Por: Rocío Gómez
La época que vivimos nos permite repensar un montón de mandatos que estaban impregnados en las mujeres sin posibilidad de cuestionamiento alguno: uno de ellos es la maternidad. Décadas atrás era el fin último de la mujer, que debía casarse y tener hijos. Hoy las posibilidades son otras y el deseo, también.
Cada vez más mujeres retrasan la maternidad, la postergan o la suspenden por diversos motivos y razones: realizarse profesionalmente, viajar o lo que sea. Además, cada vez se desromantiza más a la maternidad y se habla con más apertura de la depresión posparto, de lo difícil de hacerse cargo de un niño y de todo lo que conlleva ser madre, cada vez más lejos de las publicidades que vemos en la televisión y en las revistas.
De todas maneras, siempre está latente la idea de que ser madre no es una elección individual (o en pareja) ni subjetiva; sino que es el destino inherente a la naturaleza femenina. Y no querer tener hijos es una elección personal sobre la cuál recaen fuertes sanciones sociales; las mujeres que toman esta decisión pasarán la vida contestando a preguntas que la cuestionan porque aún se da por hecho que lo natural y normal es elegir ser madre.
“Cuando socialmente hablamos de ser mujer, lo asociamos -la mayoría de las veces- con el ser madre. Es como si el género determinara de manera automática la maternidad”, señaló a ENFOQUE la licenciada en psicología Laura Mingo.
Es así como se construye el mandato de la maternidad, que lo han vivido nuestras bisabuelas, abuelas, madres pero es ahora cuando aparece una idea más disruptiva acerca de la maternidad. “La idea de que las mujeres ‘deben’ ser madres permanece como un mandato social, siempre pasa que alguien pregunta ‘¿para cuándo los hijos?’ o remata con un ‘se te está pasando el reloj’. Este tipo de comentarios, de forma sutil, van dejando rastros de esa concepción tan arraigada en nuestra cultura y etiqueta a las mujeres que deciden no ser madres como ‘egoístas’, ‘frías’ o ‘inmaduras’”, explicó Mingo.
Los productos culturales que consumimos, como las comedias románticas, siempre terminan con la pareja viviendo en armonía, con un niño o niña, o embarazados. Otra vez, como el fin último de la vida. Pero ¿qué pasa si una mujer decide no ser madre? ¿Qué pasa cuando una mujer prioriza su profesión por sobre la maternidad?
“Cada vez son más las mujeres que, por elección, deciden no ser madres, poniendo en primer lugar su vida profesional, personal y de pareja, y justamente de eso se trata, de decisiones individuales o de pareja, en donde se decide no tener hijos y es totalmente aceptable porque tener un hijo, dos, tres o cuatro implica responsabilidad, tiempo, presupuesto económico pero, por sobre todas las cosas, tener un hijo implica un deseo de tenerlo, un deseo de querer y no de hacerlo porque así debe ser o porque es lo que se espera de mí como mujer”, señaló la licenciada en psicología.
Por otro lado, las mujeres no sólo tienen el mandato de ser madres sino también deben hacerlo según lo que a nivel social se considera “bien” y cualquier hecho que no se ajuste a lo que la sociedad considera es castigado.
La psicología ha estudiado el deseo de la maternidad. “Dentro de la psicología la idea de deseo es fundamental para construir una psiquis sana; el sujeto se define como deseante y desea aquello que le falta, si ya lo tiene, no lo desea. Ese deseo es completamente individual y no siempre está ligado a la maternidad, siendo esta idea un constructo meramente social y cultural”, explicó Mingo.
La profesional explicó que “dentro de la psicología existe una corriente teórica denominada Gestalt o ‘teoría de la forma’, que establece que la ‘Gestalt’ o ‘forma’ está completa cuando el sujeto satisface todas sus necesidades. A nivel social, cuando se ve a una mujer sin hijos se la ve como ‘incompleta’ y esta visión es uno de los motivos que lleva a la mayoría de las personas a cuestionar las decisiones de la otra, sin pensar que la única forma de lograr el equilibrio o la homeostasis -como se lo denomina es esta teoría- no es sólo teniendo hijos; las parejas o mujeres que deciden no tenerlos es porque se sienten completos con su realidad, ya encontraron un sentido en su vida, disfrutan de su presente y, muchas veces están seguros que la llegada de un bebé rompería con ese equilibrio que han logrado. Con esto quiero decir que cada uno se completa y logra el equilibrio cuando puede tener aquello que desea, aquello que siempre soñó y no para todas las mujeres eso que tanto se desea es un hijo”.
Pero además hay un hecho que muchas veces se pasa por alto. Dentro de la maternidad como mandato, nadie se cuestiona si una mujer no es madre porque no quiere o porque no puede. “Es importante separar a aquellas mujeres que siempre supieron que no quieren tener hijos, de aquellas que en algún momento lo han pensado y por diferentes motivos (económicos, familiares, biológicos) no han podido concretarlo”, señaló Mingo. “Así como hay muchas mujeres que no sufren con su decisión porque es lo que siempre desearon, hay muchas otras que tuvieron que desistir de la idea de ser madres y a quienes este mandato social también golpea psíquicamente cada vez que se hacen determinados comentarios”, agregó.
Los comentarios de tipo “se te está pasando la hora”, “para cuándo el bebé” y los de su estilo, perpetúan la idea de mujer igual a madre, no tienen en cuenta luchas personales y mantienen vivo el mandato de la maternidad que se sostiene a nivel social. “Cuando alguien hace ese tipo de cuestionamientos no sabe las batallas internas por las cuales está atravesando cada mujer, no sabe que quizás hace años lucha con un tratamiento de fertilidad que no da resultados o que hay embarazos perdidos y frustraciones constantes”, señaló Mingo.
Una vez más, una de las salidas es la empatía. “Por las que quieren y no pueden ser madres y por las que no lo desean considero que debemos ser más empáticos con el otro, ponernos en su lugar y evitar hacer comentarios que pueden herir al otro, ya que simplemente estamos invadiendo su privacidad, su intimidad y sus decisiones personales”, cerró la profesional.