En las notas anteriores nos referíamos a la paz, el amor y la armonía como basamento y efecto de la práctica sostenida del Yoga, partiendo del primer principio de su código moral: Ahimsa, que significa no violencia en todos los órdenes de la vida, precisamente porque ese efecto está presente en nuestro comportamiento, en el cuidado del cuerpo, de la alimentación, de los pensamientos, así como en nuestros valores éticos y espirituales.
Como decía el maestro Iyengar, el trabajo postural mantiene el cuerpo sano y en armonía con la naturaleza, recuperándolo como adecuado vehículo del alma, porque el Yoga es una forma de vida basada en una antigua y completa filosofía que, partiendo de la respiración consciente, la relajación, concentración, interiorización y meditación, incluye la nutrición vegetariana basada en la observancia del principio moral de no matar incluido en Ahimsa.
Más contundente aún, Gandhi sostenía que el vegetarianismo se vincula con el desarrollo del espíritu, porque el ser humano es algo más que carne y no nació para ser un animal carnívoro, sino para alimentarse de los frutos y plantas que la tierra produce.
Recordando que el principio de no violencia significa amor infinito, expresó que la grandeza de una nación y su progreso moral también se pueden juzgar de acuerdo a la manera en que trata a sus animales. Nada menos.
Reconocidos maestros se refieren hoy a dicho principio fundamental insistiendo en que el no alimentarnos apropiadamente es violentarnos, y más si lo que comemos contiene el resultado de muertes violentas, en lugar de lo vital y saludable de los vegetales, sobre todo orgánicos.
Si buscamos razones, además de las morales, las hay de salud al evitar las contaminaciones y el colesterol; también nutricionales, ya que bien combinadas las proteínas vegetales son de mejor calidad; y hasta económicas, porque la producción de vegetales es menos costosa.
Asimismo, la decisión de cambiar a una dieta vegetariana implica una posición opuesta a la cultura del consumo y expresa una transformación de conciencia, porque la desintoxicación del cuerpo y la tranquilidad anímica van de la mano con la lucidez de la mente, lo que propugna el despertar mayor de la conciencia humana hacia la vida en el planeta.
Y el tema no termina aquí. Continuará. Namasté.