchen. Hasta que eso no pase, todo seguirá en el mismo rumbo. Gastando de más, hipotecando el futuro.