Corrían los últimos días de julio de 1997 cuando la noticia de la aparición de la imagen de Jesucristo proyectada en la fachada de una vivienda en el microcentro de Posadas corrió como reguero de pólvora por toda la provincia y provocó que el domicilio de Miguelina Tavares Castillo de Barrios, en la calle Tucumán y General Paz, se convirtiera en epicentro de gran cantidad de fieles y curiosos para contemplar el fenómeno.
La primera noticia de la aparición la dio PRIMERA EDICIÓN el 28 de julio y la noche siguiente, la del 29, una multitud se congregó frente al lugar para ver la imagen, obligando incluso a la Policía de Tránsito a cortar las calles adyacentes.
Desde temprano, la gente se acercó hasta el lugar esperando la noche para que apareciera la imagen del Cristo, lo que ocurrió poco antes de las 20:00. Entre los presentes se podían escuchar diversas opiniones: estaban los creyentes que hablaban de “milagro” y los escépticos que buscaban explicaciones racionales y lógicas.
Lo cierto es que más allá de la sugestión colectiva -o como parte de ella- cualquiera a simple vista podía observar el fenómeno.
El sacerdote Armando Vera, de la iglesia Sagrada Familia (donde concurre a misa Miguelina Barrios), fue muy cauto desde el primer momento: “Creo que es un efecto de la luz y sombra, y una coincidencia que se forme en la pared el rostro de Cristo. Se ve un rostro y de ahí habrá que esperar si hay algo más o no, pero en principio me parece que es un efecto de sombra simplemente. Creo que al entrar la luz de la calle y reflejarse en la pared se forma esa imagen. Lo que sí llama la atención es la conformación nítida del rostro”, especuló en declaraciones reproducidas por este diario en esos días.
Dicho y hecho: el viernes 1 de agosto por la tarde, un grupo de personas decidió podar el árbol cuyas ramas y hojas formaban la supuesta imagen de Cristo y, como resultado, desde esa noche la figura cambió drásticamente y poco quedó de la supuesta manifestación religiosa.
Aparentemente los responsables de la poda fueron vecinos del barrio que ya estaban cansados de llegar a sus casas y encontrase con las calles colmadas de gente. Sin embargo, no lograron su cometido, porque durante las noches sucesivas, al menos durante una semana, un número importante de fieles y curiosos siguió acercándose al lugar a la espera de que el “Cristo del microcentro” volviera a aparecer. Cosa que no ocurrió.