Las heridas del alma y del corazón pesan mucho más en una persona que las del cuerpo. El ser humano siente, es vulnerable por más fuerte que quiera ser siempre se ve afectado por decepciones, frustraciones, enojos y pérdidas.
Así es la vida y es imposible escapar a su sabiduría interna, por mucho que esa sabiduría en más de una ocasión, sea opuesta a la lógica mental de los seres humanos.
Para sanar las heridas del alma y del corazón no debemos huir del dolor sino que tenemos que enfrentarnos a él, aceptarlo y superarlo. A veces poder mirar a la cara al dolor nos lleva mucho tiempo hasta que nos animamos, pero es la salida.
Para sanar las heridas del alma, un buen aliado es enfocarnos en nuestro cuerpo, animarnos a sentir y ocuparnos de hacer actividades para conectar con él. Por ejemplo, hacer algún deporte, comer sano, meditar, para luego ir sintiendo con el corazón, a ver qué nos dice.
Necesitamos encontrar las causas de esos dolores que causaron la herida, para ello hace falta recordar, ponerle un nombre a lo que nos pasó.
Podemos encontrar sugerencias que nos dan los terapeutas para sanar, cada ítem es para que pensemos mirando dentro nuestro y ver qué herida guardamos.
1. Aceptar la herida y aprender de ella. Reconocer, mirarla, abrazarla.
2. No te reproches nada. Ser compasivos con nosotros mismos, no pudimos hacer nada para que lo que nos lastimó no hubiese pasado.
3. Considera esa herida como un crecimiento. Qué hemos aprendido de esa situación o de ese dolor, siempre hay un aprendizaje. ¿Cuál es?
4. Date tiempo. Imaginarnos cómo nos sanamos de una herida física, esto lleva tiempo, atención y cuidado, lo mismo sucede con las heridas del alma.
Podemos pensar qué heridas nos duelen hace tiempo y no nos animamos a soltarlas.
Hoy puede ser un buen día para empezar a trabajar en ello. Siempre mirándonos con amor y sin juzgarnos, sabiendo que tenemos una historia y que gracias a Dios estamos vivos para poder seguir caminando en la vida.
Bendiciones.