La primera reacción es la sorpresa. Cuando Valeria Sosa (30), Adriana Piedade (28) y Ana Messina (26) cuentan que practican kickboxing la respuesta es casi siempre la misma: el asombro. Sin embargo, para estas tres mujeres este deporte de contacto es parte de su cotidianeidad.
No se dejan llevar por lo que los estereotipos dicen que deberían practicar como deporte, muy por el contrario, se sacan el peso de los mandatos, se calzan los guantes y se suben al cuadrilátero. Valeria y Adriana ya tienen experiencia en competencias mientras que Ana se prepara para el debut el próximo noviembre.
En una charla con EL DEPOR, las tres contaron cómo llegaron al kickboxing, sus expectativas en el deporte y el espacio ganado en una disciplina tradicionalmente relacionada con los hombres y donde ellas pisan fuerte.
Valeria Sosa tiene 30 años y es licenciada en Relaciones Internacionales. Tiene experiencia en deportes de contacto porque a los 20 años comenzó a practicar karate, disciplina que le permitió representar al país en competencias sudamericanas y panamericanas en la modalidad de combate.
Pero llegó el parate por las restricciones sanitarias en el marco de la pandemia de coronavirus y Valeria quería empezar otra vez pero con algo más. Así llegó a la Academia Rolonkick hace casi dos años y medio. “Quería retomar pero los lugares para entrenar estaban cerrados, y ya me había llamado la atención el tipo de lucha que se hace en kickboxing, entonces me acerqué a la academia y empecé”, recordó Valeria, que es cinturón verde, en la charla con EL DEPORTIVO.
Después de algunos entrenamientos comenzó a notar la diferencia con el karate, principalmente en la modalidad de combate y para sus primeras competencias eligió al low kick, modalidad del kickboxing donde el contacto es pleno. “Todos los golpes tienen que ser con intención de knock out”, explicó Valeria. “Si bien hay otras en las que me interesaría participar, como por ejemplo kick ligth, donde el contacto es más leve, low kick es la que más me gusta”, agregó.
Así comenzó a participar en torneos internos de la academia, cuatro hasta la fecha, con la intención de sumar experiencia para después salir a competir afuera. Y ese salto lo dio semanas atrás, cuando dijo presente en el evento denominado Golpe Fulminante, que se hizo en Ciudad del Este, Paraguay donde cayó ante la brasileña Ana Carolina en fallo dividido.

Después pegó el salto al Open Nacional, en Formosa, de donde se volvió con dos medallas de oro, en low kick y en point figth, y quedó bien posicionada para ser una de las representantes argentinas en el Panamericano de Cascavel, Brasil, el próximo noviembre. “Siempre es emocionante la posibilidad de representar a la Argentina y yo, particularmente, siento mucha responsabilidad. Es por eso que cuando tengo algún compromiso me dedico aún más para poder llegar en las mejores condiciones”, dijo Valeria que entrena tres veces por semana en la Academia y además, también tres veces, en el gimnasio.
“Cuando se enteran que practico kickboxing, por lo general, se sorprenden. Más que nada por la competencia. Me preguntan si me golpeo mucho pero a mí la verdad me gusta, no creo que sea peligroso”, dijo Valeria con respecto a la reacción de la gente cuando se entera del deporte que practica y donde tiene el objetivo de, algún día, hacerlo de manera profesional. “Quiero representar al país y llegar lo más lejos que pueda en el kickboxing”, cerró.
Adriana Piedade, de 28, tiene una larga historia en el mundo de los deportes de contacto. Su primer encuentro fue con apenas 10 años, un día que su hermano, que practicaba kung fu, llegó a su casa con un trofeo. “En ese momento dije ‘quiero ser así’”, recordó en diálogo con EL DEPOR.
Y cumplió. Con 13 años comenzó a practicar kung fu, en la modalidad sanda, y llegó a sumar 18 peleas y a representar al país en torneos sudamericanos. Hasta que en una competencia en Paraguay terminó segunda y quiso cambiar de rumbo. “Me di cuenta que me faltaba más entrenamiento, más cruce”, dijo. Fue así que se metió en el boxeo, donde llegó a ser campeona provincial, título que ostenta hasta la fecha. Y también tuvo su paso por las Artes Marciales Mixtas.

