No es con recursos discursivos, frases pegadizas o exhortaciones al optimismo que van a lograrlo. Las cosas no se van a solucionar intentando minimizar la dimensión del mercado del dólar “blue” o hurgando culpas y responsabilidades siempre en el pasado... aunque no haya dudas de que el presente sea en buena parte una consecuencia de ese pasado.
Que la gran mayoría de los argentinos vuelva a tener expectativas y los recursos necesarios pensando en un punto de partida hacia la recuperación depende de experiencia técnica y de decisiones distantes de la visceralidad partidaria de siempre. Y nada de eso se ve todavía. De hecho, son cualidades y condiciones que no se observan desde hace varios lustros.
Quienes tienen la enorme responsabilidad de conducir un país y una sociedad con múltiples y crecientes carencias siguen sin demostrar que cuentan con lo necesario para hacerlo.
De un tiempo a esta parte lo que termina inclinando la balanza es el peso específico de un apoyo social que se vuelve cada vez más difuso.
Anclados en un piso de votantes que fluctúa de acuerdo al tamaño de la crisis, los dirigentes toman decisiones que parecen interesarse más en mantener unidas las coaliciones para seguir ganando elecciones que en darle soluciones de fondo a un país que dejó de tenerlas hace mucho.
Y mientras tanto generaciones y generaciones de argentinos siguen viendo pasar el pasado y el presente con expectativas cada vez más recortadas. Pareciera que nos enseñan a resignarnos. Como si debiéramos entender que cualquier esfuerzo, por enorme que sea, será en vano porque el aparato se lo devorará todo.
Si la maniobra de hoy volverá a ser ignorar que el dólar “blue” tiene un fuerte impacto en la economía, genera subida de precios y tensa un humor social híper negativo, entonces es mejor que no digan nada, porque al repetir una y otra vez rancias maniobras discursivas no hacen más que parecerse a aquello que quisieron cambiar.