Sí, vivimos en un mundo conflictivo en el que abundan la violencia, la inseguridad y los horrores, y en el que parece imposible ser feliz. Pero recordemos estas palabras de Gandhi que citamos en la nota anterior: “sé el cambio que quieres ver en el mundo”.
Y entonces recordábamos al maestro argentino José Luis Ferrero expresando que quien enseña Yoga debe haberlo tomado como un estilo de vida simple, feliz y lleno de buena voluntad, para transmitirlo con el ejemplo desde de un estado especial del cuerpo, la mente, la conciencia y el alma, de unificación con una conciencia pura e infinita, es decir, desde un estado expandido de conciencia. Y eso es felicidad pura.
Importantes maestros también nos enseñan que la felicidad no es un destino sino un andar, no es una dependencia sino una decisión, no es lo que tenemos sino lo que somos, no está en el futuro sino que es ahora.
En este sentido el maestro Iyengar decía: “Feliz es el hombre que sabe distinguir lo real de lo irreal, lo eterno de lo transitorio y lo bueno de lo agradable, por el discernimiento y la sabiduría”; así puede obrar desinteresadamente en bien de los otros con el corazón lleno de amor, porque en el interior de su mortal estructura integra conocimiento, amor y servicio.
Por eso explicaba que el Raja Yoga (unión con el Espíritu Universal) y el Hatha Yoga (disciplina físico-mental-emocional) se complementan en calma, en paz, en ananda que es felicidad profunda, cuando mente, intelecto y yo se liberan de deseos inquietos y aflicciones y descansan en el espíritu interior.
También es sabiduría en acción para transitar equilibradamente entre nuestras responsabilidades y actividades, así como para convivir con moderación y armonía en nuestro entorno y en la sociedad.
Recordemos que la palabra Yoga significa unificación y se refiere a una disciplina integral y un estilo de vida que, partiendo de lo físico, mental y social, nos conduce a la re-unión de nuestra conciencia individual con la conciencia universal infinita que mencionábamos, no en un paraíso imaginario, sino en nuestro interior, donde hallamos la fuente original de la paz y la felicidad que buscamos siempre, lo que nos convierte en seres humanos felices y benevolentes capaces de trabajar también por el bienestar de la humanidad y del planeta.
Namasté.