Hasta que hace cinco años atrás decidió cambiar una vez más de disciplina y así llegó al kickboxing, con toda la experiencia del kung fu y el boxeo encima. Comenzó con el profesor Mauricio Villordo y hace un año, cuando rindió para cinturón negro, arribó a la Academia Rolonkick.
“Desde que arranqué con 13 años nunca dejé de entrenar”, señaló Adriana. Todo ese bagaje le permitió ponerse a competir casi al toque, pero la mayoría de las veces afuera, porque en los torneos internos casi no encuentra a mujeres con sus mismas características para pelear.
En Paraguay o Brasil sí tiene rivales y también buenas experiencias: en su última visita a tierras guaraníes se volvió con dos títulos. Su última competencia fue en Formosa, en el Open Nacional, donde participó en low kick y kick ligth en la categoría de 52 kilos y también se trajo dos títulos. Esos trofeos la ponen en una buena posición para el Panamericano de Cascavel, Brasil, en noviembre próximo. “Pero mi objetivo es pelear por el título argentino de kickboxing”, remarcó. “Pero para eso nos tienen que dar la oportunidad los organizadores”, agregó.
Con tanta experiencia encima, el siguiente paso lógico es enseñar lo que sabe. Entonces, después de rendir para el cinturón negro, Adriana decidió abrir su propia escuelita de kickboxing. “Lo vi como una salida laboral, si bien siempre estuve entrenando y compitiendo, nunca me interesó dar clases. Siempre decía que quería seguir aprendiendo y entrenando, pero se dio la oportunidad y ahora me gusta”, reconoció.
En la actualidad tiene alumnos que recién están empezando en el mundo del deporte de contacto, con apenas 11 años, así como mujeres que van a sus clases pero con ganas de meterle ficha a la parte física y no tanto al combate. “Si lo hacés únicamente por la parte física, es un deporte en el que se trabaja de pies a cabeza. Para competir te tiene que gustar. Si vas a pelear tenés que hacerlo de corazón”, remarcó.
Con 26 años, Ana Messina es licenciada en Nutrición y volvió al kickboxing hace un año. Ya practicaba desde los 17 y pasó por varias academias, pero después de rendir la última materia de su carrera el año pasado decidió retomar lo que para ella es “una pasión”. “Si bien practicaba, nunca había rendido para ningún cinturón, y no quería ser profesora. Ahora sí, porque siento que se complementa con nutrición”, contó a EL DEPORTIVO.
“El día de mañana me gustaría poner un centro deportivo y complementar nutrición, musculación y kickboxing, que me apasiona”, remarcó. Entonces, en el año que lleva de vuelta, rindió tres veces y ya es cinturón verde. “Rendí rápido porque tenía conocimientos previos”, señaló. Y seguirá rindiendo porque el objetivo es calzarse el cinturón negro y ser profesora de la disciplina.
Todavía no lo hace de manera competitiva. “Me quiero preparar mejor, más que nada en las técnicas y la resistencia física. Calculo que en noviembre tendré mi primera pelea”, contó. “No me quiero tirar de una, quiero estar preparada”, agregó.
La pasión por el kickboxing viene por el lado del empoderamiento. “Me gusta el kickboxing porque es un deporte de contacto que te da un montón de técnicas para la vida diaria. Me permite estar más confiada en mí misma y en mis posibilidades, lo que me hace sentir más empoderada y confiada en mí. El estereotipo es que el hombre defienda a la mujer pero yo me puedo valer por mí misma, no necesito a nadie que me defienda”, dijo Ana que también es bailarina profesional de danzas árabes, un ámbito totalmente distinto.

“Las chicas se sorprenden cuando les digo que practico kickboxing, me dicen que es un deporte para hombres, pero no es así. No hay deportes para mujeres y deportes para hombres. Hay que animarse y hacer lo que a cada una le guste. Y hay que probar, porque si no, no van a saber si algo les gusta o no. Acá no es sólo piñas y patadas, trabajamos la musculación y hacemos trabajos aeróbicos“.
“Es un complemento y una se desestresa, se divierte, te da confianza, te ayuda a concentrarse porque cuando estás practicando tenés que estar concentrada en lo que estás haciendo. Te da agilidad, hacemos mucha elongación… Ayuda en todos los sentidos no sólo en defensa personal”, explicó.
Como nutricionista, además, sabe el plus que significa a un buen cuidado en la alimentación. “Este es un deporte de alta densidad, se gastan entre 500 y 600 calorías en una clase. Se sufre. Pero es ahí donde te das cuenta si te gusta o no. A mí me apasiona”, cerró.